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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:10 pm

CAPÍTULO I: Julia y Katia (por Julia)

Del matrimonio de mis padres la única hija que tuvieron fui yo, nunca supe exactamente la razón pero tampoco me interesó averiguarlo; desde pequeña aprendí a arreglármelas sola pero a la hora de jugar me aburría terriblemente; acababa de cumplir los seis años cuando junto a mi casa, se mudó la familia de Katia, ella también era hija única pero su madre había fallecido luego del parto, los médicos le había dicho que su edad no le sería de mucha ayuda, pero su mayor deseo era tener un niño. No tardamos mucho en hacernos grandes amigas, pronto comenzamos la primaria y desde ese día jamás volvimos a separarnos; fuimos siempre como hermanas aunque con el paso del tiempo nuestras personalidades comenzaron a diferenciarse, de hecho, durante la secundaria nadie podía creer que siendo casi polos opuestos nos lleváramos tan bien.

Éramos muy diferentes pero nos complementábamos increíblemente, Katia era una joven enérgica, entusiasta, gustaba de las multitudes y las grandes movidas nocturnas, adoraba salir de marcha todos los fines de semana aunque estuviera castigada, amaba salir de compras dos veces al mes, leía libros con historias de amor y escuchaba música pop. Su modo de vestir iba acorde a su estilo de vida, siempre a la moda consumiendo todo aquello que una revista o una vidriera le dijera que haría furor en la temporada. Durante la secundaria, siempre encontraba un pretexto para escapar de las clases, o inventaba historias a sus padres para salir el sábado por la noche al antro de moda del barrio contiguo; siempre nos metíamos en líos y casualmente, siempre nos salíamos de ellos de algún modo.

A mí me gustaban otras cosas, siempre fui muy dinámica, incansable, me gustaba pasar tiempo escribiendo historias en mi cuarto, escuchar rock y vestirme en contra de la moda, a diferencia de ella, yo siempre gusté de la imagen de chica rebelde y problemática, aunque esto solo fuera una careta. A los catorce años corté mis cabellos rubios y los teñí de negro, a los quince me colgué un piercing en la ceja derecha y luego uno en el ombligo. También me gustaba salir de compras pero no con ella, pues hacerlo significaba recorrer Moscú de principio a fin para regresar a casa con una bolsa solamente, así era ella de indecisa. Siempre nos cubrimos en nuestras pequeñas mentiras, tanto como para escapar de clases o salir de antro, su padre confiaba mucho en mi porque a pesar del aspecto sabía de mi buena educación y de mi responsabilidad, claro, ambas imágenes eran acertadas y equívocas a la vez, según la conveniencia.

Durante la secundaria, día tras día caminábamos hasta la escuela renegando por tener que levantarnos temprano, Katia decía que ese era el castigo que nos imponían por ser jóvenes, pero cambiábamos de idea cuando nos encontrábamos con el resto de nuestras amigas. A los 16 años descubrí que estar de novia con un muchacho me resultaba aburrido, luego de intensos meses de tortura y de buscarle una solución a mi problema, acepté que definitivamente me gustaban las chicas; en ese entonces tuve miedo de contárselo a ella, pues nuestra amistad era tan especial y tan importante para mí, que aún sabiendo que ella me querría igual, no podría evitar sentirme incómoda en lapsos. Un mes antes de cumplir los 17 la invité a casa y se lo conté, mis padres ya lo sabían y aunque en un principio les costó asimilar la noticia, entendieron que esa era mi felicidad y lo aceptaron; Katia se echó a reír hasta el punto de no poder respirar, debí haberlo imaginado, si alguien me conocía a la perfección después de mis padres, esa era ella. Siempre lo había sabido, incluso antes que yo, solo esperaba que yo lo descubriera y lo aceptara, le agradecí mucho el gesto desinteresado de acompañarme, sobre todo cuando comencé con mis historias de amor fallidas que siempre terminaban por dejarme el corazón en pedazos.

Una mañana, durante el recorrido habitual de casa a la escuela, observamos un bello apartamento cerca del centro en alquiler, ella se detuvo en medio de la calle y cuando noté que no estaba a mi lado me regresé: “Tú y yo viviremos en ese apartamento antes de ingresar a la facultad…”, me reí ante su cometario, le di un empujón y seguimos el camino. Un año después le di la razón, justo cuando hacíamos la mudanza, rentamos el apartamento, nos independizamos de nuestros padres y desde aquel momento comenzamos a escribir una nueva historia en nuestras vidas. Sería toda una aventura la convivencia, y tendríamos el camino libre para hacer travesuras sin restricciones.

Katia ingresó a la facultad de psicología ubicada a veinte calles de nuestro hogar, yo me inscribí en la academia de música para perfeccionarme en el piano, e ingresé a la facultad de vocalización, a 15 calles del apartamento. Debimos organizarnos para que la convivencia fuera más sencilla, yo me ocuparía del orden, la limpieza y la comida, y ella de todo el resto, pronto nos acostumbramos y aunque a veces discutíamos por tonterías, nos divertíamos muchísimo. Nuestras vidas por aparte eran diferentes, yo asistía con frecuencia a los antros gay y ella a las discos de moda, no compartíamos las amistades ni los conocidos, y casi nunca salíamos juntas, pero cuando lo hacíamos, siempre regresábamos con el atardecer del día siguiente, no teníamos límites a la hora de salir; nuestros padres se preocupaban mientras nosotras nos tomábamos la vida con la simpleza que se merece… totalmente despreocupadas de todo.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:11 pm

CAPÍTULO II: Elena y Katia (por Lena)

Mi padre fue durante mucho tiempo un codiciado músico de Moscú, casi nunca estaba en casa debido a sus continuos viajes, durante el secundario le ofrecieron un puesto en una academia de Arcángel, un empleo que no pudo despreciar debido a la excelente paga ofrecida, nos mudamos con perro y todo a una casa que rentaron específicamente para nosotros; perdí el año en la escuela y me enfadé mucho cuando me dieron la noticia, debía dejar a mis amigos de toda la vida atrás durante un largo y triste año. Al ingresar a la facultad de psicología conocí a Katia, un año menor que yo, pues tenía 19 y ella 18 recién cumplidos; el primer día de clases me sentí en extremo nerviosa, era muy tímida y conocer gente nueva no era para mi un placer exactamente; estaba sentada en la última fila del salón cuando me preguntó si podía sentarse a mi lado, en un breve relato me comentó ser de la clase de chicas que solo ingresan a clases a pasar el tiempo y por eso prefería estar lejos del escritorio de los profesores, no podrían controlarla minuciosamente… bueno, ella no sabía en aquel momento que la facultad no era lo mismo que la secundaria o la preparatoria.

Pronto nos hicimos amigas, pasamos de compartir las horas de estudio a compartir también los ratos libres; no tuvo que hacer mucho esfuerzo para convertirme en su cómplice de travesuras, me arrastró con ella a la perdición. Comenzamos a salir los fines de semana por la noche, para regresar a altas horas de la madrugada, siempre me platicaba acerca de Julia y el apartamento que compartían, de sus travesuras y de los líos en los que se metían, allí fue cuando mi mente comenzó a crear una imagen de Julia que tiempo después acreditaría en persona. Recuerdo que una tarde, Katia había llegado a mi casa con urgencia, había hecho una cita doble con dos ex novios y no podía zafarse de ellos, Julia estaba enferma y no se le ocurrió mejor idea que pedirme que me hiciera pasar por su pareja, no podía fallarle y pese a mis súplicas tuve que hacerlo.

En verdad mi estilo de vida no encajaba con aquel pedido, para ser honesta era muy fanfarrona y altanera, esa clase de gente para mí era una plaga que debía combatir, gustaba mucho de los hombres pero por alguna extraña razón mis relaciones con ellos eran traumáticas y poco duraderas, sin embargo aquella tarde me divertí como nunca, ahí estaba Katia, diciéndole a los muchachos que había encontrado lo que le faltaba a su vida y tomándome de la mano, me puse peor que un tomate cuando me dio un beso en la mejilla… nunca supe por qué.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:13 pm

CAPÍTULO III: Lena (por Julia)

Habían pasado ya casi 7 meses de aventurados días de facultad y convivencia, era sábado por la mañana y mientras yo aseaba el lugar ella tendía la ropa; durante el almuerzo platicamos acerca de los estudios y cosas relacionadas: “Por la tarde vendrá Elena, ¿recuerdas, mi compañera?” Dijo restándole importancia. Muchas veces me había contado acerca de ella, por momentos sentí celos porque todas aquellas cosas que antes hacíamos juntas, ahora las hacía con una desconocida, pero me alegraba mucho saber que no estaba sola en la facultad y que tenía con quien pasar el rato al menos. Habían acordado reunirse en nuestro apartamento para salir de marcha por la noche, pues a Lena no le daban muchos permisos y había mentido, como Katia le había enseñado, para poder salir; estudiarían en casa y pasaría la noche con nosotras, bueno, eso le había dicho a sus padres. Yo no tenía planes para ese fin de semana, Katia insistió para que las acompañara a ese nuevo antro de rock que habían inaugurado la semana pasada, la idea era tentadora pero no estaba del todo segura: “Luego te digo…”, le dije al retirarme de la mesa para ir a mi cuarto.

Cerca de las cinco de la tarde, yo estaba intentando por milésima vez, sacar esa canción de rock que tanto me gustaba en el piano, no era exactamente un piano pero el teclado sonaba igual, el piano lo había dejado en casa de mis padres, no había espacio en el apartamento para él. Estuve encerrada toda la tarde hasta que finalmente el hambre me venció, estaba enfadada porque no me salía la bendita canción así que fui a la cocina por algo de comer; fui directo al refrigerador, tomé algunas verduras y unas piezas de carne para comenzar mi labor de inmediato. “¡Katia! ¡Engendro!” Grité riendo por el apelativo tan cariñoso que había utilizado, ella me contestó desde su cuarto, entonces pregunté si cenaría, no sé por qué pues era obvio que lo haría, “Si, pero recuerda que somos tres…”, dijo en respuesta, claro, Lena estaba con ella, lo había olvidado. Media hora después la llamé para cenar, “Mmmm qué bien huele…” escuché en un murmullo luego de que abrieran la puerta del cuarto, la voz me sonó al arrullo de sirenas y sentí un intenso deseo por conocer a su dueña; cuando apareció en la sala me quedé petrificada ante tal belleza, Katia nos presentó pero no reaccioné, “Hey… ¿quieres un babero?” Me dijo bromeando… “Demonios, me las pagarás…” pensé mientras el calor se apoderaba de mis mejillas, fue un verdadero bochorno.

Durante la comida no hice más que observarla, ellas me platicaban de cosas in entendibles para mí, estaba prendada de esas delicadas y pecosas manos, el modo en que tomaba los cubiertos y ¡Oh por Dios! La forma en que sus labios se movían cada vez que llevaba un bocado a su boca, el vaivén era un sensual gesto que me dejó atónita de un segundo a otro, jamás en mi vida había visto una criatura igual, y lo mejor de todo fue que ella también me observaba en minucioso estudio de mi persona, cada tanto la risita infantil de Katia desviaba mi atención de los ojos verdes ligeramente grisáceos de Lena. Al terminar la cena, me sentí completamente satisfecha por los halagos recibidos, sin duda las clases de mamá me habían servido para algo.

Cambiamos de sitio hacia los sillones de la pequeña sala, Katia me platicaba acerca de los planes para la noche, yo solo pensaba en la bella pelirroja sentada frente a mí, sus pálidas manos cubiertas de pecas, su cabello rizado balanceándose cuando la plática le provocaba sonrisas, ese gesto tan tierno de sus labios curvados al sonreír, el modo en que los humedecía levemente con su lengua antes de hablar, el sonido calmo y dulce de su voz, el modo en que sus facciones se transformaban al entrecerrar los ojos luego de verme, no podía dejar de admirar a la extraña aparición que poco a poco fue apoderándose de mi mente y mi corazón. Aquella fue la primera vez que le vi, y la primera en toda mi vida en que sentí en verdad lo que era desear conquistar el amor de alguien.

Lena comenzó a visitarnos con más frecuencia, pero mis obligaciones fueron aumentando en número cuando conseguí aquel empleo como asistente de un profesor en la facultad, el dinero me hacía falta… algunas noches llegaba tarde y muy cansada, pasaba frente a la puerta del cuarto de Katia y escuchaba sus voces alegres riendo y platicando, siempre me detenía unos minutos a escucharla, era algo que sencillamente no podía evitar. Otras veces, cuando llegaba de madrugada, dejaba mis carpetas en la sala y me topaba con Lena saliendo del cuarto, entonces interesada me preguntaba por mi día, yo solo suspiraba y respondía siempre lo mismo… “Tedioso…”, le daba un beso en la mejilla y me encerraba en el cuarto. Recuerdo su comentario aquella vez que me vio con mis ropas de facultad y trabajo, pues en casa siempre vestía con ropas anchas… sus pupilas se ampliaron al verme enfundada en mi traje negro y aquella camisa blanca: “Debo verme normal en el trabajo…” le dije riendo para perder la razón al verla sonreír tímidamente. Cuando salían juntas los fines de semana, Lena siempre se quedaba en el apartamento, yo llegaba los domingos luego de la marcha cuando ellas recién se levantaban de dormir: “Linda juerga tuviste…” me decía en un leve tono enfadado cuando escuchaba los forcejeos con la puerta, a veces tomaba un poquito de más; yo sentía que era mi madre quien me regañaba, “Prometo que no lo volveré a hacer…” decía cerrando otra vez la puerta del cuarto.

Lena tenía eso de responsable, se enojaba cuando por ahí pasaba la noche sin dormir completando carpetas o llenando formularios del trabajo, ellas estudiaban, no lo dudo, pero extrañamente ella siempre estaba en casa, ya no era raro verla durante las noches, me dejaba una taza de café sobre el escritorio, pasaba la mano sobre mis cabellos y luego regresaba a la cama en el cuarto de Katia; me gustaban sus gestos preocupados, me hacía sentir importante pero a la vez me entristecía, pues a pesar de que algunas veces me dejaba confundida con algún comentario, yo sabía que ella no estaba a mi alcance, además era muy amiga de Katia, nada… no podía aventurarme más allá de una simple amistad.

Recuerdo aquel viernes por la noche en que un par de muchachos tocaron la puerta del apartamento, Katia había dicho que saldrían de marcha con unos amigos, Lena estaba en la sala mientras yo buscaba en el aparador un libro que necesitaba, Katia estaba terminando de arreglarse y la pelirroja se veía realmente bella aquella noche. Atendí el llamado y el corazón se me rompió en un sonido agonizante cuando Lena saludó a uno de ellos con un ligero beso en los labios, olvidé que buscaba el libro y me retiré a mi cuarto, tenía ganas de morir, no sabía que mi adorada niña estuviera con alguien, pero lo había imaginado… “Demasiado perfecta para estar sola…”, pensé mientras una lágrima rodaba por las mejillas; justo entraba Katia para informarme de su partida, “que se diviertan…”, dije en un tono despreocupado, sin voltear a verla… ella se quedó por unos segundos observándome desde la puerta y luego se fue; me eché a llorar como muy pocas veces en mi vida lo había hecho.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:14 pm

CAPÍTULO IV: Julia (por Lena)

La primera vez que vi a Julia, recuerdo haberme quedado prendida de sus bellos ojos azules, jamás había visto algo tan hermoso como ese trocito de cielo que de algún modo, iluminó mi alma en un primer momento, al extender su mano para saludarme no pude evitar acercarme un poco más para besar sus mejillas, eran tibias y suaves, pero en ese entonces no le di más importancia. Durante toda la tarde la había escuchado renegar con el teclado, de tanto en tanto escuchaba el sonido de la puerta de su cuarto abrirse para luego cerrarse, sentía curiosidad por esa Julia rebelde de la que tanto me platicaba Katia, aunque claro, ella nunca me dijo que Julia fuera tan especial, eso lo descubrí por mi misma con el paso del tiempo.

Ella me trataba como a cualquier persona, durante las pláticas notaba sus silencios pero jamás me imaginé que se debía a la extrema atención que ponía en mis palabras, Katia siempre había dicho que Julia era un poco rara hasta que la conocías, sin duda me gustaba su estilo personal al vestir y sobretodo al hablar, sus opiniones sobre casi todos los temas eran extrañamente acertadas, aunque la lógica que utilizaba para hacerlas eran sus propias experiencias en la vida. Katia nunca había mencionado nada acerca de sus preferencias sexuales, durante mucho tiempo me pregunté por qué estaba sola, por qué todos los llamados eran para Katia y por qué era ella quien marcaba los números; ese era un hecho que de sobremanera me inquietaba pero no me animé a preguntar.

En la noche de un sábado, ellas estaban en el cuarto de Julia y aunque no acostumbraba a hacerlo, me quedé tras la puerta para escucharlas, Katia preguntaba acerca de sus planes de salida: “Martina y yo iremos a cenar, se lo prometí hace unos días y pues, no he pasado mucho tiempo con ella últimamente.” La respuesta me escandalizó enseguida, me sentí tontamente traicionada, pues pasaba tanto tiempo con ellas que me molestó de sobremanera que no me lo hubieran informado… minutos después comprendí las razones de Julia para no hablar, yo no era su amiga y la vida sexual de las personas son cosas muy privadas, entonces dejó de molestarme pero por momentos me sentí incómoda, pues al descubrir esto comencé a fijarme un poquito más en ella cada día, sentía curiosidad por su forma de vida, algo que de no haber conocido a Katia jamás hubiera percibido, pero ni una ni otra me habló acerca del tema, quizás lo tomaron como una obviedad, y en realidad, sí lo era.

Julia tenía ese carácter apasionado cuando hacía algo, siempre lo notaba a la hora de la comida, era muy minuciosa conque todo estuviera en la medida justa, cuando tocaba el piano se encerraba por horas, cuando escribía sentada en la pequeña mesilla que tenían en el balcón nadie podía apartarla de su estado de trance, se sumergía en un mundo al que inconscientemente yo quería colarme. Cuando me hablaba sentía que a pesar de estar equivocada tenía toda la razón, a veces me discutía sobre filosofía y psicología, ciencias que le agradan muchísimo, entonces los debates eran animados, su forma de hablar tan segura me producía un estremecimiento tal, que no encontraba motivos para objetar sus afirmaciones, a veces me sentía intimidada cuando me escuchaba con suma atención, luego sonreía y con ese gesto me sentía satisfecha. Me agradaba mucho pasar el tiempo en el pequeño apartamento, Katia era ahora mi mejor amiga y algunas veces me sentía fuera de lugar, sentía tontamente que estaba desplazando el lugar de Julia en su vida, pero solo eran imaginaciones mías; pues la relación que ellas tenían era completamente diferente a la que yo llevaba con Katia.

Algunas veces Julia llegaba a altas horas de la madrugada del trabajo, escuchaba el sonido de la llave girando en la cerradura y casi por instinto despertaba, sus pasos arrastrados hasta el baño y luego hasta el cuarto aceleraban mi corazón, entonces me levantaba con la excusa de ir por un vaso de agua y la veía con los ojitos enrojecidos por forzar la vista y el semblante derrotado, en esas noches se veía más pequeña que de costumbre, me daba un ligero beso en la mejilla y sin decir nada se iba a dormir… hoy puedo asegurar que me dolía ver cómo se sacrificaba por el dinero, casi no salía y cuando lo hacía, regresaba a media mañana con la mirada turba y un ligero tambaleo en sus rodillas. Me enojaba verla llegar en ese estado y se lo hacía notar, solo para que luego apareciera Katia riendo y felicitando su estado de embriaguez.

Ninguna lo mencionaba pero claramente, Julia tenía un problema con la bebida, no llegaba en un estado terrible, pero sí bastante alegre, sus continuos desengaños amorosos era el único problema de verdad en su vida, le costaba asumir que sus relaciones eran caóticas y enfermizas, era evidente que aquellas amistades que tenía no eran las mejores, tampoco los lugares que frecuentaban, pero yo no podía inmiscuirme en sus asuntos. Una mañana durante una clase libre en la facultad le comenté a Katia mi preocupación, ella me dijo que ya lo sabía y entonces me contó acerca del problema de Julia, a ella no le molestaba estar sola, pero si le enfadaba no poder conocer una muchacha que estuviera a la altura de sus expectativas, todas eran fiesteras y a ella le gustaban las relaciones serias, no todas pero ya estaba en edad de tener una; comprendí entonces pero esa no era la solución del problema.

Algunas tardes de estudio en el apartamento, sentía un disimulado rechazo de ella para conmigo, la veía ausente yendo y viniendo del cuarto a la cocina, respondía con pocas palabras y muy fríamente a las preguntas casuales que a veces le hacía, esto me ponía triste porque en todo ese tiempo le había tomado un afecto enorme, sobretodo desde aquella vez que mis padres me regañaron al descubrir mis mentiras y fue a dar la cara porque Katia estaba enferma; en verdad teníamos que estudiar pero no me dejaban salir, llamé por teléfono y Julia se ofreció a ayudarme. Mis padres le creyeron cuando dijo que éramos compañeras y que debíamos presentar un proyecto, me salvé de una grande pero en el camino de regreso a su casa no pronunció palabra alguna, sus silencios en un punto se tornaron demasiado frecuentes, algunas veces un simple saludo era todo lo que podía escucharle.

Cuando Katia y yo comenzamos un noviazgo con unos chicos de la facultad de filosofía, la clase justo al lado de la nuestra, dejé de tomarle mucha importancia a Julia, hoy creo que aquel muchacho solo fue un intento inconsciente por convencerme de que no estaba enamorándome de Julia, pues aunque era bien parecido no le encontraba sentido a la relación. Una noche ellos pasaron a recogernos para ir a cenar y luego de marcha, Julia estaba en la sala y fue ella quien atendió la puerta, luego de darle a Dimitri un suave beso sobre los labios la miré, ella agachó la mirada para esconder esa lágrima que ya había notado, entonces se fue.

La noche me pareció eterna y no pude dejar de preguntarme él por qué de su angustiado gesto, pensé entonces que quizás ella sentía algo por mi pero luego recordé que durante toda la jornada había estado actuando de modo extraño, quizás el ver una pareja le hacía recordar su problema y le angustiaba; sin embargo a mí me había dolido verla de ese modo. Por la tarde del siguiente día la crucé en la calle, ella caminaba junto a una muchacha muy bonita mientras yo iba en dirección al apartamento, reía sinceramente y debo reconocer que esto me produjo un sentimiento que jamás había sentido, estaba celosa y cuando me presentó a la joven quise matarla o en el mejor de los casos echarme a llorar, estuve deprimida todo el día.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:16 pm

CAPÍTULO V: Tres en uno (por Julia)

Katia y yo, estábamos ya acostumbradas a la presencia de Lena en el apartamento, a un año de habernos conocido, la idea de ser tres en lugar de dos comenzó a nacer imprevistamente, llevábamos una amistad en extremo agradable y no había indicios de discordia bajo ningún punto de vista. Aquella tarde de vacaciones, estábamos platicando con una agradable música de fondo en el balcón, entre risas y bromas, Katia saltó de su silla con la propuesta de la mudanza… me quedé boquiabierta ante su determinación, lo habíamos discutido ya un par de veces pero nada era seguro, me alarmé en un primer momento porque en las últimas semanas mi relación con Lena se había convertido en un lazo frío e indiferente, precauciones que tomaba yo cuando mi afecto por alguien inalcanzable se excedía de sus límites. La pelirroja se tomó su tiempo para pensarlo, el problema entonces no éramos Katia o yo, sino sus padres, quizás no tomarían a bien la idea pero al fin de cuentas, ya estaba grandecita para independizarse, sus veinte años y las últimas semanas de nuestros 19 no eran precisamente un punto a favor en el tema. Finalmente, luego de ávidas discusiones con sus padres, terminaron aceptando la decisión de Elena, y a los pocos días estaba instalando su cama en el cuarto de Katia.

De repente las cosas se me cambiaron de sitio, los nervios me traicionaban cuando la cercanía se volvía asfixiante, no quería cometer errores con ella, y tampoco dejarle entrever aquellos sentimientos que comenzaron a enfermarme, Katia no mencionaba el tema pero muchas veces se quedaba en una posición agudizada observándome, estudiando cada palabra y cada actitud hacia Lena, yo podía escapar de cualquiera menos de mi hermana del alma. Poco a poco comenzaron los roces con ella, mi estilo de vida tan retraído en mi propio mundo, por momentos me nublaban la vista y no me dejaban accionar con lucidez, los encierros en el cuarto fueron más frecuentes y las salidas el doble de casuales que antes.

Durante estos periodos de encierro, una noche Katia tocó la puerta de mi cuarto, Lena estaba tomando un baño y el momento le pareció oportuno; hablamos durante más de un par de horas, tocó mis puntos más sensibles y hasta terminamos llorando abrazadas; había notado mi profundo amor por la pelirroja, pero entendió mis motivos para actuar del modo en que lo hacía, sabía que Lena jamás me correspondería, pues no era la clase de chica que anda con chicas o que alguna vez pueda medir la posibilidad de hacerlo, en vida mis grandes amores habían funcionado de ese modo y en aquel momento, ya no podía soportar otra desilusión. Su consejo fue sincero y sabio, decirle que le amaba era un suicidio, callar la muerte en vida… entonces mejor dejaba de soñar con sus rizos y sus labios, me hacía a la idea de conocer otras personas y con el tiempo, igual que en el pasado, aquella yaga ya no quemaría tanto.

Comencé a conformarme con compartir el mismo techo aunque no fuera el mismo cuarto, caminar por el pasillo hacia la cocina sintiendo su fragancia impregnada en el aire, ver su ropa secando al sol en el tendedero, cocinar para ella y a veces, hasta tocar las melodías que tanto le gustaban cuando me encontraba sola; era una tortura para mí entonces, pues todo lo que encontraba al paso llevaba su nombre grabado a fuego, sus carpetas, sus libros, su delicada caligrafía en las notas junto al teléfono, su chaqueta en el perchero, el cepillo de dientes junto al mío, y el suave olor de su cuerpo navegando entre el vapor de sus baños matutinos. Recuerdo aquel gesto de tristeza dibujado en su rostro aquella tarde de domingo, Katia de compras y yo en el cuarto, ella atendió el llamado del teléfono, una de mis conquistas esperando concertar una cita, en vano, pues ya hasta le había perdido el sentido a ello. Lena tocó tímidamente la puerta de mi cuarto para transmitirme el mensaje, atendí el llamado y luego de persuadir la invitación colgué el auricular, ella me observaba desde la mesa e inmediatamente devolvió la vista a sus libros, el papel sobre la mesa se arrugó segundos después, a pesar de que había intentado esconder su rostro entre los rizos, una lágrima rebelde se le había escapado sin poder evitarlo, ¿qué significaba eso? Me lo pregunté durante un largo tiempo.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:17 pm

CAPÍTULO VI: La distancia y el silencio de Julia (por Lena)

A veces la veía andar por el apartamento en su pijama, sobre todo los domingos al medio día, cuando al ritmo de la música preparaba sus alimentos y yo fingía estar prestando atención al periódico dominical, sacudía la cabeza sobre sus hombros y de tanto en tanto pegaba un grito que me arrancaba de la concentración pasajera, entonces reía ante la figura infantil de cabellos rebeldes que parecía estar adorando la vida solo por el echo de tenerla. Hacía tiempo que sus silencios me dejaban el sabor amargo de la incertidumbre, aquello era ahora una costumbre luego de mi mudanza, y yo no encontraba explicaciones para sus modos tan fríos de dirigirme la palabra, me costaba hacerla sonreír o decir una oración completa, las dejaba en el aire como si yo debiera terminarlas, eso me hacía sentir descontrolada en extremo.

Julia era bella, me gustaba observarla a hurtadillas concentrada en el almuerzo o en la cena, o quizás verla correr por sus carpetas por haberse quedado dormida cuando tenía clases, me gustaba despertar temprano cuando sabía de sus trasnochadas inducidas por el agobio, pues cuando el reloj se encimaba a las siete treinta tenía un pretexto para irrumpir en su cuarto, murmuraba palabras in entendibles, daba un par de vueltas cubierta por las cobijas completamente, y resignada se sentaba con el cabello revuelto y un gesto de profunda desilusión en el rostro… “Llegarás tarde…” le decía en medio de una sonrisa cuando me rogaba casi al borde de las lágrimas que la dejara dormir unos minutos más; “Te pareces a mi madre…” decía también sonriendo para luego regresar al gesto duro de su frialdad, al terminar el desayuno tomaba sus cosas y salía a pasos agigantados gritando un simple “te veo luego…” antes de atravesar la puerta de salida.

Aquella noche en que tomaba un baño, al salir me encontré con las voces exasperadas de Katia y Julia, discutían en el cuarto de mi morena, me acerqué un poco hasta la puerta para escuchar un poco más, en un claro gesto de preocupación Katia le decía que ya no podía seguir así, que debía frenar “eso” antes de que las cosas tomaran otro rumbo y ya no pudiera mantenerlas bajo control, pero mi corazón dio un vuelco al escuchar aquellas palabras que sin saber por qué, me obligaron a llorar hasta el final de su discusión, “Dime cómo hacer para no amarla ¿te crees que me gusta todo esto? ¿Qué disfruto del dolor que me provoca saber que nunca podré alcanzarla? Dime cómo Katia, y yo te juro que lo haré sin pensarlo…” le había dicho llorando con la voz quebrada y en forma de súplica. Tiempo después de aquello, Katia entró al cuarto, yo estaba tumbada sobre la cama observando una pequeñita araña tejer su fina tela, hacía algunos minutos que había dejado de llorar, ella se sentó al borde de su cama, sus manos colgaban sobre sus piernas y con la vista delineaba las baldosas: “Has estado llorando…” me dijo cuando nuestras miradas se cruzaron, no respondí y tampoco le di importancia, “Tú también…”, ella me miró ahora: “Es Julia, ya no sé qué hacer, no entiende razones de nada…”, me dijo mientras me acercaba a ella para abrazarla, “Detesto verla sufrir de esa manera, su vida siempre ha sido igual y ella se merece quien la ame de verdad, no merece esta vida de medio rublo que tiene, no la merece en verdad…”, me dijo llorando casi sin respiros de por medio; entonces las palabras se me anudaron en la garganta, compartía el dolor de su amiga y lo sentía como propio, pero mi propio egoísmo no me dejaban comprender lo que Katia me explicaba, yo solo sentía furia y dolor porque de quien comenzaba a enamorarme había vendido su corazón a nadie en realidad, y yo quería que fuera mío.
Inventó el nombre una chica cuando me narró la historia, entonces pensé que el distanciamiento que Julia había tomado para conmigo se debía al mismo sufrimiento, creo que nunca me hubiera atrevido a pensar que aquella inexistente desconocida fuera yo, y todo era una contradicción entonces, porque yo no lograba aceptar que me había enamorado de una chica, de una chica a la cual no podía dejar de ver ni esperar, que cuando caminaba tras mi espalda sentía un escalofrío recorriendo mi cuerpo al notar su presencia, que atendía el llamado de sus conquistas frente a mi pero jamás les decía palabras de afecto concretas, solo indirectas atravesaban el teléfono… la amaba pero no podía concebir la idea de hacerlo, yo tenía planes para mi futuro, casarme, tener hijos como cualquier mujer lo desea hacer, pero una simple sonrisa de Julia me hacía olvidar aquel sueño que cada vez se encontraba más lejano a mi realidad; tanto ella como yo, sufríamos en la agonía de amar a quien no nos correspondía…

Comencé a deprimirme rápidamente, había dejado las salidas nocturnas con Katia solo para quedarme sola en casa, pues Julia en su desesperación se arrojaba a la noche sin rumbo alguno y regresaba a media mañana con mucha suerte, pues a veces aparecía por la tarde o cerca del ocaso, su mirada estaba vacía, casi no hablaba a la hora en que las tres nos reuníamos para comer, me contagió la tristeza de revolver los alimentos en el plato sin probar bocado, comencé a evitarla, sus continuas frialdades me hacían daño y cada vez que le veía animada, recordaba que alguien más le provocaba esa felicidad pasajera; yo no tenía coraje para decirle que la amaba con profunda devoción.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:19 pm

CAPÍTULO VII: Lena se va durante un año (por Julia)
Para las fiestas de fin de año, cada cual pasaba la noche con sus respectivas familias y luego, de madrugada, nos encontrábamos en el apartamento para terminar la velada sentadas bebiendo en la sala y riendo sin parar; estábamos ya cada una en el tercer año de su carrera, y en aquellas horas hacíamos un balance del año que se iba. Cuando Lena esa noche nos dio la noticia, de la cual Katia se había enterado durante el periodo de exámenes finales, sentí tanta furia y tanto dolor que quise arrojarme a sus pies a suplicarle que no se fuera, que no me dejara sola… pero me contuve, desde mi lugar la observé incrédula ante la sentencia que me dictaba: “Obtuve la beca… estaré de intercambio durante un año en la facultad de psicología de San Petersburgo, parto en la primer semana de febrero…”, y mientras su voz se apagaba el corazón me sacudía el pecho, me disculpé sin darle más que una fría felicitación y me encerré un momento en el sanitario.

Creo que aquel fue el año más duro de toda mi existencia, Katia tenía otros amigos y ya no pasábamos tanto tiempo juntas, mi agonía era interminable, cada mañana y cada tarde en que no escuchaba sus pasos lentos recorrer el apartamento, me sumergían en una profunda desolación que no lograba combatir; a veces se me turbaba la mirada cuando pasaba por la puerta de su cuarto y veía su cama sin usar, o sus papeles en el buró junto a los pocos libros que había dejado, escondí algunas fotos de ella entre mis carpetas y mis libros preferidos, sobre todo aquella que habíamos tomado en verano, yo estaba sentada en el piso del balcón leyendo, aparecieron las dos y Lena se sentó entre mis piernas, echando la cabeza hacia atrás y tomando mis brazos para enredarlos a su cintura, Katia tomó aquella foto que tan bien conocía ya de memoria.

Durante aquel año compuse para ella más de medio millón de canciones y escribí la otra parte de poesías, pasé los días sumergida en mi burbuja de cristal a punto de quebrarse, Katia me insistía en que saliera de mi estado de ensimismamiento, que enfermaría de no hacerlo, entonces seguí su consejo pero cada vez que sonaba el teléfono, me arrojaba sobre él con la esperanza de escuchar la dulce voz del ángel, que al partir me había llevado con ella. A mediados de julio conocí una muchacha, me recodaba mucho a Lena por su personalidad pero claramente no era mi pelirroja, comenzamos una relación que poco a poco comenzó a desplazar a Elena de mi corazón, aunque esto era imposible, pues mi corazón era ella por completo; fue un respiro para mi asfixia, al menos había conseguido pensar en ella solo unas doscientas veces en lugar del millón anterior.

Cuando llegó su cumpleaños, Katia le llamó por la mañana, me había avisado que lo haría pero fingí estar dormida, no quería hablarle; cuando regresó, me dijo que Lena había preguntado por mi y que la había notado triste al decirle que no la llamaría pero que le enviaba mis felicitaciones; me sentí culpable porque después de todo ella no tenía ninguna culpa, era yo quien había equivocado el camino. Por la noche, salí a caminar intentando no pensar en nada, que finalmente siempre resultaba pensar en ella, me encontré con la vieja cabina de teléfono en la esquina cercana al parque, me detuve frente a ella unos minutos y consultando los bolsillos de mis vaqueros marqué el número con el pulso redoblándome la respiración:
-¿Aló? –atendió la voz al otro lado
-Aló… ¿Lena? –dije como si tuviera miedo de articular su nombre
-¿Julia? –dijo casi en el mismo tono de voz que antes había utilizado yo
-Si… soy yo, no quería dejar pasar este día y desearte muchas felicidades… -Dije sin saber exactamente qué decir
-Gracias Jul.… cuando llamó Katia esta mañana y me dio tu recado, pensé que en verdad no llamarías… no sabes la alegría que me da escucharte pequeña… -su voz me sonó sincera, su alegría también, guardé silencio un momento -¿Julia? ¿Estás ahí?- Inquirió angustiada
-Sí, lo siento… solo estaba pensando…- respondí confundida al haber sido apartada de mis pensamientos- Y… ¿Cómo has estado? –Dije finalmente
-Bien, me va muy bien en la facultad pero no puedo acostumbrarme a este lugar, es… raro…
-Te extraño… -dije interrumpiéndola sin saber lo que estaba diciendo
-Yo también te extraño… no sabes cuánto… -dijo conmovida
-Lena… en verdad te extraño…- agregué con la voz entrecortada por el llanto
-Oh Jul.… no me hagas esto cariño, sabes que en verdad no puedo esperar por estar allí con ustedes… -dijo, pero utilizando un tono confuso en la última palabra
-Me haces falta Lena…- Las palabras me salían sin poder controlarlas
-No llores pequeña, tú también me haces mucha falta, y verás que ya pronto estaré allí con… con…
-Sí, lo sé, con nostras…- dije triste interrumpiéndola
-No… contigo Jul.… -y en ese momento no supe que más decir –Quiero estar contigo Jul.…- dijo llorando ahora ella
-Lena yo… yo, debo irme, lo siento, ya no tengo monedas y está haciendo mucho frío…- dije dudando
-Está bien, lo entiendo… gracias por llamar…- Respondió desilusionada
-Adiós Lena, regresa pronto princesa… -dije antes de cortar la llamada sin esperar respuesta por su parte.

Regresé de nuevo a mi soledad, ahora me sentía más moribunda que de costumbre, intentando encontrar otros motivos para el impulso de mis palabras durante la llamada, quise negarme su deseo de estar conmigo, me obligué a querer a Svletana, pues no tenía nada qué ofrecerle a Lena, solo le llevaría dolor y sufrimiento a su vida y al fin de cuentas, aquello que ella misma había dicho, me resultó tan difícil de creer que opté por pensar que lo había imaginado.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:20 pm

CAPÍTULO VIII: El regreso de Elena (por Lena)

Después de la conversación que mantuve con Julia el día de mi cumpleaños, el apuro por regresar a Moscú me invadió de repente, cada día era más duro que el anterior al encontrarme tan lejos de la persona que en secreto amaba, sus palabras aquella vez me confundieron, así que necesitaba regresar para despejar mis dudas de una vez por todas. Cuando los exámenes de fin de año terminaron, tomé mis pertenencia y a pesar de haber conseguido una extensión para mi beca decidí volver, en una rápida llamada le informé de mi llegada a Katia, pregunté por Julia pero ella no estaba, entonces sería una sorpresa, agradable esperaba.
El viaje de regresó tardó más de lo que yo esperaba, estaba tan ansiosa que las horas de ruta se me hicieron interminables, el taxi me dejó frente al edificio, ni siquiera había tenido tiempo de avisarle a mis padres de mi llegada, en aquel momento mi prioridad era Julia. Cuando ingresé al apartamento lo noté en el más estremecedor de los mutismos, una nota firmada por Katia sobre la mesa me informó que había ido con su padre, estaba algo resfriado y no quería dejarlo solo, pero prometía un encuentro por la noche; caminé hasta mi cuarto para quitarme las botas y dejar mi bolso de viaje, la puerta de la habitación de Julia estaba cerrada como de costumbre, no puede evitarlo y aunque deseaba retrasar el encuentro toqué suavemente, nadie respondió del otro lado, debí suponer que no estaría en casa, pues era domingo y acostumbraba a pasar el día con sus padres. Vacilante me decidí a entrar, muy pocas veces lo había echo y en ese momento, el perfume que la caracterizaba me envolvió tan suavemente que quise salir a buscarla por todo Moscú; el teclado enfundado junto a su pequeña biblioteca, partituras en el escritorio sobre las carpetas, las ropas usadas en el cesto y las limpias en sus cajones delicadamente guardadas, sobre su cama encontré un papel y un brazalete de hilo, la nota no estaba firmada, “Es imposible no amarte cada día un poco más…”, la caligrafía indicaba que había sido escrita por Julia, me sentí desilusionada al leerla, seguramente sería para alguna de sus chicas; cerré la puerta tras mi espalda y fui darme un baño, que al terminar me llevó hasta la cama, pero la de Julia.

El olor de sus sábanas me sumergieron en el sueño de saberme entre sus brazos, de sentir en mi alma las suaves caricias de sus labios, de querer fundir mi piel con la suya y escucharle decir repetidas veces que me amaba, soñé con ella como lo hacía desde algún tiempo atrás, ahora sus caricias eran más delicadas y me llevaban a un punto en que mi corazón parecía detenerse al contacto de mi cuerpo con el suyo… pude incluso sentir el calor de su abrazo sujeto a mi cintura, las suaves caricias de sus manos acomodando mis cabellos, el ligero roce de sus labios sobre mi cuello.

Un ligero ruido comenzó a traerme de regreso a la realidad, poco a poco fui despertando de ese sueño que me había agitado el alma, aún era de día cuando abrí los ojos y me sentí frustrada al encontrarme sola en el cuarto, me senté al borde de la cama intentando apartar de mi mente aquellas emociones que deseaba con desesperación hacer realidad. Julia debió haber regresado durante el tiempo que estuve dormida, pues su chaqueta estaba colgada ahora en una de las puertas del armario, el corazón comenzó a resonar en mis sienes, el simple de hecho de saberme a escasos metros de Julia provocaba esas sensaciones abarcando el talle de mi necesidad por ella. Salí del cuarto esperando encontrarla sola, pues dada la circunstancia sería mejor de ese modo; cuando aparecí en la sala, ella estaba acostada sobre el sofá frente al televisor, las zapatillas a un lado y el control remoto en la mano, parecía haberse quedado dormida mirando aquella película de acción y suspenso, hacía frío en el lugar así que elevé un par de grados más la calefacción, me acerqué a ella intentando ser silenciosa, un ligero movimiento de su cuerpo me detuvo, pero retomé la marcha luego de unos segundos, lo pensé por un momento y luego me recosté a su lado, con la cabeza en su pecho aferrándome al abrazo que a pesar de ser inconsciente, me inspiraba una seguridad jamás sentida.

Segundos después sentí su mano recorrer mi espalda, entonces con mi brazo sujeto a su cintura comencé a acariciar el lado de su cuerpo, en silencio solo observaba las imágenes pasar frente a la pantalla, no sabía exactamente cómo actuar en aquel momento, lo había imaginado medio millón de veces pero ahora mi mente estaba en blanco, como invariablemente sucedía cada vez que estábamos juntas.

-¿Cómo estuvo tu viaje?- Le escuché decir suavemente mientras bajaba algunas líneas el volumen de la televisión y regresaba su mano a mis caderas
-Una tortura…- dije quejándome –se me hizo interminable…
-Debí imaginarlo, pensé que nunca llegarías…- dijo riendo ahora -¿A qué hora llegaste?- Inquirió un poco menos despreocupada
-Supongo que cerca del mediodía, no lo sé realmente…- Respondí utilizando su mismo tono de voz
-Ah, de seguro cuando salí de compras, hoy no fui con mis padres porque están de viaje en Riazán, fueron a visitar a la familia…- dijo haciendo un gesto de molestia, yo bien sabía que no gustaba mucho de reuniones familiares
-Deberías intentar llevar una vida de familia como todo el mundo…- Dije a tono de reproche, ella rió
-Había olvidado cuánto te gusta regañarme…- dijo viéndome a los ojos
-Sin embargo verás que yo no me he olvidado de nada…- respondí provocándola
-¡Ja! ¿Ya hablaste con tus padres?- Dijo cambiando de tema rápidamente
-Quise resolver algunos asuntos pendientes antes de llamarlos…
-Ah… tengo hambre, ¿tu no?- Dijo sonriendo
-Sí algo…

Entonces con delicadeza se puso de pie y caminó hacia la cocina, me quedé pensando en lo que estaba sucediendo, las cosas no estaban tomando el camino que yo deseaba, pues era conciente de que por alguna razón evitaba entrar en mi juego, me costó un poco pero finalmente me armé de valor y me llegué donde ella, estaba cortando una verduras para hacer un caldo o algo parecido, me detuve tras su espalda, sus manos dejaron de moverse en aquel instante, y agachó la cabeza unos cuántos grados:

-Las cosas han cambiado Lena…- comenzó diciendo mientras buscaba cómo continuar, la interrumpí
-¿De qué modo?- Pregunté temiendo la repuesta
-Fue mucho tiempo…
-Solo un par de meses, no ha sido tanto…
-Tenía que sacarte de mi alma…
-¿Por qué?
-Eres amiga de Katia y esa es una línea que no estoy dispuesta a pasar…
-También soy tu amiga
-Es diferente
-No lo es… Julia, mírame… -dije al borde de las lágrimas
* Ella giró sobre sus talones para quedar frente a mí, pero no levantó la mirada del suelo, me caminé los pocos pasos que nos separaban, la sujeté con un brazo por la cintura y con mi mano libre levanté su barbilla- ¿Por qué no puedes verme?
-Estoy con alguien…- Dijo titubeando
-Pero sé muy bien que no la amas…- Respondí acariciando su mejilla
-¿Cómo puedes saberlo? Has estado fuera todo este tiempo…
-Ya no sigas con esto porque no tiene sentido, ¿tanto te cuesta ser honesta conmigo? ¿Crees que fue fácil para mí aceptar lo que me sucedía contigo? ¿Qué no sabía de tu respeto por Katia y sus amistades? Dime Julia, porque si piensas que para mí fue fácil pasar todo este tiempo tan lejos, intentando negarme lo que hoy puedo afirmar, entonces esto no tiene razón de ser y en verdad estoy perdiendo el tiempo contigo…
Tuve que hacer un gran esfuerzo para decir aquellas últimas palabras, pues los nervios me traicionaban y el llanto comenzaba a quitar de mi garganta el sonido de mi voz, arrimé mi rostro al suyo para secar una pequeña lágrima derramada, al separarme abrí los ojos solo para encontrarme con el gesto infantil de sus bellos ojos azules y sus cabellos negros cubriéndole la frente, su mirada era tímida pero parecía querer llagar un poco más allá de mis ojos, sus manos estaban sujetas a mi cintura y en un lento movimiento coloqué las mías tras su espalda para apretarla fuertemente contra mi cuerpo, la escuché suspirar como aliviada junto a mi oído, entonces nos alejamos, volvimos a mirarnos pero ahora sus ojos estaban sobre mis labios, me sentía nerviosa, los suyos temblaban: “Lena…” dijo como intentando encontrar una palabra que continuara lo que quería decir sin animarse. Me sonreí al notar que su vocabulario se había limitado a mi nombre, pero con este gesto dejó de respirar, acaricié su mejilla con el dorso de mi mano derecha, acerqué mi rostro para besarla en la frente y en un movimiento suave acercó sus labios a los míos… aquellos labios húmedos que tímidamente invitaban a los míos a entreabrirse, y lo dejé suceder, dejé que su lengua acariciara suavemente la mía mientras me aferraba a su abrazo, sus manos recorrían mi espalda, podía sentir ese impetuosa necesidad de querer perderme en el aroma de su piel y consumir mi alma en aquel beso. Luego de largos minutos nos separamos, ambas sonreíamos ante la complicidad del secreto que ahora compartíamos… “Te amo…” me dijo en un susurro “…te amo como no tienes idea, te amo desde la primera vez que te vi y sentí que eras tú mi vida entera…”, pero la interrumpí para llevarla de nuevo a perder la conciencia cuando en el mismo tono de voz le dije que quería estar con ella “¿Estás segura?” Me dijo justo antes de que me arrojara a sus labios otra vez a modo de respuesta.
Caminamos los pocos metros que nos separaban de su cuarto a ciegas, ni una ni otra nos separábamos del abrazo que nos llevó de paseo hasta la cama, jamás pensé que esa chica de aspecto rebelde podía ser un paquete de monerías con las luces apagadas, lentamente recorrió mi rostro y mi cuello con suaves besos mientras quitaba de mis vaqueros la camiseta blanca, la respiración comenzaba a agitarse dentro de mi pecho, sus manos delicadas y claramente hábiles en la tarea, recorrieron uno a uno los rincones de mi espalda y pecho, ambas en silencio pues las palabras sobraban, solo podía escuchar de tanto en tanto el lejano sonido de su respiración entrecortada junto a mi oído, ahora sus manos estaban recorriendo el camino hacia los botones de mis vaqueros, la urgencia se sentir su piel me obligó a arrebatar el suéter y la camiseta que vestía aquella tarde, con prisas quité el cinto que sostenía aquel pantalón holgado y lo arrojé un poco más allá donde luego fue a parar la prenda, pues al caer al suelo la alejó con los pies. Me sentí demasiado nerviosa al notar que casi no quedaba ropa por quitar en mi cuerpo, las sensaciones de estar con un hombre eran completamente diferentes al calor de su moreno cuerpo, me miró a los ojos sonriendo, suavemente me tendió sobre la cama en una marejada de besos y caricias, ahora sentía urgente la desesperación de amarla, “No tengas miedo… solo es diferente, pero te amo, y no haré nada si sientes que aún no estás preparada…”, me dijo otra vez justo antes de que la tomara por la espalda para apretarla contra mi cuerpo. Esas palabras me acariciaron el alma, a pesar de su propio e incontrolable deseo, estaba dispuesta a renunciar, pero yo no, aún sin estar preparada no podía detenerme, quería estar con ella y nada podía apartar esa idea de mi mente.

Sentí la suavidad de sus manos deslizar por mis piernas las bragas, sus labios besaron cada pulgada de mi cuerpo mientras yo solo podía perder el control sobre mi cuerpo, besó mis labios al tiempo en que una de sus manos recorría mi vientre, aquel cuidado roce de su piel cerca de mis caderas me obligó a cerrar los ojos momentáneamente, entonces dejé de sentir sus labios en los míos para experimentar la sensación húmeda de sus besos en mis senos, para llegar momentos después hasta mi vientre y allí las cosas perdieron el sentido, ya no pude distinguir entre tener los ojos abiertos o cerrados, tenía calor y urgencia por sentirla por completo, la quería conmigo sin entender razones o motivos, mi respiración se detuvo al tiempo en que cada músculo de mi cuerpo se tensó por completo, y un leve temblor me tumbó nuevamente sobre las sábanas celestes de su cama, pues al sentir aquel delicioso placer había formado un arco entre mi cabeza y mi cintura, ella me sostenía entre sus brazos inspirándome seguridad y confianza, besaba mi cuello para luego mecerme suavemente mientras susurraba palabras de amor en mis oídos, sentí ganas de llorar porque por primera vez en mis 22 años me sentía completa de verdad, Julia era lo que le faltaba a mi vida y por fin la había encontrado, no la dejaría ir jamás.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:22 pm

CAPÍTULO IX: Un nuevo principio (por Julia)

Abrí los ojos, el cuarto estaba en penumbras, solo un claro atravesaba las cortinas proveniente del alumbrado público en la calle, observé el reloj marcando las 9 de la noche pasadas por algunos minutos, sentí frío y busqué al final de la cama las cobijas para cubrirme, mi brazo estaba bajo su cuerpo así que debí tener mucho cuidado, en vano, pues de todos modos despertó, “Hola…” dijo en un susurro mientras yo terminaba de cubrir su cuerpo con las cobijas, aparté algunos rizos que rebeldes se tiraron sobre su rostro, y allí estaba su sonrisa de fuego y sus ojos felinos brillando en la oscuridad, no pude resistirme y la besé con vehemencia, luego comencé a reír… “Bueno, tenía hambre pero no sé si tanta…” ella festejó mi broma, quizás ahora si debía terminar aquella comida, el vacío en mis estómago era demasiado insistente, ella se recostó sobre mi cuerpo mientras besaba mi cuello, con desesperación besó mi boca y mientras seguía bajando hasta mi pecho, dije otra broma: “Parece que quieres empacharme, tendré que hacer dieta por un tiempo…” dije para reírme con frenesí al escuchar sus sonrisas desde mi vientre, ella me miró aún con ese gesto de júbilo en sus labios: “¿Dieta? ¡Ja! Ni lo sueñes, tienes por lo menos tres meses de cama después de esto…” dijo riendo ella ahora por la verdad de su comentario, debíamos acostumbrarnos pues habían sido casi tres años de abstinencia y debíamos recuperarlos.
En un primer momento, me sentí avergonzada de solo pensar que tendría que enseñarle como hacerlo, es algo embarazoso decirle a alguien donde poner el alma, y lo digo por experiencia propia, pero extrañamente, de un segundo a otro me encontré susurrando su nombre con el pulso agitado y la respiración entrecortada, ¿de dónde había salido todo eso? No lo sabía, pero la sensación de sus labios y las caricias recorriendo mi cuerpo fueron suficiente respuesta, nadie, en toda mi vida logró llevarme al abismo de la locura durante tanto tiempo, y repetidas veces, era cierto que hacía tiempo que no estaba con alguien pero más allá de eso, Lena había encontrado un punto débil que arqueaba mi cuerpo y me agitaba el alma, por ahí me observaba y sonreía, y yo solo cerraba los ojos para morder mi labio y dejarme someter al calor de sus caricias. Luego vino el abrazo y mientras regresaba mi pulso a la normalidad, ella me dijo: “Apuesto a que pensaste que no podría hacerlo…” yo comencé a reír, entendió mi respuesta, “Pues claro que no sé, pero aprendo rápido…” dijo ahora, me sentí en verdad feliz en ese momento, Lena, mi gatita, era todo lo que le hacía falta a mi vida y ya no recordé el dolor del desamor, ni siquiera recordé que estaba en pareja, eso lo arreglaría más adelante.
Vestí mi pijama cerca de la medianoche, fui hasta su cuarto a buscar el suyo, Katia no había regresado o al menos eso parecía, regresé y ella estaba viéndose al espejo, “Eres hermosa, deja de dudarlo, nada puedes hacer para verte más bella porque es imposible…” dije mientras la sujetaba tras su espalda por las caderas, ella rió y giró su cuerpo para besarme despacio, “Vamos a comer que muero de hambre…”, detalle, Katia estaba en la cocina riendo como niña de diez años recién terminando una travesura: “¡Lo sabía! ¡Lo sabía!” Dijo gritando mientras nos abrazaba, ambas nos pusimos del mismo color del cabello de Lena, claro que ella lo sabía, siempre lo supo y siempre respetó nuestros sentimientos, estaba tan feliz como nosotras y propuso una celebración… terminamos riendo las tres en la sala, la botella de vodka casi liquidada y ahora yo, sentada en el regazo de mi princesa, estábamos en verdad felices.
A partir de aquella noche las cosas fueron totalmente diferentes en el apartamento, ahora Lena dormía conmigo en mi cuarto y debí hacer un espacio en el armario para su ropa, en mi espejo ahora estaban sus cepillos, peines y accesorios, que sumados a los míos apenas cabían en el lugar; se me hizo costumbre encontrar la cama revuelta al regreso de la facultad, pues yo salía más temprano que ella y ahora era Lena quien despertaba tarde, a veces no hacía tiempo para tender la cama y así la dejaba… yo reía ante su apuro, el pijama sobre el respaldar de la silla frente al buró, sus papeles mezclados con los míos, y sus tantas otras pertenencias desparramadas por el cuarto… ¡Mi novia era un desastre! Y yo que inocentemente pensaba que sería más minuciosa con sus pertenencias que yo, pero ese solo era un “visible” desperfecto en toda la perfección que la envolvía…
Tuve que reorganizar mi vida, dejar a Svletana no fue fácil, pero ella debía entender que mi corazón tenía dueña hacía mucho tiempo, durante algunos días estuvo llamando y yendo a buscarme, hasta que la mala suerte corrió de su mano y fue Lena quien le pidió en un tono amistoso, que ya no me buscara, digo amistoso porque ella me dijo que así había sido, aunque ahora me pregunto si no habrá sido de otro modo, pues Svletana jamás volvió a dirigirme la palabra. Mamá y papá ya conocían a Lena, así que la sorpresa no fue tanta pues ellos sabían que yo la amaba, se pusieron muy contentos e incluso, nos invitaron a pasar el fin de semana en Riazán ¡Ja! Lena me obligó a ir… nos divertimos mucho, no sé porqué siempre evitaba esas reuniones familiares, mis primos eran un poco más chicos que yo pero ahora me la pasaba de lo mejor con ellos, mis tíos nos dieron un cuarto para nosotras solas… “¡Con cama doble!” Gritó mi princesa cuando fuimos a conocer la habitación, yo solo me reí: “Será un largo fin de semana…” dije mientras ella me tiraba sobre la cama, siempre me llevaba la delantera, era más grande y más fuerte que yo, y por otro lado, yo tampoco ponía mucha resistencia de mi parte, en fin… Cuando regresamos de nuestro aventurado viaje de dos días, Katia nos presentó finalmente a su novio, hacía más de tres meses que salían pero ella se negaba a presentarlo en “familia”, era un buen muchacho, bien parecido y con una excelente educación, se los veía enamorados y esto nos puso muy felices a mi y a Lena, ahora, aunque diferentes, éramos 4 para salir por la noche, y lo hicimos un millón y medio de veces.
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