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Lo mejor para mi // Por: Eidan&Sille (Original de Clom)

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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:54 am

Capítulo 1: Te vi durante un minuto en el tiempo.
 
Elena se mordió el labio y frunció el ceño mientras intentaba meter su coche en un espacio que era el justo para que cupiera. Algún idiota había aparcado dos enormes todo-terrenos sobre la línea, y el pequeño coche de Lena cabía justo entre medias, sin demasiado espacio a cada lado. Apartando de su cara con un soplido los rizos de pelo rojizo que se habían escapado de su coleta, aparcó el coche y se giró. Sonriendo a la pequeña pelirroja atada en una sillita de coche en la parte de atrás, hizo señas con las manos, diciendo las palabras mientras las formaba.
 
“Hemos llegado.”
 
Fue recompensada con una preciosa sonrisa, la misma sonrisa que había derretido el corazón de Lena durante los últimos cuatro años, y una excitada mirada a los ojos. Agitando ligeramente la cabeza en incredulidad ante lo afortunada que se sentía, se apretó para salir del coche y abrió el asiento trasero. Luchando contra las correas consiguió sacar a su hija de una pieza, agradecida porque fuera tan pequeña, y la dejó en el suelo junto al coche. Advirtiéndola con una mirada y una rápida seña que se quedara entre los coches, encontró sus varias mochilas y cerró el coche. Tomando la pequeña mano en la suya, y mirando a ambos lados en busca de coches, fue hasta el ascensor, y su corazón se aceleró sólo un latido cuando pasaron junto al mismo cartel junto al que pasaban mes sí y mes no.
 
Hospital de Niños Memorial Callaghan
 
Subieron al octavo piso, y Lena sintió que Katya tiraba de su mano, arrastrándola a lo largo del pasillo. Para su hija este era un lugar divertido, lleno de juguetes y gente amable. Para Lena este era un lugar de emociones mezcladas. El lugar donde le habían dicho lo enferma que estaba su hija, un lugar donde le habían dicho que había una oportunidad de que mejorara, y un lugar donde había sostenido a su hija pequeña en sus brazos y había llorado, con el corazón rebosante de agradecimiento porque iba a estar bien. Todo eso había pasado dos años atrás, pero Lena podía sentir cada emoción limpiamente grabada en su interior. Tomando un profundo aliento dejó que Katya tirara de ella.
 
Llegaron a la sala del hospital con mucho tiempo, y Katya estaba fuera de sí de emoción. La guardería en la sala de niños era enorme, y casi todos los niños eran amigables. No era que Katya no tuviera suficiente juguetes en casa, pero al ser hija única se sentía solitaria. Cuando llegaron a las medias puertas que separaban la sala de juegos del pasillo, la pequeña paró sobre sus pasos y Lena se asomó para ver qué la había dejado tan súbitamente insegura. En lugar de estar llena de niños que reían, lloraban y llenos de pintura, los ocupantes de la sala estaban todos sentados en orden y, asombrosamente, sosegados en el suelo, rodeando a una joven mujer en una silla.
 
Debía de ser de la altura de Lena, o eso calculó ella. Cabellos negros colgaban de su cabeza, apartados hacia atrás, pero con suficiente libertad para crear preciosas mechones a los lados. Rasgueaba ligeramente una guitarra y cantaba a la vez, con las voces de los niños uniéndose con suavidad. Desde el ángulo en el que Lena estaba no podía verle la cara, pero su voz estaba enviando escalofríos a través de la columna de la mujer pelirroja.
 
Sintió que Katya retrocedía al refugio de sus piernas, agarrando la mano de Lena con más fuerza y con aspecto inseguro. Lena extendió el brazo y puso la mano con gentileza en su hombro, y miró a su hija a la cara, animándola a seguir adelante. Oyó una voz, tan hermosa al hablar como al cantar, murmurándolas desde el otro lado de la habitación.
 
“Está bien, pasad.” La frase se dijo en el tono más tentador posible y sin que la hablante se perdiera un acorde de la guitarra. Cambiando el tono continuó con la canción, sonriendo a Lena y Katya mientras pasaban y se sentaban. Lena miró el rostro de la guitarrista e intentó que sus pensamientos tomaran un orden coherente.
 
Dios, es preciosa, pensó.
 
Katya, aún asustada, se aferró con fuerza a la mano de su madre. Se sentaron y Lena cruzó las piernas, llevando a su hija al refugio de su regazo. Ciñendo sus brazos alrededor de la pequeña se balanceó ligeramente, dividida entre mirar a su hija y mirar a la chica de la guitarra. Katya tenía una mirada de asombro en su rostro. No podía apartar sus ojos de la mujer al frente de la habitación, moviendo su cabeza ligeramente al movimiento ascendente y descendente de la rasgueante mano. Lena estaba sorprendida por la fascinación de su hija, pero tenía que admitir secretamente la suya propia. Había algo muy seductor en esa mujer.
 
Acabó a las pocas canciones, y los niños se dispersaron por todos los rincones de la sala de juegos. Lena se incorporó con un tinte rojo que teñía sus mejillas sin ninguna razón obvia mientras Katya se fue hacia los otros niños. La pelinegra volvió a guardar con cuidado la guitarra en su funda y caminó lentamente hacia la pelirroja, quien estaba de pie con cuidado, con las manos en los bolsillos.
 
“Hola” la guitarrista ofreció una mano, “soy Yulia.”
 
“Elena” replicó Lena estrechando la mano. Fue un buen apretón de manos, firme pero no demasiado, apretando pero sin estrujar, y sin palmas sudorosas. Le gustó. “¿Haces esto mucho?”
 
“Sí” sonrió la guitarrista. “Soy una músico-terapeuta aquí, hacemos esto una vez a la semana. Es genial para los niños, y” sonrió y Lena vio la sonrisa recorrer todo el camino hasta sus ojos, “a mí también me encanta.”
 
“Eres realmente buena.” Murmuró en respuesta.
 
“Oh, gracias. A tu hija pareció gustarle.” Yulia señaló con la cabeza a Katya, quien ahora estaba construyendo con paciencia una torre de bloques. La precaria naturaleza de la construcción la llevó a una caída en poco tiempo. “Deberías traerla más a menudo.”
 
“Sí” dijo Lena suavemente, “En realidad no entiendo por qué le gustó tanto.”Yulia pareció sorprendida y un poco insultada. Lena se apresuró a explicar: “No, no, es genial, es bueno, sólo que no puede oírlo. Katya es sorda.”
 
“Oh” entendió la pelinegra. “Está bien, se puede hacer algo al respecto.”
 
Ahora era el turno de Lena de volverse para mirar a la otra chica como si estuviera loca.
 
“Eh, es música, no oír influye en alguna parte.”
 
“No siempre” sonrió la otra chica, enviando el corazón de Lena a un torbellino. “Vuelve la semana que viene, te lo enseñaré.”
 
“Me gustaría”, la pelirroja miró su reloj, “oh, cielos, tenemos que irnos o nos perderemos la cita de Katya. Hey, me ha gustado conocerte.”
 
“Lo mismo digo” dijo Yulia, sonriendo para sí y apreciando, con algo de culpa, el trasero en los pantalones mientras salía por la puerta.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:55 am

Capítulo 2 : Ritmo y bajo.
 
Lena entró en el aparcamiento subterráneo con el corazón acelerándosele de expectación. Esto era una locura. Estaba loca. No, no, estaba haciendo esto por Katya.
 
Entonces, ¿por qué te sudan las palmas?
 
Lena juró ligeramente cuando alguien le quitó el sitio, agradeciendo que su hija no pudiera oír. De una manera era una bendición, porque algo del lenguaje que la chica hubiera recogido de Vladimir hasta el momento, bueno... Lena se lo increpaba todo el tiempo, arguyendo que podía ver y que al final acabaría aprendiendo. Ella misma intentaba no hacerlo, aunque el tráfico a veces sacaba lo mejor de ella. Vladimir no escuchaba. Vladimir nunca lo hacía.
 
Encontrando otro lugar, más lejos de la puerta, Lena echó un vistazo a su reloj por millonésima vez en una hora. Pronto. Aún. Salieron apresuradamente del coche hacia el ascensor, sonriendo junto con su hija en anticipación, aceptando que casi seguro era por cosas diferentes. Llegaron al octavo piso y ya estaban en la sala de juegos, Lena sintiéndose en las nubes.
 
Para su decepción, sólo había niños haciendo un ruido endemoniado. Dejó que Katya se uniera a ellos, templada por la vista de su hija pasándoselo bien. Estaba apoyada contra el marco de la puerta, observando la diversión, cuando oyó una suave y estimulante voz tras ella.
 
“Habéis vuelto.”
 
Lena se giró para encontrar a Yulia de pie detrás de ella, con un gran saco en una mano y una sonrisa torcida en el rostro. Lena se movió para dejarla pasar. “Sí dijiste que debíamos hacerlo.”
 
"Me alegro.” La pelinegra se movió hacia una pequeña mesa y bajó el saco. “Hoy tengo algo bueno, y creo que tu hija le sacará algún provecho.”
 
La curiosidad de Lena se incrementó.
 
Yulia vació el saco pieza por pieza. Había tambores grandes, tambores pequeños, un metrónomo y un montón de cosas más que Lena reconocía y no reconocía. La guitarrista dio una palmada, para el aviso de todos los niños menos Katya, y el ruido de la habitación decreció. Lena se tensó, pero Yulia la tranquilizó caminando entre los niños y, mientras les llamaba la atención, consiguió la de Katya poniendo una mano en su hombro. Fue considerado, fácil e hizo que el interior de Lena se derritiera. Muy poca gente se molestaba en tratar a Katya con tanta amabilidad. Si no la ignoraban tendían a alzar la voz, lo que no tenía sentido porque la chica era completamente sorda, o la trataba como si fuera una especie de retrasada inválida, lo que hacía que Lena se enfureciera. Su hija era una niña preciosa y estupenda con una mente increíble y la imaginación hiperactiva de cualquier niño de cuatro años del mundo. Aún así, sabía que su hija notaba el cambio en la otra gente. Había empezado a ver su aislamiento, y la basta no aceptación de algunas personas a su alrededor. Lena no pudo evitar sentirse agradecida hacia Yulia, quien con un gesto había hecho exactamente lo correcto. Uniéndose a los niños de alrededor Lena se sentó en el suelo. Su hija, embelesada una vez más por la pelinegra, no se quedó pegada a su madre esta vez sino que fue de puntillas con los otros niños. Yulia sonrió.
 
“Hoy vamos a hablar de ritmo...” Y así continuó. Sacando un xilófono recorrió con una baqueta las notas, ganándose “ooohs” y “aaahs” de sus adoradores alumnos.
 
Lena la observó incluir a todos en la música dejándoles jugar con los tambores o sentir la pulsación del metrónomo. Observó cómo todas y cada una de las veces incluyó a Katya dejando que la chica sintiera la pulsación donde los otros podían oír. Cada vez que una vibración diferente recorría las pequeñas manos su rostro se iluminaba como un árbol de Navidad, y el corazón de Lena casi se rompió. Para el final de la clase estaba reteniendo las lágrimas. Se arrodilló para saludar a Katya, quien voló hacia ella, tan emocionada que sus manos eran un torbellino de actividad mientras describía con señas sus increíbles experiencias a Lena, en la ignorancia infantil de que su madre había estado ahí todo el tiempo. Lena, con una sonrisa de oreja a oreja, miró y escuchó atentamente, devolviendo las señas apropiadamente hasta que su hija se quedó tan cautivada que perdió las palabras y simplemente se disolvió en emocionadas risas de cuatro años. Lena la envolvió en un enorme abrazo y la envió a recoger los juguetes antes de irse.
 
Volviéndose para encarar a la guitarrista capturó la sonrisa en el rostro de la otra chica.
 
“Muchísimas gracias” dijo Lena, con la voz desbordante de gratitud. “Eso ha significado para ella más que cualquier cosa en mucho tiempo” Se ahogó en la última palabra.
 
“No es nada.” Yulia bajó la mirada ruborizándose. “Nadie necesita perderse nada sólo porque sean algo limitados en algunas áreas. Deberías verme bailar, no me detiene. A veces para el tráfico” bromeó. Lena rió con gracia y se perdió el brillo que resplandeció por un momento en la mirada de la guitarrista. “¿Has estado en el centro comunitario?” preguntó.
 
“No” dijo Lena con aspecto interesado. “¿Por qué?”
 
“Dan algunas clases geniales, enseño música a los niños los miércoles por la tarde, después del colegio. Hay una clase de arte estupenda pasillo abajo, deberías echarle un vistazo.”
 
“Debería hacerlo.” Lena miró a su reloj y soltó un suspiro apenado. “Tenemos que irnos. Tal vez nos veamos por ahí.” Se quedó mirando a la morena esperanzada.
 
“Sí, estaría bien.” La suavidad en la voz de Yulia hizo que Lena se estremeciera. Recogiendo a Katya se marchó antes de que pudiera fundirse en un charco en el suelo de la sala de juegos.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:56 am

Capítulo 3: El hogar se encuentra donde está el corazón
 
El cielo en el exterior se oscurecía con nubes mientras caía la tarde. Lena estaba de pie en la ventana de la cocina, con la cena burbujeando en el fuego detrás de ella y la mente en otra parte. Con la mente, de hecho, atrapada en la sala de juegos del Callaghan Memorial y una pelinegra muy, muy hermosa. Creyó oír la puerta principal abriéndose y salió precipitadamente del pensamiento, ¿En qué estaba pensando? Volviéndose para saludar a quien entraba encontró la puerta firmemente cerrada y a Katya aún en el suelo viendo dibujos animados con subtítulos. Tomándose un momento para observarla, Lena sonrió. Su hija leía cada día más rápido y Lena se sentía orgullosísima, definitivamente era una niña inteligente. Aunque claro que tenía que pensarlo, ¿no están todas las madres orgullosas?
 
‘La mía no’ pensó con remordimientos.
 
Suspirando, volvió a fregar los platos, mirando el reloj por el camino. Eran cerca de las siete y sabía que Vladimir iba a llegar tarde. Otra vez. Sacó la cena del fuego antes de que se quemara por completo y sirvió una porción para su hija. Parándose a pensarlo un segundo, se sirvió a sí misma una porción, sabiendo que si no acabaría comiendo sola. Vladimir sólo se comería la suya frente al televisor cuando llegara a casa. Supuso que era comprensible, trabajaba unas horas escandalosas.
 
Katya y Lena habían comido, pasado por la siempre divertida hora del baño y estaban acurrucadas en la cama de la niña leyendo un cuento de buenas noches cuando finalmente la puerta principal se abrió y cerró de un golpe. Lena alzó la vista un segundo y luego, con otro suspiro muriendo en su garganta, acabó el cuento. Metiendo a su hija en la cama, jugó a hacerle cosquillas y luego le dio un pequeño beso en la frente, dejando la puerta una rendija abierta al salir.
 
Esa noche no quería recorrer el pasillo. Esa noche no quería ver a Vladimir y no podía explicar exactamente el porqué. Las cosas llevaban tensas un tiempo pero Lena sabía que era tan culpa suya como de Vladimir. Tenia que sacar más tiempo para él y hacerle sacar más tiempo para su familia. Pero esta noche se sentía agotada por dentro. Tragando, fue silenciosamente hacia el salón. Su marido ya estaba en el sofá, con un bol de comida en sus manos y un tenedor moviéndose automáticamente del plato a su boca. Tenía los ojos pegados a la televisión. Notó que había apagado los subtítulos, a pesar de que eso significara que Katya iba a tener que buscarla al día siguiente para que los volviera a encender. Con el corazón pesado, Lena caminó y se sentó en el sofá junto a su marido.
 
“Ho-ha.” Con al boca llena, Vladimir sonaba como un Teletubby. No tenía su aspecto, incluso después de seis años de matrimonio. Estaba tan delgado como el día en que le había conocido, alto y guapo. Tenía unos pocos mechones grises, y a ella le parecía divertido, gris en Vladimir, pero sólo estaba en las sienes. Si estaba encaneciendo prematuramente a él no le importaba, ni tampoco a ella. Le daba un aspecto austero. Estirando las piernas sobre la mesa de centro, ella tomó su bol ahora vacío y lo lavó, mirando por la ventana y preguntándose por qué se sentía tan vacía. Volviendo al sofá se quedó mirando a Vladimir, intentando atraer su atención. Después de diez minutos se rindió y simplemente le interrumpió.
 
“Hoy he llevado a Katya al hospital.”
 
“Mm” dijo, sin sonar muy interesado y los ojos fijos en la televisión. Unos segundos después una mirada confusa apareció en su rostro. “Pensé que fue la semana pasada. La doctora Zevnovaty dijo que estaba bien.”
 
“Sí, esto ha sido por otra cosa. Una clase de música. Hay una músico-terapeuta, muy amable, que sugirió que nos pasáramos. Ha sido asombroso, trajo tambores y otros instrumentos de percusión para que Katya pudiera sentir las vibraciones. Se involucró de verdad, Vladimir, fue maravilloso.” Fue en este punto cuando Lena se dio cuenta de que su marido no escuchaba una palabra de la que decía. “¿Vlad?”
 
“¿Eh?” él la miró, con ojos rojos de la fatiga. “Eso es genial, cariño.”
 
“Sí” dijo Lena en voz baja. Mirándole un momento más, con la visión de él de vuelta a la caja cuadrada, se mordió el labio. Entonces se fue a la cama y se quedó tumbada, mirando fijamente la ventana cortinada hasta que le sintió meterse en la cama. Cuando finalmente le oyó roncar, cerró los ojos y lloró
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:57 am

Capítulo 4: No como lo tenía planeado.
 
Muy en el fondo Lena sabía que no debía estar haciendo esto. Una y otra vez se decía que era por Katya. Sólo estaba echando un vistazo a esta clase de arte para su hija, y ya. Era mentira, pero era una mentira que eligió creer. Si no ¿qué demonios estaba haciendo aquí? Para mirar con ojos de cordero a una músico que, incluso si estaba soltera, probablemente ni siquiera se había fijado en la tímida y poco especial Lena.
 
Empujando las puertas del centro comunitario se perdió, con un corredor enfrente de ella inundado de niños y adultos nadando por todas partes. Se quedó mirando al folleto en su mano intentando encontrar sentido a las direcciones. Subiendo la mirada a la masa de gente que aparentemente seguía su mismo camino suspiró. Nunca había sido buena en estas cosas.
 
“Pareces perdida” la voz familiar envió una sensación familiar a través de la espina dorsal de Lena. Se giró para encontrar a la pelinegra, funda de guitarra en mano, sonriéndole desde la entrada. “¿Qué estás buscando?”
 
“La clase de arte que me recomendaste” admitió Lena, agradecida por la presencia de alguien conocido. “Parece una buena idea.”
 
“Es una clase genial” resaltó Yulia, “¿Has traído a Katya?”
 
“No, sólo yo. Pensé que sería mejor echarle un vistazo primero.” La respuesta fue un asentimiento de comprensión. Continuó. “Aunque si pudiera averiguar dónde está, sería de ayuda.”
 
Yulia rió y luego se separó del marco de la puerta. “Vamos, te lo enseñaré, está justo en la puerta junto a la mía. Mi clase les da serenatas mientras trabajan.” La chica de pelo negro trazó un hábil camino entre la abultada muchedumbre y Lena se pegó a ella, con miedo a perderla.
 
A medio camino del pasillo Yulia abrió una puerta y dejó entrar a Lena a una espaciosa habitación llena de la parafernalia de cualquier buena clase de arte. Varios caballetes estaban esparcidos sin ningún orden en particular. Una pared estaba llena de tornos de alfarero y arcilla, otra de collages y papel. A Lena le llevó una fracción de segundo llegar a la conclusión de que Katya iba a estar en el séptimo cielo aquí. Yulia, sonriendo ante la mirada del rostro de Lena, tiró de ella por el codo y la llevó a conocer a la mujer de pelo corto marrón al frente de la clase. Cuando se aproximaron la mujer alzó la vista y una verdadera sonrisa cálida iluminó su cara al ver a Yulia. Lena sintió protestar sus entrañas.
 
“Hola, Rita” saludó Yulia jovialmente. “Esta es Elena.”
 
“Hola, Elena” la mujer de pelo marrón alargó una mano que Lena apretó con incertidumbre.
 
“Quiere iniciar a su hija en esta clase” explicó Yulia.
 
“Oh, genial” exclamó la pequeña profesora de arte, “¿Cuántos años tiene?”
 
“Sólo cuatro, pero llenos de, bueno, entusiasmo de cuatro años” bromeó Lena.
 
“Te entiendo” contestó Rita con una risa. “Nuestra clase de los miércoles va de cinco a diez años, pero los acepto un poco menores si son maduros. ¿Crees que podrá apañárselas sola?”
 
“Claro” dijo Lena. En realidad no estaba segura en absoluto, pero estaba dispuesta a intentarlo por Katya. “Sólo hay una cosa...” paró sin saber cómo seguir.
 
“Katya es sorda” añadió Yulia con claridad, aunque la manera en la que lo dijo lo hizo sonar como si no fuera algo importante. Lena la echó una ojeada con sospecha. “Pero eso no debería ser un problema, ¿verdad?”
 
“No, no pasa nada. ¿Puede leer los labios?” la chica de pelo marrón no parecía demasiado reticente.
 
“Un poco” añadió tartamudeante Lena. “Se le da bastante bien entender lo que quieres decir. Si quieres puedo quedarme y hablar en signos.”
 
“Tal vez sea buena idea para la primera clase, pero nos las arreglaremos bien.” Sonrió Rita. Lena casi suspiró con alivio ante lo fácil que había sido. “Tráela la semana que viene.”
 
“Lo haré” dijo la madre pelirroja fervientemente. “Estará encantada.”
 
Mirando a otra parte no se fijó en la sonrisa de Yulia, ni la suave mirada de deseo en sus ojos. La paz y tranquilidad que las tres compartían se rompió de repente por un torrente de niños pequeños que inundaron la clase.
 
“Esa es la señal para ir al otro lado del pasillo” dijo Yulia con una sonrisa. “¿Te veo la semana que viene, Lena?”
 
Con el corazón latiéndole a un millón de kilómetros por hora cada vez que la guitarrista decía su nombre, Lena asintió. Su boca se estaba secando con rapidez y no estaba segura de poder hablar. Observó a la pelinegra irse y se despidió de la profesora de arte.
 
Para cuando llegó a casa estaba zumbando de alegría. Pagando a Masha, la estudiante de la puerta vecina que cuidaba de Katya de vez en cuando, se puso a hacer la cena tarareando una alegre melodía. Aún estaba de subidón cuando Vladimir llegó a casa, sorprendiéndola al rodearla con sus brazos desde atrás y robando un trozo de zanahoria.
 
“¿Qué te tiene tan contenta, bomboncito?” Era su viejo apodo para ella, y no lo había usado en meses.
 
“Tengo una sorpresa para Katya” dijo, entusiasmada por compartirlo. “Hay una clase de arte fantástica en el centro comunitario. Los miércoles por la noche. Le va a encantar. Vladimir, tiene de todo, ¡deberías verlo! Tienen cosas de alfarería y pintura y...” lo dejó en el aire, con la mirada en el rostro de Vladimir desmoronando su explosión de felicidad. “¿Qué?” dijo, casi en un medio suspiro.
 
“¿Es eso una idea tan buena?” su voz era acusadora.
 
“¿Qué quieres decir?” demandó.
 
“¿Cómo demonios se supone que va a funcionar en una clase llena de gente? No puede oír, Lena. Tienes que dejar de empujarla a hacer cosas que simplemente no puede hacer. En algún momento tendrás que aceptar sus límites. ¿Cómo va a oír a la profesora? ¿O a entender lo que se supone que tiene que hacer? ¿Y cuando los otros niños la griten? ¿Entonces qué?” Vladimir se estaba enfureciendo más y más con cada pregunta y el volumen de su voz se elevó acorde a ello. Lena retrocedió un paso inconscientemente, por defensa.
 
”Vlad...”
 
“No, Lena. Simplemente no es normal y vas a tener que habituarte a ello.” Salió disparado de la cocina. Momentos después ella oyó funcionar la ducha y dejó salir el aliento que había estado conteniendo sus pulmones durante toda la charla. Asomó la cabeza e la esquina y se alivió al ver a Katya viendo dibujos animados felizmente, por supuesto con subtítulos, ajena a la discusión de sus padres.
 
Estaba equivocado. Sabía que estaba equivocado. Katya era una niña inteligente, creativa y asombrosa. Claro que era sorda, y había tenido algunos otros problemas de salud, pero ahora todos estaban resueltos. Cuando nació, Lena había pensado que su hija era la criatura más perfecta que nunca había visto. Incluso Vladimir había estado embelesado. A los doctores les había llevado muy poco tiempo romper ese hechizo, viniendo el primer día para darles las noticias. Katya tenía una enfermedad coronaria, un agujero. Era lo suficientemente pequeño como para poder esperar para hacer algo al respecto, pero lo suficientemente grande como para que un día tuvieran que operar. Lena aún podía sentir la helada sangre corriendo por sus venas. Había acogido a la niña con fuerza en sus brazos y la había sostenido, como si pudiera protegerla del daño ya hecho. Habían capeado la tormenta. Vladimir había sido estoico. Habían pasado por la operación cuando llegó, y de momento simplemente había lidiado con la llegada. Al final, eso quería decir que Lena había lidiado con esa llegada. Atendió a todas las visitas médicas, los chequeos, las visitas de emergencia por enfermedades constantes. Se había preocupado durante la noche y había llevado a cabo toda la investigación. Vladimir se había distanciado lentamente y firmemente de la situación, retirándose poco a poco. Y cuando se había hecho dolorosamente obvio que había algo más mal, se había marchado casi por completo. Si los problemas de corazón no habían sido suficiente, descubrir que Katya era sorda había sido un golpe por la espalda. Totalmente inesperado. Y Vladmir había pasado por ello básicamente ignorándolo.
 
Lena se había repuesto. Inmediatamente había empezado clases del lenguaje de signos, determinada a criar a su hija con un lenguaje propio. Lo había dominado rápidamente, hablando con la chica cada día y llevándola a clase. Katya se había vuelto fluida en el lenguaje de signos, y Lena era igual de sobresaliente. Sólo Vladimir seguía incapaz de hacer señas. Su argumento había sido que de todas formas ella necesitaría aprender a leer los labios. Atónita ante su rechazo a aprender, Lena lo había dejado pasar asumiendo que lo pensaría mejor o que entraría en razón. Pero no lo había hecho, había seguido rechazándolo. Y seguía manteniendo el mismo argumento: Katya iba a tener que funcionar en el mundo y el mundo no hacía señas. Necesitaría aprender a leer los labios y a funcionar en términos de audición, no en los suyos propios. Lena discrepaba fervientemente con él, pero al final había tenido que dejarlo pasar. Como muchas otras cosas en su matrimonio.
 
Ahora Lena miraba a la encimera de la cocina, con ira corriendo por sus venas como cuchillos. No había forma de que fuera a ceder en esto; Katya iba a ir a la clase de arte. Si Vladimir tenía algún problema con ello, podía irse a paseo. Furiosa, se puso a acabar la cena, y se negó a hablar con su marido durante el resto de la tarde.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 11:58 am

Capítulo 5: Dejando el hogar.
 
Como era de esperar, a Katya le encantó la clase de arte. Lena se quedó con ella en la primera clase, traduciendo ocasionalmente a señas cuando era necesario. De hecho, la necesidad fue tan pequeña que la profesora y ella estaban bastante seguras de que Katya podría arreglárselas sola la semana siguiente. Incluso hizo un amigo, un pequeño llamado Roman que pintaba con el dedo como Jackson Pollock.
 
Tras ver la felicidad en el rostro de su hija Lena no pudo evitar estar levitando. Sonriendo de oreja a oreja con la mano de una pequeña en el mismo estado en la suya, recorrió el pasillo, que estaba en su habitual situación frenética. Y aún así, a través de toda la algarabía, divisó inmediatamente la cabeza de cabello con mechones negro de Yulia emergiendo de su aula, con una multitud de emocionados niños compitiendo por su atención. Lena podía haber jurado que su corazón se había acelerado antes de avistar de verdad a la chica, y se preguntó si tenía algún tipo de radar para la guitarrista. Como si estuviera sintiendo lo mismo, la cabeza de Yulia se alzó, conectando su mirada con la de Lena y enviando como por arte de magia una sacudida directa al pecho de la pelirroja. Lena devolvió la sonrisa que recibió y apretó su agarre con Katya. Sintió un tirón en su mano y bajó la vista, rompiendo su línea de visión con Yulia. La masa de niños ahora se apretaba más y su hija parecía asustada. El corazón de Lena dio un pequeño vuelco y subió a la niña en sus brazos, protegiéndola de la bulliciosa masa que las rodeaba. Cuando alzó la vista, la guitarrista había desaparecido.
 
Era posible que Lena hubiera pisado a alguien con su prisa por salir del edificio. Sus entrañas se retorcían como un nido de serpientes y no tenía ni idea de por qué.
 
‘Mentirosa. Te lo produce ella.’
 
Sin querer aceptar lo que eso podría significar, Lena huyó de la escena. Metiendo a su hija en el coche condujo a casa, forzándose a hacerlo con tanta calma como fiera posible en lugar de reflejar la imprudente locura que aún sentía chirriando en su interior. Para variar, Vladimir no estaba a la vista cuando llegaron a casa. Lena no podría haberlo apreciado más.
 
Haciendo la cena, intentó hacer todo lo posible para librar su mente de todo pensamiento. Su ira hacia Vladimir seguía canturreando resueltamente bajo la superficie y el encrespamiento que había experimentado su piel cuando capturó la mirada de Yulia aún era palpable. Se sobresaltó cuando oyó un penetrante golpe en la encimera de la cocina enfrente de ella. Bajó la mirada pa encontrar a Katya mirándola fijamente con una mirada perpleja en su rostro. Lena se dio cuenta de que había estado apoyada contra la encimera con la mirada perdida en la distancia durante algún tiempo. Su hija sostenía el cartón de zumo de manera expectante y había estado esperando con paciencia a que su madre le llenara un vaso.
 
Lena se disculpó con señas y echó el zumo.
 
“¿Qué hay en la televisión?” añadió con sus manos, hablando mientras hacía que sus palabras resonaran en la habitación vacía.
 
“Dibujos” llegó la respuesta, con dedos volando. Lena había hablado en señas desde el día que había empezado a aprender. Katya lo había adoptado rápido. Después de todo era su primera lengua.
 
‘Si tan sólo Vladimir lo hubiera aprendido...’ Lena dejó caer el pensamiento, la furia se estaba dispando y no quería volver a hacer que bullera. Observando a su hija caminar de vuelta al salón retomó la cena donde la había dejado. Parte de ella esperaba que Vladimir llegara tarde esa noche, no estaba segura de poder soportar la cena con él
 
Obtuvo su deseo. Para cuando Vladimir llegó a casa ella ya estaba en la cama, leyendo. Katya llevaba mucho tiempo durmiendo, metida en la cama despuñés de un baño y la hora de la lectura. Lena pudo oír a su marido caminando por la cocina y el pitido del microondas mientras calentaba la comida que había dejado en el frigorífico para él. Sólo quedaban dos días para el fin de semana, tal vez podría hablar con él para hacer algunas cosas de familia con ellas. Apagando la lámpara de la mesita y dándose la vuelta antes de que Vladimir pasara y la encontrase despierta, intentó dormirse con ese pensamiento en mente.
 
Se sintió agradecida por su trabajo a media jornada al día siguiente. Para empezar le daba una oportunidad a Katya de pasar algo de tiempo con otros niños en la guardería, y en segundo lugar significaba que podía apartar su mente de todo.
 
‘Como el sueño altamente turbador que tuviste anoche en el que había una cierta pelinegra...’
 
Necesitaba abstraer su mente de todo con desesperación.
 
Llegando a casa exhausta, se sorprendió al encontrar a Vladimir esperándola.
 
“Llegas pronto” exclamó.
 
“Sí, últimamente he trabajado tantas horas extraordinarias que pensé que podría venir a casa por una vez.” Él la sonrió y ella se dulcificó. Cualquier furia que pudiera haber sentido se esfumó en la nada. Se lanzó espontáneamente a sus brazos, esperando sentirlos muy cerca de ella.
 
“Ugh” la abrazó contra sí y ella olió su loción de afeitado. “¿A qué viene esto?” preguntó con una risa. Éste era casi el Vladimir que ella recordaba.
 
“Sólo que te he echado mucho de menos últimamente, eso es todo. Estaba pensando que podríamos pasar algo de tiempo juntos este fin de semana. Tú, yo y Katya.” Retrocedió sonriente. La sonrisa se desvaneció de su cara al ver la expresión de Vlad.
 
“Este fin de semana no puedo.” Dijo con rostro sereno y sin arrepentimiento.
 
“¿Por qué?” Dios, ya ni siquiera se sabía su horario. “Tenemos algo planeado?”
 
“Tengo que trabajar, nena.” Se alejó en busca de algo de comida.
 
“En fin de semana.” Lena no se podía mover, podía sentir toda la ira que había soltado volver a ser absorbida desde la atmósfera. De un momento a otro iba a explotar. “Vlad, ya no nos vemos. Katya ya no te ve nunca.” La última frase fue dicha con más furia acusatoria de la que Lena creía tener en su interior.
 
“Lena” sonaba impaciente. “Este es un proyecto importante para nosotros. Haremos algo, sólo que no este fin de semana. A Katya no le importa.”
 
Lena le miró fijamente. “Me importa a mí, Vladimir. ¿Es que acaso tiene un padre?”
 
“¿Cómo puedes decir eso?” su ira sonó falsa en los oídos de Lena. Podía sentir la bilis subiéndole por la garganta y lágrimas flotando en su visión. “Por supuesto que sí. ¿Qué pasa contigo últimamente?”
 
“Conmigo.” Dijo ahogadamente. “Yo...” Sintió que todo se rompía. “Voy a casa de mis padres. Lleva a Katya a la cama a su hora.”
 
Y con eso salió de la casa.
 
El coche no salió del arcén. No estaba segura de poder conducir con las lágrimas picádole en lo ojos. Además, la rabia de Lena la hacía temblar con tanta fuerza que no podía sostener el volante y en ese momento no quería pasar por ningún sitio cerca de la casa de sus padres. De todos modos su madre simplemente la haría volver. Su madre adoraba a Vladimir.
 
Serenándose, se sacó el teléfono móvil del bolsillo. Teclenado a través de los números intentó recordar dónde habían ido todos sus amigos. Estaba ahí, pero desde que había nacido Katya se había centrado muchísimo en su propia vida. Sus dedos se movieron por los botones hasta que un nombre capturó su mirada. No debía. Sabía que no debía. Asegurándose de que no le temblaba la voz y de que sonaba calmada marcó el número.
 
“¿Diga?” contestó el teléfono.
 
“¿Yulia?” intentó Lena sin sonar, ni mucho menos, tan calmada como esperaba.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 12:00 pm

Capítulo 6: Da un paseo por el lado salvaje.
 
Lena tamborileó con los dedos sobre el volante. Había aparcado hacían unos buenos diez minutos, pero seguía con una mano puesta en la ignición, con las llaves aún balanceándose hacia adelante y atrás mientras las cogía y las soltaba, las cogía y las soltaba.
 
‘Esto es una locura. Me voy a casa.’
 
Pero no arrancó el coche y no se movió. El viento soplaba con ferocidad en el exterior y levantaba hojas de la acera. Se arremolinaron en un torbellino, un tornado, pasando junto al coche con intensidad y resolución. Un tornado que se llevaba a Lena a otro lugar y todo un nuevo... ¿todo un nuevo qué?
 
Devolviendo su estómago de vuelta a su abdomen salió del coche y cerró la puerta tras ella. Se inclinó sobre la fría puerta del coche, sintiendo el viento peinar su pelo. Había en él una esencia, una que dejó en su lengua una huella un poco ácida y la hizo pensar en nieve y carámbanos. Sus dedos se curvaron alrededor del metal de la manija, sintiendo el frío morder en su piel, y tiró hacia arriba, con la flexibilidad del muelle contra su palma. La puerta estaba cerrada con llave y el movimiento no sirvió de nada, pero la mantuvo pegada en el sitio. Sus ojos se movieron hacia la casa al otro lado de la carretera, con su cálido porche delantero encendido y la puerta expectante. Había una aldaba en el medio, mirándola como si le dijera ‘vamos, golpéame’.
 
Pellizcándose el puente de la nariz Lena se preguntó qué demonios estaba haciendo. Había llamado a Yulia, le había preguntado si podía verla. Había realizado la llamada telefónica que le había dado en cuando la conoció y había soportado la sorpresa al otro lado de la línea. Había sentido el arrebato que pasó a través de ella cuando la pelinegra la había invitado a ir a su casa y se había preguntado si era alivio o puro pánico. Había comenzado esto y ahora era demasiado gallina como para continuarlo.
 
‘Por el amor de Dios, sólo querías un sitio cálido con un café. Un lugar que fuera... fácil.’ Esto no era fácil.
 
Controlándose con firmeza Lena se enderezó, se alisó la falda y cruzó la carretera. Recorrió todo el camino hacia el porche y escaleras arriba, encarando la puerta principal, antes de que su coraje volviera a morir y se quedara de pie, rígida y otra vez de piedra. Había levantado la mano por la millonésima vez, lista para llamar pero sin hacer contacto del todo, cuando la puerta se abrió. Lena bajó su mano y sonrió tímidamente a Yulia, que estaba apoyada contra el marco de la puerta con una mirada sorprendida en la cara.
 
“Te oí subir los escalones. Me preguntaba si te habías perdido por el camino de las escaleras a la puerta” alzó las cejas y señaló con la cabeza al metro de espacio que ocupaba dicha distancia. Lena sólo siguió sonriendo arrepentida.
 
“No sabía si de verdad querías que te molestara.” Admitió Lena con una mentira a medias.
 
“Por supuesto que sí. Si no, no te hubiese invitado a casa. Pasa,” la guitarrista se movió a un lado, abriendo más la puerta con un balanceo de sus caderas que hizo Lena se sintiera un poco mareada. Entró a la casa como si estuviera caminando sobre tofe.
 
Yulia la guió hasta la cocina, una habitación sorpresivamente cálida con tonos en madera y de un carácter que Lena sintió que tendría que haber esperado, pero no lo hizo.
 
“¿Café?” le preguntó la pelinegra. La mantendría despierta toda la noche, pero Lena asintió de todas formas. “¿Azúcar? ¿Leche?” Sí y sí.
 
Lena se sentó en un taburete de la barra de la cocina, observando la ligera forma de Yulia moverse por la cocina, ágil y rápida.
 
‘Apuesto a que baila bien aunque dijera que no.’
 
Con el café hecho y puesto enfrente de ella, no hubo palabras. Lena sabía que Yulia tenía derecho a preguntar todas esas preguntas. ¿Qué está pasando? ¿Por qué me has llamado? ¿Estás bien?
 
En lugar de eso pareció notar la reticencia de la pelirroja y se inclinó hacia delante, con el café entre las manos como si fuera un bebé.
 
“Me encanta el café. Pensaba que cuando fuera adulta bebería un millón de tazas al día. Eso fue antes de que descubriera lo rígida que estaba SIN la cafeína. Ahora tengo que limitarme o sería una goma elástica.”
 
Lena sonrió ante la honestidad en la voz de la otra chica. Dulce y delicada, hizo que Lena quisiera derretirse. También la hizo sentirse a gusto y encontró un ritmo en la conversación. Siguieron hablando mientras el reloj marcaba los minutos que pasaban, y luego las horas. Averiguó cosas sobre la vida de Yulia y ella compartió las suyas. Por primera vez en muchísimo tiempo encontró alguien con quien le apetecía abrirse. Hizo que Yulia estallara en risas con anécdotas sobre Katya y su ocasional comportamiento loco. Yulia hizo que se la quedara mirando con fascinación cuando describía lo que era criarse en Moscú con un padre prestigioso abogado.
 
En el sofá del salón en el que habían acabado, con las piernas cruzadas bajo ella cómodamente, Lena se dio cuenta de que era la una de la madrugada. Debería irse a casa, pero no quería. No quería ver a Vladimir o pensar en su furia hacia él. A pensar en lo que significaba esa furia. Incluso ahora podía ver que una parte de ella estaba exagerando. Tal vez no en lo que había dicho pero sí en cómo se sentía. Vladimir ya había pasado por momentos ocupados en su vida, por lo que ahora no había ninguna diferencia. Se mordió el labio, frunciendo el ceño mientras consideraba sus opciones.
 
“¿Estás bien?” Era la primera vez que Yulia hacía la pregunta, dejando que Lena se tomara un tiempo para preparar la respuesta.
 
“Sí” respondió al final la pelirroja. “Sólo tenía que salir de casa esta noche.” No dio más explicaciones y no fue esperada una. Sintió la mano de Yulia deslizándose a través de la suya, descansando con suavidad encima. La sensación que creó fue como si la electricidad hubiera salido con una explosión de la mano y se desbocara a través de su cuerpo. Tragando, elevó la vista para encontrarse con unos serios ojos azules mirándola.
 
“Puedes venir siempre que lo necesites.” Una sonrisa se extendió por ese precioso rostro. “Hemos hablado durante horas. Ahora somos amigas oficialmente, así que soy toda tuya cuando necesites hablar.”
 
Lena apreció la manera en que, sin decirse nada, se sintió mucho mejor de todos modos. Y tenía una nueva amiga. Mientras conducía a casa a través de la escarcha nocturna pensó en lo que debía hacer. Las cosas con Vladimir llevan mal un tiempo, pero este súbito regocijo en su alma la hizo darse cuenta de que aún tenía la habilidad de sentir. Y se había sentido así con Vlad una vez, ¿no? Se lo debía a sí misma, y a Katya, intentar volver a encarrilar su vida. Tenía que ser más feliz en su interior o nunca conseguiría que el resto de su vida funcionara. Tal vez eso era la mitad del problema. Esperaba que toda su felicidad proviniera de su relación y su hogar. Estaba muy contenta con su trabajo a media jornada, era algo de lo que Lena disfrutaba de verdad. Así que sólo necesitaba encontrar otras cosas que la hicieran feliz. Una nueva amiga, un nuevo hobby, y un nuevo comienzo en su matrimonio. Eso era lo que necesitaba.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 12:02 pm

Capítulo 7: Llamadas Telefónicas.
 
Lena rebuscó su teléfono en el bolso, intentando contestarlo sin tirar todo por el suelo del supermercado. Mantuvo un ojo en Katya mientras lo abría, apoyándose en el carrito y escaneando las estanterías en busca del tipo de cereal correcto.
 
“¿Diga?” dijo ausentemente al teléfono, sin molestarse en mirar la identidad del emisor.
 
“Hola” la suave voz de Yulia resonó a través de la línea e hizo que Lena se parase en medio del pasillo, súbitamente consciente de cada fibra nerviosa en su cuerpo.
 
“Hola, Yulia” contestó la pelirroja. Pilló a Katya girando una esquina y salió disparada para atraparla. Descubrió a su hija cuando estaba a punto de coger un bote de café de una pirámide cuidadosamente construida. Por supuesto, con la lógica de alguien de cuatro años, había alargado la mano hacia el que estaba a su propia altura, amenazando con una avalancha de granos de mediocre café soluble y un infierno de limpieza en el pasillo cinco. Lena la separó con firmeza, aguantando el teléfono entre la oreja y el hombro y haciendo señas frenéticas a Katya para que se estuviera quieta y dejara todo el café y el resto de cosas EN PAZ. Al menos la pequeña tuvo la decencia da parecer un poco culpable. Agarrando con fuerza la mano de su hija, Lena devolvió su atención al teléfono, donde una voz ahora decía con confusión.
 
“¿Elena? Lena, ¿sigues ahí?”
 
“Lo siento Yulia, estaba evitando desastres menores que incluyen a mi hija de cuatro años y una montaña de café” Rió Lena avergonzada.
 
“Parece que tienes las manos ocupadas” llegó la sonriente respuesta.
 
“Sí. Podrías decir eso. Ahora las tengo ocupadas con Katya, así que no volverá a pasar.” Aseguró Lena.
 
“Bueno, entonces no te molestaré mucho tiempo. Tengo que pedirte un favor...” tanteó Yulia con cautela.
 
“Dispara” Lena esperó que su voz no revelara el aceleramiento de su pulso. Puestos a pensar en ello, esperaba que sus manos no temblaran. Si lo hacían, Katya no parecía darse cuenta.
 
“Una amiga mía va a inaugurar una galería el viernes por la noche. Le prometí que iría y mi... otra amiga me ha dejado colgada. La verdad es que no me apetece ir sola dado los gilipollas pretenciosos que mi amiga me ha prometido estarán ahí. Me preguntaba si me acompañarías, y me ayudarías a escapar cuando podamos” La oferta sonaba casual y amistosa. Lena dejó que su corazón bailara a un ritmo insano y luego formuló su respuesta. Con cuidado.
 
“La verdad es que suena divertido. Hace un tiempo que no salgo. Déjame comprobar si alguien se puede quedar con Katya. Vladimir ha estado trabajando mucho últimamente y no puedo estar segura de que vaya a estar en casa, pero si está o puedo encontrar una canguro me encantaría ir.” Intento mantener su respuesta tan casual como había sido la oferta.
 
“Genial. Entonces me encantará recibir noticias tuyas.”
 
“Te contestaré en cuanto lo sepa.”
 
Finalizando la llamada telefónica, hizo el resto de las compras tan rápido como le fue posible, suponiendo que Katya necesitaba alejarse de zonas potencialmente desastrosas ese día. Siendo normalmente un ángel bien educada, hoy estaba sacando a la luz algunos signos de demonio y Lena era lo suficientemente inteligente como para seguir las advertencias.
 
Había logrado distraer a Katya con un entretenimiento relativamente seguro y estaba bajando las compras cuando su teléfono volvió a sonar. Esta vez miró la pantalla antes de contestar: Mamá.
 
“Hola, mamá”
 
“Lena” la voz de Inessa era cálida y fluida. Siempre hacía que Lena se sintiera mejor cuando estaba desanimada. Y aún así sabía lo que ocultarse bajo las olas cuando su madre estaba enfadada o triste. Lena lo sabía demasiado bien como para sacarla a la luz.
 
“¿Qué pasa?” preguntó mientras sacaba los comestibles.
 
“¿No puedo simplemente llamar a mi hija?” inquirió Inessa con una risa. “Bueno, puedo. Pero esta vez no. Sólo quería confirmar a qué hora vais a venir el domingo.”
 
Lena se estrujó los sesos frenéticamente. ¿Domingo? Dudó demasiado tiempo, porque su madre se dio cuenta.
 
“No te has olvidado de lo del domingo, ¿verdad?” Dijo con sequedad la sra. Katina. “Lena, van a venir los Kozlov para enseñarnos sus fotos de su viaje a las Bermudas. Vladimir y tú dijisteis que estaríais allí.”
 
“Oh, claro, claro” Lena se había olvidado. Ahora deseaba tener una excusa decente. Espera, la tenía. “Mamá, Vladimir tiene que trabajar este fin de semana. Tiene un gran proyecto y parece importante para él. Quiero apoyarle.”
 
Inessa interrumpió su mentira descarada. “Por supuesto que sí, cariño. Pero eso no os detiene a Katya y a ti de venir.”
 
Lena no pudo pensar en una excusa decente. “Vale, mamá. Estaremos ahí.”
 
Después de la llamada telefónica Lena se sintió agotada. No había hecho mucho durante el día para encontrarse en ese estado, pero últimamente sus emociones parecían correr desbocadas. Acabó de sacar los comestibles y, por primera vez en su vida, deseó tener una buena bebida fuerte. Vladimir tenía algo de whiskey en algún lado. Estaba a medio camino de buscarlo cuando se dio cuenta de que era una estupidez. Echando un vistazo a Katya, quien dibujaba minuciosamente una obra maestra en la mesa del salón, resopló y pensó en su vida. La última semana había estado tan segura de que todo lo que tenía que hacer era volver a encarrilar su vida... Había hablado a Vladimir de su proyecto y había tratado de entender qué le pasaba. Se había lanzado en el trabajo y en Katya más que nunca. A pesar de todo, Lena se seguía sintiendo extrañamente vacía.
 
Una y otra vez se encontraba divagando. Con la mente en otra parte. Lo inquietante era que, inevitablemente, eso acababa en una guitarrista de mechones negros. Ella era diferente. Era genial. Lena, que nunca había sido la chica guay ni la popular, se preguntó si ése era su deseo. Ser amiga de la persona más estupenda que podía encontrar. Ignorando las claras indicaciones de neón que señalaban direcciones que se negaba a reconocer, se arrepintió de que muchas amistades se hubieras colado por el sumidero. Claro, tenía amigos en el trabajo, y amigos por sus padres y Vladimir; pero su vida se estaba volviendo predecible y monótona. De repente Lena temía el pensamiento de ser la mamá de confianza y casera a la que le estaba llevando su vida. Demonios, saldría con Yulia y se lo pasaría bien. Sería bueno para ella. Y si era más feliz, entonces su vida sería mejor. Su matrimonio sería mejor y podría ser más comprensiva con Vlad. Y todo iría... bien.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 12:03 pm

Capítulo 8: Un suspiro es sólo un suspiro.
 
Lena alisó su top por enésima vez y sosegó sus nervios temblorosos y trémulas manos. Una última mirada en el espejo confirmó que estaba bien y salió de la habitación. Katya la vio en el salón con una mirada llena de asombro en la cara y una galleta en la mano. Lena apreció cómo consiguió interrumpir la consumición de dicha galleta sólo al aparecer ella. Distraer a Katya de una galleta era prácticamente imposible, así que al menos supo que estaba bastante bien. Dicho esto, dejó escapar una risa cuando su hija se llenó la boca con el resto de la gloria chocolateada y le dijo en señas, aún alucinada:
 
“Estás preciosa”. Los ojos de la pequeña estaban redondeados y brillantes.
 
Con cuidado de no mancharse de chocolate la vestimenta, Lena se arrodilló y la llevó a un enorme abrazo, poniendo un mechón suelto de rizos rojizos tras la oreja de su pequeña. Cada día Katya se parecía un poquito más a Lena. A veces Lena se preguntaba si su corazón podía abarcar más amor, pero cada día Katya encontraba una nueva manera de que lo hiciera.
 
“Gracias” devolvió las señas.
 
Vladimir salió de la cocina con una bayeta al hombro y los pantalones bajos en las caderas. Para la sorpresa de Lena, había estado más que feliz de estar en casa a tiempo para que ella pudiera salir. De hecho, la había animado positivamente.
 
“Es genial. Deberías salir. Necesitas más amigos. Puedo llegar a casa a tiempo.” Había dicho con una bonita sonrisa en su rostro. Lena se había mordido el labio y había seguido preguntándole.
 
“¿Estás seguro? Tienes ese proyecto.”
 
“No pasa nada” protestó él. “Puedo tomarme la **** noche libre. Diviértete.”
 
Y ahí estaba, fiel a su palabra. En una camiseta pegada terriblemente provocadora, con una sonrisa sexy en la cara. Lena deseó sentirse más sobrecogida ante esa vista, pero supuso que después de llevar casada tanto tiempo simplemente te acostumbrabas.
 
“Dios mío, sí que estás sexy.” Dijo, y sus cejas se elevaron sugestivamente.
 
“¿Sí?” Eso esperaba Lena, seguía tan insegura...
 
“Muchísimo” dijo, aproximándose y deslizando sus manos por su cintura. “Podrías cancelar esto y quedarte aquí conmigo...” estaba sonriendo, y toda su postura, tono y lenguaje corporal señalaba exactamente lo que haría si se quedaba. Ella le alejó juguetonamente.
 
“¿Y perderme mi diversión?”
 
“Oh, me aseguraría de que nos divirtiéramos” Vladimir la atrajo hacia sí, recorriendo con sus ásperos labios los de ella. “Echarás a perder mi pintalabios” murmuró, pero devolvió el beso. Había echado de menos esto, el Vlad con el que se había casado. A veces volvía a brotar y se sentía tan agradecida que pensaba que iba a llorar. “Debería irme.”
 
Vladimir pareció decepcionado, pero ya estaba decidido y ambos lo sabían. La dejó ir con una sonrisa y un saludo, y ella salió por la puerta sintiéndose un poco culpable sin saber por qué. Entrando en el coche sintió subir la expectación. Lena nunca habías estado en la inauguración de una galería. La idea en sí misma daba miedo. Toda esa gente perfecta que sabían de verdad de qué hablaban. No sabía nada de arte y Yulia iba a pensar que era algún tipo de idiota. Mientras conducía, el pánico en su interior subió, y prácticamente estaba frenética para cuando llegó a la casa de la morena.
 
Yulia abrió la puerta y Lena sintió su mundo contraerse. Cualquier pánico que sintiera por la noche fue momentáneamente olvidado, igual que todo lo que no fuera ella o la hermosa música enfrente de ella. Estaba... desalentadoramente guapa, con sus mechones colgando limpiamente sobre su frente. Yulia iba vestida en un simple par de pantalones y un top atado al cuello de seda que en medio acababa justo sobre su ombligo, pero que se redondeaba en la parte de abajo para colgar a los lados. Era verde oscuro, complementando perfectamente su piel color crema. Lena lo abarcó todo y sintió que sus propios ojos se abrían en una réplica perfecta de los de su hija justo una hora antes. Entonces se dio cuenta de que estaba de pie en la entrada mirando como una zombi. Sonrió avergonzada.
 
“Estás maravillosa” su voz vibraba de los nervios.
 
“Gracias.” Yulia se sonrojó, haciendo que las entrañas de Lena se apretaran. “Tú también.”
 
“No. Yo estoy...” Lena se miró a sí misma, su sencilla falda y el top, y deseó haberse vestido mejor. “Yo estoy bien, tu estás increíble.”
 
“Estás realmente genial.” Discutió Yulia.
 
“Creo que debería haberme vestido mejor. Voy a estar fuera de lugar.” Lena no pudo evitar sentirse como si no se hubiera esforzado lo suficiente a pesar de las horas de preparación.
 
“Lena” la morena sonaba exasperada. “Estás fabulosa. ¡Basta!” golpeó ligeramente a la pelirroja en el hombro. “Aunque deberíamos irnos, ya llegamos elegantemente tarde.”
 
Lena miró su reloj, viento que de hecho había llegado más pronto de lo que Yulia había sugerido. “Dijiste a las siete.” Dijo confusa.
 
“Sip, y como había planeado llegamos elegantemente tarde.” Sonrió animadamente Yulia. “Nunca, nunca llegues pronto a estas cosas.”
 
Lena se encogió de hombros. No sabía lo que se hacía en estas cosas. Nunca antes había estado en una. Sus nervios volvieron a aparecer y no podía decir si era porque estaba hablando cerca de la pelinegra y prácticamente podía sentir la calidez que irradiaba, o si era por el prospecto de lo que estaba por llegar.
 
Yulia condujo hasta la galería al saber el camino. Lena no sabía qué esperar del coche de Yul, pero el descapotable azul realmente le pegaba a la perfección. Hizo que de alguna manera Lena se sintiera impulsiva, incluso como acompañante. Aparcaron y salieron. El corazón de Lena latía como un enorme tambor de bajo. Imaginó los ojos muy abiertos de Katya con su mano sobre el pecho de Lena, sintiendo las vibraciones.
 
“Es justo aquí.” La voz de Yulia resonó en la calle vacía y trajo a Lena de vuelta al presente. Se movió y caminó junto a la pelinegra, dejando que la guiara hasta una tienda acristalada que estaba viva con luz y música. Sintió la mano de la guitarrista deslizarse en la suya y apretar de manera tranquilizadora. Alzó la vista para encontrarse a Yulia sonriéndola. “Vamos.”
 
En interior estaba lleno de gente. Había pinturas colgadas de las paredes plintos decoraban las salas y las esculturas formaban islas en la masa móvil de amantes del arte. Estaba transitada pero no completamente llena. Yulia había soltado la mano de Lena, dejando a la pelirroja sintiéndose un poco vacía por dentro, y sonreía a una increíble mujer escultural que caminaba a grandes trancos hacia ellas.
 
“¡Yulia, has venido!” La bella mujer besó a Yulia en la mejilla. Era alta, con una increíble piel de ébano y pómulos que resaltaban sus brillantes e hipnotizantes ojos. Tenía una serie de collares redondos que llevó a la mente de Lena la tribu de los Masai, y su vestimenta era vanguardista y a la vez elegante. Lena no se había sentido tanto como una ama de casa chabacana en su vida. “¿Y quién es esta?” los ojos de la otra mujer se iluminaron ante la vista de Lena. Había una pregunta puntiaguda en su tono.
 
“Irina, esta es mi amiga Elena. Lena, esta es Irina, la artista detrás de este increíble trabajo.” Yulia las presentó y Lena apretó la mano de la artista con timidez.
 
“Debería circular” dijo la tercera mujer, aún mirando de reojo a Lena con una mirada que la pelirroja no pudo descifrar. “Nos vemos luego.”
 
Dejó solas a Yulia y Lena y la guitarrista cogió a la pelirroja por el codo, llevándola al gentío. Para el alivio de Lena, estaba claro que la morena no tenía ninguna intención de dejarla de lado. Dieron una vuelta por la galería y se encontraron perdidas en una conversación con la otra. Yulia parecía saber de lo que hablaba, pero no parecía pretenciosa o llena de basura. Lena descubrió que realmente podía comentar el trabajo bastante bien cuando se dio cuenta de que no hablaban en ‘lengua artística’ y aportó al tema. Las llevó mucho tiempo recorrer todo el camino y Lena estaba en una nube para cuando volvieron al principio de la exhibición. Yulia era inteligente, articulada y llena de alegre humor que hacía reír a Lena. Se lo estaba pasando bien.
 
Yulia estaba relatando alguna anécdota sobre su clase en el centro comunitario y tenía a Lena completamente engatusada cuando reapareció Irina. Lena se sintió mal por la intrusión, pero puso su cara más acogedora ante la interrupción.
 
“¿Has disfrutado del espectáculo?” preguntó la escultural artista a Lena.
 
“Es increíble” se entusiasmó Lena con honestidad. “Me encantaron los increíbles collages de por ahí. Hay tanto en ello que me superaron.· Lena no pudo evitar encariñarse un poco con la otra mujer cuando vio la emoción que barrió su cara ante sus palabras.
 
 
“Gracias, son mis piezas favoritas.”
 
“Si pudiéramos permitirnos alguna, las compraríamos” rió Yulia. “Pero somos demasiado pobres, así que sólo venimos a admirarlas y a robar tu champán.”
 
“Bueno, podéis hacerlo” rió Irina. “Oh, genial. Mi manager” Irina pareció repentinamente abatida cuando se aproximó un hombre de mirada turbia con traje.
 
“Eh, deberíamos salir de aquí” dijo Yulia apresuradamente. Irina la miró con furia ante el abandono, pero Yulia agarró la mano de Lena y tiró. “Te llamaré, ¿vale? Un espectáculo genial.” Y con eso, la morena guió a una aturdida Lena a la puerta principal.
 
 
“¿De qué ha ido todo eso?” Lenar no pudo evitar preguntar una vez habían vuelto al coche.
 
“Odio a ese tío.” Admitió Yulia con rostro sombrío y furioso. “Es un gilipollas e Irina puede apuntar mucho más alto.”
 
“¿Para un manager?” la pelirroja parecía confusa.
 
“Para un novio.” Replicó Yulia con voz ahogada por la emoción. “Es... Oh, es una larga historia.”
 
“Podrías contármela con café” aventuró Lena, sin querer acabar con la noche aún.
 
“Sí que podría” Yulia sonrió rompiendo el mal humor. “¿En mi casa? Tengo asado fresco...” La tentación que pendía de la voz de la guitarrista hizo reír a Lena, que se metió en el coche con un alegre asentimiento.
 
De vuelta en casa de Yulia, Lena se encontró en el salón, con la mano alrededor de una taza de café caliente y los ojos cautivados por la mujer que tenía enfrente. Intentando no perderse en el repentino tiempo a solas que compartían, empezó a parlotear.
 
“Esta noche ha sido muy divertida. No esperaba que fuera así de entretenida. Siempre pensé que estaría llena de esa gente increíblemente pretenciosa que estarían hablando en algún idioma que yo no entiendo. Pero las pinturas... Guau. Desearía tener ese talento...”
 
Yulia rió, interrumpiendo el monólogo de Lena con una divertida expresión e la cara.
 
“Estoy hablando demasiado” admitió Lena.
 
“Da igual. Sólo me preguntaba si hoy estabas prestando atención, porque esa gente pretenciosa estaba por todos lados.” Comentó la guitarrista.
 
Lena sabía que su atención se había dirigido firme y completamente a su acompañante, pero ahora no podía admitirlo. “No me fijé en ellos” dijo.
 
“Estaban ahí, créeme.”
 
Lena miró su reloj. Se estaba haciendo tarde y sabía que tenía que irse. No quería, pero tenía que hacerlo. Yulia se dio cuenta del movimiento.
 
“¿Tienes que irte?” preguntó la morena con la voz teñida de abatimiento.
 
“Por desgracia” Lena frunció el ceño. Dejó que Yulia la levantara del sofá y casi jadeó con fuerza cuando eso atrajo sus cuerpos más que nunca. Podía sentir cada terminación nerviosa de su piel gritando. Yulia estaba a treinta centímetros, con la mano aún en la de Lena y los ojos intensos y ardiente. Su mirada azul se fundió con los ojos de un verdi-gris intenso de Lena e hizo que las piernas de la pelirroja se tambalearan. Yulia se soltó y Lena dio un paso atrás, rompiendo la mirada. Caminó hacia la puerta principal, parando antes de abrirla. Se giró hacia Yulia, que estaba justo detrás de ella.
 
“Muchas gracias por esta noche. Me lo he pasado genial.”
 
 
“Gracias a ti por venir” replicó la morena con sinceridad. “No me hubiera divertido sin ti. Y ha sido maravilloso” la sonrisa en su rostro hizo que Lena volviera a enflaquecer. Esto era una locura. Espontáneamente, abrazó a la guitarrista, llevando al esbelto cuerpo a un cálido abrazo y sintiendo unos brazos moverse a su alrededor. El abrazó duró más de lo esperado y Lena sintió vértigo, reticente a separarse. Retrocedió y encontró su boca a centímetros de la de Yulia. No podía moverse, paralizada y sin aliento. Oyó un susurro en los labios de la otra chica... “Lena”.
 
Y entonces cubrió la distancia, y sus labios chocaron contra los de Yulia y se movieron frenéticamente. Con un brazo alrededor del cuello de la morena y al otro en su cintura. Una mano serpenteó en su pelo, llevándola a un beso más profundo, sus bocas moviéndose juntas una y otra vez. Lena sintió una lengua asomarse pera recorrer su labio inferior y sus rodillas casi cedieron. Dejó que la suya propia saliera para bailar con la otra chica, recreándose en el sedoso sentimiento del beso.
 
Y tan abruptamente como había comenzado acabó, con Yulia retrocediendo, jadeante y sonrojada. Miró a Lena de manera salvaje y la pelirroja se apoyó en la puerta débilmente, incapaz de hablar o sostenerse.
 
“Lo siento” susurró Yulia, causando que la cabeza de Lena volara hacia arriba y encontrase su mirada. “No puedo... no podemos...”
 
“Lo sé” consiguió soltar Lena. “Es... Yo... Debería irme.”
 
“Lena” Yulia alargó un brazo y puso la mano en su hombro, y su calidez quemó la piel de la pelirroja y la hizo querer más.
 
“¿Puedo volver a verte?” Lena no tenía ni idea acerca de dónde salían sus palabras. Se formaban en alguna parte de su subconsciente y no tenía control sobre ellas cuando salían de su boca. “Me gusta ser tu amiga, Yulia. No quiero arruinarlo.”
 
“No lo harás.” Aseguró Yulia dejando caer su mano al lado. “A mí también me gusta ser tu amiga.” Abrió la puerta y Lena dio un paso fuera, volviéndose a medio camino de las escaleras para despedirse de la morena.
 
“Es.. Yo...” sentía la necesidad de decir algo pero no podían formular nada coherente.
 
“Está bien” volvió a asegurar Yulia. “Te llamaré.” Había una promesa definitiva en las palabras, y Lena caminó en la noche más confusa que nunca.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 12:04 pm

Capítulo 9: La verdad esta ahí afuera.
 
Lena abrió la puerta de su silenciosa y oscura casa con el latido de su corazón resonándole en los oídos. Fuera era una noche fresca, pero su piel estaba cubierta por una capa de ligera humedad y sus palpitaciones la estaba poniendo nerviosa. Cada pequeño ruido la hacía saltar y sus pupilas estaban dilatas de confusión y miedo. Todo en lo que podía pensar y sentir eran los labios de Yulia presionados contra los suyos, y quería que eso volviera. Cerrando la puerta principal de su casa se apoyó contra ella. Podía imaginarse a Yulia ahí, apretándola contra ella, deslizándose al suelo.
 
Dios, tenía que parar. Era una locura. Era un engaño y un affaire. Estaba engañando a Vladimir. Oh, Dios mío.
 
Temblando, dejó caer el bolso en la mesa del comedor y fue a la cocina, sirviéndose un vaso de agua y echándole cubitos de hielo, como si pudiera calmarse sólo con beber. No funcionó, y sus temblores se intensificaron mientras la luna brillaba a través de la ventana, dejando caer luz plateada por toda su forma. Temblando, se movió al armario del comedor, buscando por él con todo el silencio que pudo conseguir, sacando el whiskey de Vlad. Volviendo a la cocina se sirvió una bebida fuerte y la bebió de un trago. El líquido abrasador se deslizó garganta abajo e hizo que sus ojos lagrimearan. Tragando con fuerza, se sirvió otro y se escurrió al suelo, acunando el vaso contra su pecho y sintiendo las lágrimas empezando a brotar. Desplomada sobre los azulejos de la cocina se abrazó en una esquina y sollozó, dejando que el miedo y la emoción surgieran de ella en un torrente de lágrimas saladas y recriminación culpable.
 
Era por la mañana cuando finalmente se levantó. Con la cara entumecida por las lágrimas y el cuerpo tenso por la posición que había tomado toda la noche, alejó el whiskey y tiró lo que le quedaba en el vaso por el desagüe. Es sol entraba por la ventana mientras se elevaba, anunciando el amanecer de un nuevo día y, para Lena, el amanecer de toda una mentira nueva: su vida.
 
Se había duchado y tomado el desayuno en la mesa cuando Vlad emergió del dormitorio el sábado por la mañana. Frotándose la cabeza adormilado, pasó junto a Katya, que estaba viendo dibujos animados en el suelo del comedor, y besó a Lena en la mejilla.
 
“No viniste a la cama anoche” comentó.
 
“Llegué a casa, pero me dormí en el sofá” mintió ella.
 
“Qué incómodo. Oooh, beicon.” Distraído por la comida pareció olvidar su ausencia. Lena sintió un suspiro de alivio pasar por su interior. “Tengo que comer rápido, tenemos una reunión a las nueve.”
 
“¿En un sábado?” Lena no sabía de qué se sorprendía, Vladimir no había formado parte de sus vidas desde hacía meses, pero aun así no podía mantener su enojo a raya. Tal vez era la porción de culpa en su interior saliendo de otra manera. Si Vladimir notó el tono en su voz, no respondió.
 
“Sí, los clientes quieren reunirse hoy.” Metiéndose apresuradamente lo último de su desayuno en la boca, dejó la mesa y fue a ducharse.
 
La confusión de Lena no hizo más que empeorar cuando se dio cuenta de que estaba cabreada con Vlad por irse y a la vez aliviada de que no fuera a pasar el día con ella. Pasó el día jugando con Katya e intentando no dormirse. También pasó le día reviviendo su beso con Yulia en su cabeza una y otra vez. Cuando sintió el tirón entre sus piernas intensificarse y su cuerpo temblar por el calor, tuvo que esconderse en el baño hasta que se pasó. Distrayéndose por la casa y con juegos con su hija rezó por que llegara la noche. Necesitaba con desesperación dormir y algo de tiempo para aclararse la cabeza.
 
Había engañado a Vladimir.
 
Era sólo un beso.
 
No significaba nada. Estaba sola. Vladimir ya no estaba ahí. Estaba buscando algo y Yulia había sido amable con ella. Lena se había aprovechado de ella.
 
Había engañado a Vlad. ¿Cómo podía?
 
Sólo buscaba algo de cercanía. Estaba perdida y necesitaba que Vladimir la encontrara.
 
Sólo era un beso.
 
Era el beso más maravilloso de toda su vida.
 
Oh, Dios, había engañado a Vladimir y quería volver a hacerlo. Deseaba cercanía, pero... no deseaba a Vlad. Deseaba a Yulia.
 
No podía hacerlo. No podía.
 
Quería. Yulia era todo en lo que podía pensar.
 
Había engañado.
 
No podía hacerlo. No podía.
 
Fue sacada abruptamente de la interminable repetición e sus pensamientos por su hija que la tiraba del brazo con una mirada confusa en el rostro.
 
“Tengo hambre” dijo en señas la pequeña. “¿Podemos cenar?”
 
“Claro” dijo y señaló Lena. “¿Qué quieres?” Estaba más agradecida por la distracción de lo que podría haber expresado.
 
“Perritos calientes” la luz en los ojos de Katya se encendió con la idea. “Y helado.”
 
Lena rió. “¿Al mismo tiempo?” señaló.
 
“No, tonta” rió Katya mientras dibujaba las palabras. “¡El helado va después!”
 
“¿Estás segura?” bromeó Lena. “Puedo hacerte perritos calientes con ketchup y salsa de helado”
 
Katya arrugó la nariz con asco. “NO,” era enfática. “Sólo perritos calientes con ketchup.” Frunció el ceño con aspecto adorable. “Y luego helado.”
 
“Vale, vale” Lena alzó las manos en falsa sumisión. “Entonces perritos calientes.”
 
Los perritos calientes fueron bien. Katya ayudó, lo que siempre era un tumulto, y más tarde Lena no pudo evitar sonreír mientras limpiaba el ketchup de la mejilla de su hija. Cuando la hora del baño, del cuento y de la cama habían acabado, Lena estaba exhausta. Siempre le encantaba pasar tiempo con su hija, pero hoy había sido una necesidad. El resto de su vida estaba dando vueltas como un loco tornado y la pequeña era lo único que era sólido y real. Lena se metió en la cama con sus últimas energías y se preguntó si se despertaría en el país de Oz.
 
Sintió a Vladimir caer junto a Ella en la cama en algún momento en mitad de la noche-. La despertó, pero mantuvo los ojos cerrados. No tenía que haberse molestado, porque sus ronquidos resonaban en el aire momentos después. Cerrando los ojos, intentó volver a dormirse y rogó que sus sueños no la traicionasen más.
 
Despertar el domingo no fue ningún picnic. Estaba tan exhausta que no había despertado cuando Vladimir se fue al trabajo, y sólo la despertó su hija saltando encima de ella excitadamente. Refunfuñado sin necesidad, se prepararon para ir a casa de sus padres. Lena no tenía ni idea de cómo iba a encarar a su madre con sus pensamientos en un torbellino como el que estaban, pero de todas formas tenía que hacer el esfuerzo. Katya estaba emocionada, adoraba a sus abuelos. La verdad sea dicha, eran unos abuelos estupendos. También eran uno padres geniales, pero la forma en que su madre se la quedaba mirando a veces ponía a Lena de los nervios. Era como si Inessa pudiera ver dentro del cerebro de su hija y sacar sus pensamientos más íntimos. En ese momento, Lena estaba menos que dispuesta a que su madre le leyera la mente. Ya era demasiado tarde, casi habían llegado.
 
Para Lena, la tarde fue una combinación de lenta tortura y tregua. Su madre no dejaba de interrogarla sobre Vladimir ni de presumir de ella ante todos su amigos.
 
“Esta es mi hija. Su marido no podía estar aquí, es ingeniero. Es simplemente encantador, deberíais conocerle.” Vale, Inessa no era tan efusiva, pero para Lena era así como sonaba todo. A veces se preguntaba si no debería ofrecer a Vladimir a su madre y dejar el asunto. Ese pensamiento la turbó mucho. Por suerte su padre estaba ahí para distraerla. Verle jugar con Katya y sólo hablar con él la ponía más contenta.
 
Fue aún peor cuando se quedó atrapada con su madre en la cocina. El constante escarnio sobre la vida de Lena estaba llevándola cada vez más cerca del límite. Intentó con desesperación morderse la lengua, pero la persistencia de su madre fue más fuerte.
 
“¿Sabes? Vladimir y tú deberíais considerar venir con nosotros este verano. Vamos a... y lo pasamos muy bien el año pasado... Podéis empezar a...” Meditaba su madre sin prestar atención de verdad a Lena, quien sólo oía una de cada tres frases. De pronto estalló:
 
“Demonios, mamá, no puedo hacer que Vlad venga a cenar, su nuevo proyecto es jodidamente interesante. ¿Qué te hace pensar que puedo conseguir que vaya de vacaciones contigo y con papá?” soltó la pelirroja sin poder contenerse más.
 
“Lena, ese lenguaje...” empezó a reñir su madre.
 
“No, mamá” Lena estaba desatada y ahora nada podía pararla. “Tu yerno perfecto no es tan perfecto, ¿sabes? Nunca está en casa y, para ser honesta, no sé si le importa una puta **** su mujer o su hija.” Ignorando la boca abierta de su madre y su propio lenguaje alzó las manos, dando énfasis al discurso. “¿Te gusta tanto? Cásate con él. Porque si no empieza a mover el culo en un futuro próximo y pasa algo de tiempo con su familia, no tendrá ninguna.”
 
Pasaron unos segundos hasta que el silencio entre las dos mujeres se convirtiera en un momento que pareció congelado en el tiempo. También le llevó la misma cantidad de tiempo a Lena darse cuenta de lo que había dicho. Lo que finalmente había articulado. Y supo, en ese lugar, en ese momento, que todo lo que acababa de gritar en realidad no se lo había dicho a su madre. Se lo había dicho a sí misma.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 12:05 pm

Capítulo 10: Rabietas y tornados.
 
Calmar a su madre lo suficiente como para poder escapar a casa había sido difícil. Calmar a Katya por ser arrancada de casa de sus abuelos había resultado aún más complicado. Por muy cerca que estuvieran, Lena sabía que su hija no estaba contenta. Estaba mona cuando estaba enfadada, con los brazos cruzados y con su pequeño ceño de cuatro años fruncido. Se parecía a Lena, pero a Lena cuando estaba enfadada. Estaba tan increíblemente mona que Lena no podría estar también irritada, pero eso no detenía a la cuatro añera de no hablarla con obstinación. A Lena la impresionaba eso. En realidad su hija no hablaba en absoluto, y aún así conseguía hacer entender el mensaje de que no estaba hablando aposta en ese momento. Era mono, aunque ligeramente exasperante.
 
Cuando llagaron a casa Katya estaba del peor humor posible. Había hecho calor en el viaje en coche y había habido un accidente, haciendo que hubiera una caravana de más de una hora. Si había algo que Lena no necesitaba ahora era una niña de cuatro años malhumorada. Pero tenía una. El mal humor culminó en una poderosa rabieta en el suelo del salón. La niña consiguió soltarla sin hacer un ruido. Si hubiera hablado, Lena suponía que hubiera levantado a los muertos, pero en lugar de eso soltó la rabieta más increíblemente silenciosa que la pelirroja había visto. Acabó con Lena levantándola del suelo y dejando a Katya en su cuarto, en la cama, cerrando la puerta tras ella y apoyándose en ella.
 
Frotándose la frente se preguntó qué iba a hacer consigo misma. Podía oír a Katya lanzando cosas en su habitación y pensó en entrar antes de que hubiera algún desperfecto serio. Decidió no hacerlo. Katya era la niña más educada que había visto, con sus ocasionales bajones. Seguramente se le pasaría pronto.
 
Lena se sentó en el sofá y abrazó una almohada contra su pecho. El fin de semana había conseguido volverla loca y estaba deseando trabajar el martes, algo que consiguiera alejar su mente de todo. Cuando Katya estuviera en el colegio, Lena estaba determinada a volver a trabajar más horas. Echaba de menos el estímulo, el reto. Aunque también sabía que echaría de menos estar en casa con su hija.
 
Aún estaba sumida en sus pensamientos cuando su móvil saltó, vibrando fuera de la mesa de café y aterrizando con un golpe en el suelo, a los pies de Lena. Interrumpiendo el molesto aviso de llamada contestó,
 
“¿Diga?”
 
“Hola” la voz de Yulia envió escalofríos al interior de Lena y la dejó momentáneamente sin habla. La ausencia de respuesta llevó a la morena a seguir. “¿Cómo ha ido la barbacoa?”
 
“Horrible” admitió Lena con una risa, y sus adentros se relajaron sólo un poco. “Y creo que Katya ha comido demasiada carne roja, porque parece que he traído a casa a una niña endemoniada”
 
“Oh, no, ¿está bien?” preguntó Yulia con preocupación.
 
“Oh, no le pasa nada. Está soltando una rabieta en su cuarto.”
 
“Siempre parece portarse muy bien” Yulia parecía muy dubitativa de que el angelito que había conocido pudiera hacer algo así.
 
“Oh, sí que se porta bien” tranquilizó Lena. “Esto sólo pasa una vez al año. Le echo la culpa a mi madre, pero para ser honesta creo que hay que echarle más culpa al azúcar. Se calmará en un rato. Hasta entonces se queda en su dormitorio.”
 
“Recuerdo que me enviaban a mi cuarto” admitió Yulia “Como cada media hora. Era un pequeño terror.”
 
“Me lo imagino” contestó Lena con ironía.
 
“¡Ey!” exclamó Yulia, fingiendo estar herida. Pero estaba riendo demasiado para hacerlo creíble. “Vale, era un desastre. Pero ahora me porto muy bien.”
 
”Me parece difícil de creer.” La frase se escapó sin más de Lena, y la guturalidad de su respuesta hizo que ambas chicas pararan en seco, con sus respiraciones sonando a través de la línea. Lena se dio cuenta de su metedura de pata e intentó cubrirla. “Entonces, ¿a qué debo el honor de esta llamada?”
 
“Te dije que llamaría” recordó la morena. “Además, me lo pasé bien el viernes... en la galería, y me preguntaba...” se quedó a medias.
 
“Te preguntabas...” indujo Lena cuando el silencio se mantuvo durante un poco más de tiempo.
 
“Tengo una especie de concierto el sábado que viene. ¿Te gustaría venir?”
 
“¿Un concierto?” Lena dejó que el asombro flotara en su voz. “¿Estilo tocar delante de gente?”
 
“Sí. No es nada importante, sólo en un pequeño club de un amigo mío.”
 
Lena no pudo evitar fijarse en que Yulia conocía a mucha gente popular, en completo contraste con ella misma. Descubrió su inconsciente dejando escapar palabras cuando dijo: “¿estás segura de que quieres que vaya?”
 
“Por supuesto que sí. Me encantaría que vinieras.” Yulia sonaba tan sincera que Lena sintió que se derretía por dentro.
 
”Me encantaría, Yul. Le preguntaré a mi madre si puede cuidar de Katya. Eso las animará a las dos.”
 
“Estupendo. Te meteré en la lista de la puerta. Oye, no te preocupes si te surge algo, ¿vale? Sé que estás ocupada.”
 
Lena pensó en su vida vacía y en lo poco ocupada que estaba, e intentó mantener la idea en su cabeza en lugar de soltarla por el teléfono. “Estaré ahí, Yulia. No me lo perdería por nada.” En lugar de sonar patética sonaba necesitada. Genial.
 
“Te daré los detalles más tarde, ¿vale? Creo que deberías ir a rescatar a tu niña de cuatro años de los senderos de la desesperación.” Yulia rió al otro lado de la línea. Lena sonrió al teléfono, aunque nadie podía verlo.
 
“Supongo que probablemente debería. ¿Hablamos luego?”
 
“Desde luego.”
 
No salían ruidos de la habitación de Katya, así que Lena se atrevió a echar un vistazo. La niña estaba tumbada en la cama, y un pequeño huracán había convertido la habitación en un pequeño desastre. Lena se sentó en el borde de la cama y puso una mano en el hombro de la pequeña. Lo apartaron de golpe. Lena la zarandeó con gentileza y encontró su mano siendo retirada cuidadosamente. Aparentemente a Katya no se le había pasado aún. Encogiéndose de hombros, Lena salió a la cocina para hacer sandwiches para cenar.
 
Debió de ser el hambre lo que finalmente sacó a la niña de su habitación. Tenía marcas en la cara de tenerla pegada a la almohada y se mordía el labio justo como lo hacía su madre. Lena la miró con una ceja levantada. Katya jugueteó con los dedos y Lena vio un brillo de auto-recriminación en los ojos de la pequeña.
 
“¿Puedo tomar un sándwich?” preguntó Katya esperanzada.
 
“Eso depende” dijo Lena con cautela, a pesar de que ya le había hecho a la chica un sándwich que esperaba en la encimera con un vaso de zumo. “¿Qué tienes que decir?”
 
“¿Lo siento?” dijo Katya en señas.
 
Lena se arrodilló e hizo que los ojos de la pequeña se alinearan con los suyos. “Cariño, tienes que decirme por qué lo sientes, si no, no sirve de nada.”
 
La niña se balanceó hacia adelante y atrás con timidez. Lena volvió a alzar la ceja.
 
“Siento haber sido mala.” Señaló Katya.
 
“¿Y?” Contestó Lena en señas.
 
“Siento haber tirado cosas y harber puesto furiosa.”
 
Lena la dio un abrazó y la besó en la frente. “Está bien. Tengo un sándwich para ti.”
 
Y así de rápido se olvidó el tema. En realidad era una niña fantástica. Incluso ordenó su habitación después de cenar, por supuesto con la ayuda de Lena. Más tarde esa noche, en lugar de irse después de la hora de la lectura, Lena se encontró sosteniendo a su hija en sus brazos, acariciándole la cabeza y meciéndola con gentileza mientras se dormía. Tumbada en la cama de uno miró las brillantes estrellas de plástico que iluminaban el techo y sintió la suave respiración de su hija mientras dormía, acurrucada cerca de ella.
 
Aún estaba muy confundida. Había aceptado ir al concierto de Yulia y la idea la hizo estremecer. Por otra parte, sabía que lo correcto hubiera sido no volver a ver a la pelinegra. Había engañado a Vlad, más o menos. Había besado a Yulia y si tenía que ser honesta consigo misma quería volver a hacerlo. Lo correcto hubiera sido acabar con esto ahora. Antes de que pudiera volver a sentirse tentada. Antes de volver a ponerse a prueba y fallar. Pero Lena no podía hacerlo. La guitarrista era la primera amiga que había hecho en mucho tiempo. Y era una de las personas más agradables que Lena había conocido. Sólo pasar tiempo en su presencia hacía que Lena se sintiera cálida y cómoda. Esos sentimientos eran tan contrastados con el resto de su vida (excepto Katya) que Lena creía que no podía cortarlos.
 
Así que tenía una elección. Podía llamar a Yulia y decirle que no podían volver a verse o podía sacar algo de agallas y dejarlo en una simple amistad. Podía controlarlo y no cruzaría esa línea. Encontrando algo de fuerza en ella, decidió simplemente hacer eso. ¿Por qué no podían ser sólo amigas? De momento no eran más que eso. No había necesidad de volver a sobrepasarlo.
 
Entonces ¿por qué, cuando oyó a Vladimir entrar, no quiso irse a dormir? ¿Y por qué dudaba cada palabra que acababa de decirse?
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:13 pm

Capítulo 11: Las cosas que desearía no saber.
 
Lena aparcó el coche en casa de Yulia y apagó el motor. La silenciosa noche del miércoles zumbaba ligeramente y podía oler la escarcha en el aire. Había visto a la pelinegra apenas unas horas antes, en el centro comunitario, cuando había ido a recoger a Katya. Parecía que un experimento al pintar con el dedo había ido mal, y su hija estaba cubierta de todos los colores del arco iris. Incluso Lena no había podido evitar estallar en carcajadas y había oído una risita reprimida detrás de ella cuando salió la clase de música. Dándose la vuelta, capturó la mirada de Yulia y rieron juntas. Apenas una pocas horas antes, y ahí estaba otra vez. ¿Y por qué?
 
Por la manera en la que se había sentido cuando la recorrió esa carcajada. Por la forma en que le había quemado la mano cuando sus dedos se habían rozado cuando Yulia la pasó los detalles del viernes por la noche. Por la manera en que se había despertado cada noche de esa semana soñando con la belleza morena. Porque tenía que parar.
 
Lena salió del coche y cruzó la calle. Se sentía como si dos personas estaban jugando a tirar de la cuerda y ella fuera la cuerda. Una parte de ella la arrastraba hacia atrás, reticente a enfrentarse a Yulia y a sus propios sentimientos. Diciéndola que volviera al coche y siguiera fingiendo que lo que sentía no era real. La otra parte la arrastraba hacia delante, diciéndola que tenía que detener esto ahora. Por el bien de su matrimonio, y su hija, y su cordura. Ese trozo ganó.
 
Lena tomó un profundo aliento y llamó a la puerta. Esperó y esperó, y cuando no llegó nadie pensó que podía haberse ganado una tregua. Estaba a punto de darse la vuelta y marcharse cuando la puerta se abrió. Lena dio un paso atrás involuntario y casi se cayó por las escaleras.
 
“Oh, lo siento, sólo estaba... Pensé... Yo...” Respirando profundamente y estabilizándose puso sus pensamientos en orden. “¿Está Yulia en casa?”
 
La mujer que había abierto la puerta era atractiva. Muy atractiva. Estaba alta, delgada, y un cabello liso color rubio que enmarcaba un rostro perfecto. Estaba mirando fijamente a Lena con una curiosa elevación de su ceño y haciendo que la pelirroja sintiera que medía diez centímetros.
 
“Nena, ¿quién es?” Lena oyó resonar la voz de Yulia desde el interior de la casa. Vio a la morena cuando giró una esquina hacia el pasillo, vestida con ropa informal y con una toalla enrollada alrededor de la cabeza, claramente recién salida de la ducha. Sin maquillaje y en ropa cómoda, Lena pensó que estaba más hermosa que nunca. Sintió que su corazón se apretaba en su pecho y se le hizo difícil respirar. Miró frenéticamente desde la chica a Yulia, intentando descubrir como salir de ésta. “¡Lena!” Yulia sonaba sorprendida.
 
“Hola.” Dijo Lena a trompicones. “Eeeh... Siento molestarte, no me había dado cuenta... Me iré.”
 
“No, no, espera.” Yulia llegó a la puerta y se metió bajo el brazo de la otra chica para alcanzar a Lena. La rubia estaba apoyada contra la puerta con los brazos cruzados, sin parecer demasiado animada y claramente sin querer moverse. “¿Qué pasa? Pareces preocupada.”
 
Lena rebuscó en sus sesos una respuesta que no sonara completamente idiota. Volvió a mirar fijamente a la mujer apoyada en la puerta y Yulia observó el parpadeo en sus ojos.
 
“Oh, lo siento, qué maleducado.” Dio un paso atrás para dar a Lena una clara vista de la rubia. “Lena, esta es mi novia Olivia. Liv, esta es Elena.”
 
“Encantada de conocerte” Dijo la otra mujer arrastrando las palabras, claramente ni encantada, ni dispuesta a moverse para apretar la mano de Lena.
 
“Lo mismo digo” murmuró Lena.
 
“¿Quieres pasar?” preguntó Yulia sonriendo a Lena.
 
“No..., no, no pasa nada” dijo Lena. “No me había dado cuenta de que tenías compañía.” Lena se dio cuenta de que no podía saber si Yulia tenía compañía o no y que era una estupidez decirlo. Pero curiosamente era lo más inteligente que podía pensar en el momento.
 
“No seas tonta” Frunció Yulia con una sonrisa. Lena dejó escapar aire. “Liv no es compañía, pasa.”
 
“No, no, de verdad” protestó Lena. “Es que... Es que he perdido los detalles que me diste hoy y pensé en pedírtelos de nuevo.” La mentira salió de su lengua mientras se felicitaba por su fluidez. Era un pensamiento rápido, incluso sonaba plausible.
 
“¿Por qué no has llamado?” preguntó Yulia confusa.
 
Vale, tal vez no tan plausible. “De todas formas pasaba por aquí.” Volvió a mentir Lena. De acuerdo, eso era pensar más rápido.
 
“Oh” Yulia pareció tragárselo. “Espera, y te lo escribiré.” Se metió dentro, dejando a Lena de pie en el porche. Olivia aún la miraba con frialdad. Lena le dio una débil sonrisa.
 
“Siempre pierdo las cosas” sonrió. Incluso en sus oídos sonó patético. La mirada en los ojos de Liv dijo a Lena que la otra mujer también pensaba que lo era. Lena se sintió enrojecer y odió la manera en que su rubor le llegó a las orejas.
 
“Aquí está” Yulia volvió a aparecer, salvando a Lena de su vergüenza. “No lo pierdas esta vez, me gustaría que estuvieras ahí.” Sonrió a Lena sin fijarse en el rubor.
 
“No lo haré” dijo la pelirroja en voz baja. “Siento haberte interrumpido.” Su rostro volvió a enrojecer cuando se dio cuenta de lo que podía haber interrumpido.
 
“Está bien, no has interrumpido nada.” Volvió a sonreír Yulia. Lena pensó que si las miradas pudieran matar, entonces Liv podría estar cometiendo un crimen ahí y en ese instante. Bajando las escaleras, Lena se despidió con la mano y escapó antes de que la situación pudiera ponerse más incómoda. Si es que era posible.
 
Giró la esquina con el coche, lo suficientemente lejos como para que no la pudieran ver desde la casa de Yulia, y luego frenó con brusquedad, doblándose sobre el volante y tragando aire. Podía sentir lágrimas cayendo por sus mejillas y su cabeza giraba con tanta fuerza que pensó que se iba a desmayar. Dando un puñetazo al parabrisas lloró con todas su fuerzas, hasta que se sintió tan seca que supo que no le quedaba nada. Luego condujo hasta casa.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:14 pm

Capítulo 12: Apuesto a que estás bien en la pista de baile.
 
Lena se plantó enfrente de Vladimir. Había esperado hasta que llegara a casa, y ahora, a la una de la madrugada, estaba determinada a tener su momento. No era justo, y lo sabía. En realidad no estaba enfadada con él, estaba enfadada consigo misma. Por la manera en que había dejado que todo la afectara y por la forma en que había estado actuando últimamente. Él no sabía lo de Yulia y no tenía intención de contárselo, pero la culpa que había en su interior era tan aguda que dolía. Le había hecho pedazos la realidad de que Yulia tuviera novia, muy hecha pedazos. Eso la había molestado más que nada. Intentaba convencerse con todas sus fuerzas de que esto era sobre Lena y Vlad. Quería creer que el asunto era cualquiera menos Lena y Yulia. Así que lo estaba haciendo ser de Lena y Vlad. Y si la emoción en su interior era demasiado que soportar, iba a dejarla salir, le gustara a él o no. Fuera justo o no.
 
“¿Qué horas son estas?” dijo a su marido con veneno en la voz.
 
“Lena” Sonaba muy cansado; muy, muy cansado. “Ahora no. Por favor.”
 
“¿Cuándo, Vladimir? ¿Cuándo vamos a hablar? Llegas a casa a esta hora cada noche. Si no hago esto ahora, ¿cuándo lo haré?” pero él tenía aspecto muy cansado, y su determinación se estaba rompiendo.
 
“Por favor, Lena. He tenido el peor día imaginable. Si hoy hubiera tenido la elección entre estar en casa contigo o en el trabajo, no hubiera habido elección, hubiera estado aquí. Créeme. Pero por favor, ahora déjame dormir, creo que no tengo fuerzas para discutir.” Parecía un niño pequeño, y el corazón de Lena se rompió. Llevándole a un abrazo le dio un beso en la frente y cerró los ojos.
 
“Lo siento” susurró. Sentía muchas cosas, especialmente las que él no sabía. “Vete a la cama.”
 
Le dejó ir y le vio dar tumbos como un zombi por el pasillo que daba a la habitación. Apretando la frente contra las manos, sintió la sequedad picante tras sus pestañas que anunciaba más llanto. Estaba harta de llorar. Dos meses atrás era la persona más calmada y contenida que conocía. Ahora lo hacía cada día. ¿Qué iba a hacer?
 
Después de pensar en ello durante una eternidad tomó la misma decisión que había tomado esa misma semana. Le daría una última oportunidad. La oportunidad de poner en orden su vida. Había tenido razón en la necesidad de divertirse.
 
Necesitaba conseguir una vida y necesitaba volver a encarrilar su vida. Yulia podía haberle hecho sentir cosas que no debía, pero también era la mejor amiga que Lena había hecho en mucho tiempo. A pesar de todo, la pelirroja no estaba dispuesta a abandonar eso. Debería haberlo sabido. Pues claro que una persona tan hermosa como Yulia tenía que estar pillada. Incluso si hubiera estado soltera, ¿qué diferencia hubiera supuesto? Lena era una mujer casada. Y hetero. Sólo se sentía sola sin Vladimir y buscaba un sustitutivo. Así que seguiría tres resoluciones: uno, iba a hacer que ella y Vladimir trabajaran por su matrimonio. Pero al menos le había concedido la gracia de esperar hasta que estuviera despierto para hablar sobre ello. Dos, iba a ser amiga de Yulia y disfrutar condenadamente del tiempo que pasaban juntas; y tres, iba a aprender a ser feliz de nuevo.
 
Hizo fácil la decisión de ir al concierto de Yulia. Además, estaba demasiado emocionada por ver a la chica tocar como para siquiera considerar no ir. A pesar de su pequeño estallido, su madre estaba más que contenta por tener a Katya en casa una noche. Andrei era uno de los otros hijos de la familia Katin que le había dado nietos, aunque con todas esas juergas Iván también podría haberlo hecho a estas alturas. Sin embargo, Andrei vivía muy lejos, y Katya siempre era bienvenida en casa de sus abuelos. Evitando preguntas sobre su discusión en la barbacoa, Lena dejó a su hija en un suspiro y volvió a su casa para prepararse. Sin sorpresas, Vlad estaba en el trabajo.
 
Se vistió con cuidado y pensándolo incluso más que en la inauguración de la galería. Quería ir bien, y no demasiado fuera de lugar para un club. Quería ir provocadora pero intocable. Popular, pero alcanzable. Fue una ardua tarea, especialmente por el contenido del armario de Lena, pero estaba determinada a que fuera así. Al final se puso la falda más corta que tenía y un top que sólo dejaba un poco a la imaginación. Probablemente era de todo menos sutil, pero al menos estaba arrasadora.
 
Esta vez había acordado encontrarse con Yulia en el lugar, ya que la morena iba a estar ahí horas antes para prepararse. Aunque seguía siendo Lena, y por tanto llegó pronto. El club estaba abierto cuando llegó, pero apenas había gente, sólo unas cuantas personas entreteniéndose en las esquinas. Avistó a Yulia enseguida, subida al escenario hablando animadamente con un chico de sonido y gesticulando a cada risa. Sólo llevaba vaqueros y un bonito top, pero aún dejó sin aliento a Lena. Enterrando esa idea muy dentro de ella, Lena se quedó en la puerta e intentó no llamar la atención.
 
No pudo evitar ruborizarse sin una razón conocida cuando Yulia alzó la vista y la divisó, pero se alegró por la sonrisa que creció en el rostro de la pelinegra. Lena la vio saltar del escenario y acercarse para encontrarse con la pelirroja.
 
“Lo has conseguido” Yulia sonaba verdaderamente emocionada por ello.
 
“Por supuesto” Contestó Lena con calidez. “¡No podría perdérmelo!”
 
“Vaya. Sin presión ni nada,” contestó bromeando Yulia.
 
“Estarás genial” animó Lena con honestidad. Le hacía mucha ilusión oír tocar a Yulia. Y no sólo por que el sonido de la voz de la guitarrista siempre mandara una ardiente descarga eléctrica directamente a la espina dorsal de Lena.
 
Agradeció que Yulia se quedara con ella mientras el local se llenaba. Cada vez eran menos capaces de oírse mientras la sala se llenaba y el sonido crecía, pero de todas formas mantuvieron una conversación decente. Lena aún se maravillaba de lo fácil que era hablar con esta chica, y cuánto disfrutaba al pasar tiempo en su presencia. La hora de que Yulia tuviera que marcharse e ir al backstage se acercaba rápidamente cuando Liv se materializó junto a la pareja sin que Lena viera de dónde había llegado.
 
La presencia de la rubia hizo que Lena se tensara de inmediato. A Lena no le hacía falta leer la mente para darse cuenta de que la mujer le había cogido manía al instante. La forma en que llevó a Yulia a sus brazos y la besó de una manera larda y expresiva le sugirió a Lena la razón por la que no era la persona favorita de Liv. Estaba claro que la mujer era posesiva con Yul. Lena no se lo podía discutir, podía entenderlo. La forma en que se besaron hizo que la chica pelirroja se sonrojara ligeramente y apartara la mirada. No estaba segura de si era la muestra pública de afecto o el echo de que estuviera verde de envidia. También enterró dentro de sí ese pensamiento.
 
Yulia se separó, de alguna manera pareciendo avergonzada por el afecto de Liv. Intentó mantener una conversación, pero al final volvió a hablar con Lena por que su novia se mantenía en un silencio sepulcral. De todas maneras no duró mucho, porque llamaron a la pelinegra desde el backstage al poco tiempo, dejando a la rubia y la pelirroja codo con codo. Lena consideró empezar una conversación, pero estaba bastante cortada en presencia de la otra mujer. Era más alta y esbelta que Lena, chocantemente guapa y no parecía querer hablar con nadie. Y menos con Lena.
 
“Entonces, ¿qué haces con tu vida?” La pregunta surgió de ninguna parte y Lena se quedó un poco aturdida por el hecho de que Liv la hubiera hablado. Aunque casi había escupido la pregunta.
 
“Trabajo a media jornada en la oficina de un consejero” dijo Lena tras un segundo. “El resto del tiempo estoy en casa cuidando de mi hija.”
 
“Oh, ¿tienes una hija?” Liv pareció sorprendida y alzó una ceja. Dijo la palabra ‘hija’ del mismo modo en el que algunas personas hubieran reaccionado si Lena hubiera admitido tener un tití exótico.
 
“Sí” replicó Lena algo defensiva mientras la banda empezaba a afinar. “Tiene cuatro años.”
 
Ahora la música estaba lo suficientemente alta como para acabar la conversación, si se podía llamar a un intercambio de tres líneas conversación. Lena sintió una sensación extraña en su interior cuando Yulia apareció en el escenario. Echó un vistazo a la chica a su lado, pero la expresión de Liv era indescifrable, y de todas maneras Lena encontró su mirada arrastrada al escenario.
 
Y entonces se perdió. En la música, el sonido y el magnífico espectáculo que era Yulia Vólkova. Se quedó cautivada por la forma en que la morena se metía en la música, y el modo en que la expresiva voz rodeaba todo y a todos en la sala. Poseía talento a raudales y ahora desprendía su magia sobre Lena (Katina) Smirnova. Para Lena fue como si el resto del mundo se hubiera desvanecido. La multitud, la intimidante rubia a su lado, la banda. Sólo era un mundo con ella y Yulia. En un momento de la actuación, la guitarrista alzó la vista y miró directamente a los cristalinos ojos verdi-grises de Lena. Para la pelirroja fue un momento conmovedor que le clavó dagas en el pecho e hizo difícil tomar aire.
 
Se acabó demasiado pronto, y Lena se sintió vacía cuando la música paró. En ese momento decidió que tal vez se haría groupie. Parecía una vida más emocionante que la suya, y definitivamente había encontrado a la persona indicada para adorar. Yulia salió de detrás del área del escenario, húmeda por el esfuerzo y las luces, bebiendo ávidamente de una botella de agua y con un aspecto extraordinario a pesar de ello. Lena se retuvo de chillar y lanzar sus brazos alrededor de la pelinegra por la emoción del espectáculo, pero sólo porque Liv aún estaba de pie fría y tranquilamente al lado.
 
“¡Ha sido maravilloso!” se entusiasmó la pelirroja a pesar de no iniciar contacto físico. “Eres increíble. Muy, muy increíble.” Se dio cuenta de que estaba siendo muy efusiva y se sonrojó.
 
“Gracias” Yulia parecía gratificada. “¡Ha estado bien!”
 
“Ha estado mejor que bien. ¿Tienes un contrato discográfico o algo?” Aunque Lena no pudo evitar ser un poco más efusiva, le había gustado de verdad el concierto. Ella y Yulia volvieron a entablar una animada conversación. Fue sólo una hora después cuando finalmente Liv, de pie con los brazos cruzados y dando golpecitos con el pie, se interpuso en las bromas de la pelirroja y la morena y casi gritó a Yulia,
 
“Me voy a casa.”
 
Era un comentario punzante que las dejó a las tres en silencio y dejó claro que Liv esperaba que Yulia fuera con ella. La morena echó una ojeada a su novia con algo de cautela, y luego alargó una mano para apretar la de Lena.
 
“Espera,” dijo a la pelirroja, “volveré ahora mismo.” Cogiendo el codo de Liv, Yulia desapareció entre el gentío. Lena se quedó de pie en la barra, agitando su bebida e intentando no sentirse tan repentinamente sola. Pero Yulia reapareció mucho más temprano de lo que Lena esperaba. “Tú no tienes que irte, ¿verdad?” preguntó la morena.
 
“¡Demonios, no! Esta es mi noche de diversión, puedo pasar todo la noche fuera si me apetece.”
 
Lena no pudo evitar sonreír ante la hermosa sonrisa en el rostro de Yulia cuando estaba contenta.
 
“Vamos” Yulia la separó de la barra. “Vamos a bailar.”
 
Eran casi las cuatro cuando llegaron a casa de Lena, con Yulia llevándola de vuelta y riendo todo el camino. Aparcaron enfrente de la casa y Lena no pudo evitar fijarse en que el único coche en el arcén era el suyo. Ni rastro de Vladimir. La casa estaba a oscuras y silenciosa. Sonriendo a Yulia se giró en su asiento y dio un abrazo espontáneo a la otra chica.
 
“Muchas gracias por esta noche, Yulia, ha sido realmente especial.”
 
Yulia devolvió el abrazo con otro y se separó sonriendo.
 
“Muchas gracias a ti por venir. Ha sido que sea especial.” Metió con gentileza un rizo suelto de pelo rojizo tras la oreja de Lena y sus miradas se encontraron. Con la respiración atascada en la garganta, Lena tuvo que forzar a sus palabras a salir.
 
“No, tú eres la especial. Eres... eres increíble.” Estaba a centímetros de la boca de Yulia, y sus ojos no dejaban de caer ahí. Se inclinó algo mas cerca, con el corazón latiendo a toda velocidad, sabiendo lo que quería pero insegura. Sólo pudo ver los ojos de Yulia cerrándose en su visión periférica.
 
Y luego se encontró en otro abrazo, sin labios en los suyos. Con la tensión rota, devolvió el abrazo. Sonriendo avergonzadamente salió del coche.
 
“Llámame, ¿vale?” Yulia se asomó por la ventana del conductor mientras la pelirroja daba la vuelta al coche.
 
“Lo haré. Lo prometo.” Contestó Lena.
 
Yulia esperó en el coche hasta que Lena tuvo la puerta principal abierta antes de encender el motor. Lena paró en el umbral que daba a su casa, girándose para observar a Yulia maniobrar con facilidad el coche fuera de su aparcamiento hacia la calle. Suspirando, entró a la casa y cerró la puerta, preguntándose qué demonios iba a hacer consigo misma.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:16 pm

Capítulo 13: Es un problema para mí.
 
La noche del concierto de Yulia debió de haber solidificado su amistad, porque a partir de esa noche pasaba mucho tiempo cerca. Parecía que pasaban más y más tiempo juntas, y hacía que la cabeza de Lena diera vueltas de felicidad. Era muy fácil estar con Yulia, reír, bromear y hablar de cualquier cosa con ella. También se llevaba de maravilla con Katya, y a la pequeña siempre le hacía ilusión ver a la guitarrista. De hecho, le escena frente a Lena mientras estaba de pie en la entrada de la cocina hacía que sonriera como una tonta y que su corazón diera un tirón. Yulia estaba en el suelo de piernas cruzadas, con Katya sentada enfrente de ella y jugando a algún extraño juego que incluía muchas risas y cosquillas. No se le escapó a Lena que Yulia había pasado más tiempo con Katya en las últimas semanas que Vlad en un año.
 
Salió abruptamente de sus pensamientos, y Yulia y Katya pararon su juego cuando la puerta se abrió de repente. Con aspecto ojeroso y algo perdido, Vladimir pasó por la puerta frotándose los ojos. Pasó a la cocina como un sonámbulo y se mantuvo ajeno a cualquiera que estuviera cerca hasta que Lena le alcanzó un vaso de agua, porque parecía que eso era lo que buscaba.
 
“Gracias, nena” dijo secamente.
 
“Jesús, Vladimir, tienes una pinta horrible.” Estaba preocupada por él. En su visión periférica se dio cuenta de que Yulia estaba de pie en su salón con aspecto confuso y fuera de lugar. Él no tenía ni idea de quién era y se reflejó en su cara.
 
“Vlad, esta es mi amiga Yulia.” Lena fue a presentarles con cautela.
 
“Encantado de conocerte. Lo siento, no soy yo mismo en este momento.” Vladimir le dio una sonrisa ladeada y luego desapareció por el pasillo.
 
Lena dio a Yulia un medio encogimiento de hombros como disculpa por la mala educación de Vlad y se quitó la bayeta del hombro.
 
“Debería ir marchándome.” Dijo Yulia metiéndose las manos en los bolsillos y mirando a Lena de una forma que la pelirroja no pudo descifrar.
 
“No.” Lena frunció el entrecejo en respuesta. “Quédate a cenar.” No se le escapó el sutil movimiento de la cabeza de Yulia girándose un poco hacia el dormitorio donde dormía Vladimir.
 
“No puedo...” tartamudeó ligeramente al contestar. “Tengo planes.”
 
Ambas sabían que era mentira, pero Lena lo dejó pasar. Abrió la puerta a la morena y mientras caminaba para bajar las escaleras, atrapó el codo de Yulia y la giró. Cerrando la puerta tras ella con cuidado llevó a la chica más baja a sus brazos y la abrazó, dejando que la esencia de sus oscuros mechones flotara a su alrededor. Sintió las manos de Yulia deslizándose detrás de su cintura, y simplemente se quedó de pie disfrutando del último brillo de sol de la tarde en el cálido abrazo. Separándose, miró a unos serios ojos azules y recorrió la curva de una mejilla perfecta con la mano. Lena observó cómo los ojos de Yulia se cerraban ante el tacto y luego se abrían.
 
“Lena” oyó el murmullo en los labios de Yulia.
 
Y entonces se inclinó, con gentileza y suavidad, y rozó los labios de la morena con los suyos. Fue el más ligero de los besos, y antes de que el viento tuviera siquiera la oportunidad de notarlo acabó de pronto, dejando una ráfaga de hojas volando por el jardín.
 
“Gracias por ser mi amiga” susurró Lena, y se soltó de Yulia. La pelinegra le regaló una media sonrisa y un encogimiento de hombros, y luego siguió el camino hasta su coche.
 
Lena tenía el presentimiento de que había espantado a Yulia. Los siguientes días no vio en absoluto a la guitarrista, y la mayoría de las llamadas de Lena no eran contestadas ni devueltas. Estaba entristeciendo a Lena, y el buen humor que había mantenido las últimas dos semanas se estaba desvaneciendo con rapidez. Encima la ausencia de Yulia en su vida sólo hacía más notable el completo abandono de su marido. Eso hizo que Lena pensara en todas las cosas en las que no quería pensar, lo que sólo empeoraba su humor.
 
Para cuando llegó el viernes, Lena se encontró esperando de nuevo a Vladimir. No había visto a Katya en una semana, excepto ese breve vistazo la última vez que Yulia se había ido. Se levantaba mucho antes que las chicas y llegaba a casa mucho después de que ambas se hubieran ido a dormir, y la única razón por la que veía a Lena era que ella hacía un esfuerzo para levantarse pronto de vez en cuando y le hacía el desayuno.
 
Lena se sentó en el sofá, con los brazos cruzados en preparación esperando a que su marido entrara. Esta vez no le importaba lo cansado que él pudiera estar. Esta vez no le importaba lo que él dijera. Esta vez iban a hablar de una **** vez por todas.
 
Vladimir debió de darse cuenta de su expresión cuando entró por la puerta, porque la mirada en su rostro lo dijo todo. No debió de fijarse en eso, porque también sintió la necesidad de decirlo.
 
“Ahora no, Lena”. Tenía aspecto cansado.
 
¿Entonces, ¿cuándo, Vlad?” dijo sin alterar la voz, intentando no enfadarse enseguida. En realidad la furia estaba brotando en su interior, pero estaba manteniendo la compostura, sabiendo que de todas formas iba a salir a la superficie. “¿Cuándo vamos a hablar? ¿Cuándo tienes planeado estar en casa? ¿Cuándo demonios vamos a tener tiempo si tu nunca estás aquí?” la ira amenazaba con entrar en erupción ahora y tuvo que guardársela.
 
“¡Lena, son las dos de la madrugada!”
 
“Exacto, Vlad.” Se levantó, con los brazos cruzados y los labios apretados. “Como anoche, y la noche anterior, y la **** noche anterior. La noche antes, en la que llegaste a casa a tiempo para caer en la cama después de ser maleducado con mi amiga.” Agitó la cabeza con tristeza. “¿Cuándo exactamente vamos a hablar?”
 
“Aparentemente ahora” murmuró él.
 
“Vlad, ¿no se te ha ocurrido que esto puede ser importante?” Lena esquivó la urgencia de estampar el pie contra el suelo de cólera, no creía que fuera a darle un aire de seriedad al asunto. “Ya nunca te veo.”
 
“Lena, sabes que esto es importante. Sabes que este proyecto es laborioso y que trabajo 24 horas al día 7 días a la semana. ¿Crees que lo otros no hacen lo mismo? Todo estamos trabajando muchísimo en esto. Además es por nuestro bien.” Levantó las manos en defensa.
 
“¿Nuestro bien? ¿Cómo demonios nos va a hacer esto algún bien?”
 
“¡Bueno, para empezar me han dicho que cuando este proyecto acabe me ascenderán a jefe del departamento!” Vladimir le lanzó el comentario, y Lena se preguntó si de verdad pensaba que iba a calmarse con eso.
 
“No puedes hablar en serio, Vladimir.”
 
“¿Cómo no puede ser eso bueno? Un ascenso, Lena, eso es todo.”
 
Lena le miró y se sintió superada por la tristeza cuando de pronto se dio cuenta. “Es todo para ti...” Él la miró, sin saber qué quería decir. “Pero no es todo para nosotras, Vlad. Supongo que un ascenso significa más horas, más trabajo y más proyectos.”
 
“Lena, esto es lo que hago. Es mi trabajo, nuestro sustento. Esto es importante.”
 
“¿¿Lo bastante importante como para perder a tu **** familia??”
 
“Elena, estás siendo melodramática. Me voy a la cama.” Empezó a caminar hacia la puerta.
 
“¡Ni se te ocurra dejarme con la palabra en la boca, Vladimir Smirnov!” Su voz estaba cubierta de acero y escupió la frase entre dientes apretados. Consiguió que él parara, pero no se dio la vuelta.
 
“¿Para qué, Lena? Ya tuvimos esta discusión la semana pasada. Y la semana anterior.”
 
“Vlad. ¿Por qué seguimos teniendo estas discusiones? ¿A lo mejor porque no me escuchas?” Eso hizo que se diera la vuelta.
 
“O que tú no me escuchas a mí.” Replicó con veneno. “¿Por qué esto es sobre ti? ¿Por qué no puedes simplemente estar contenta porque esté llegando a alguna parte? ¿Estar contenta porque esto es importante para mí?”
 
“Porque ya no eres parte de mi vida, Vladimir. Nunca estás a mi lado y cuando tienes algo de tiempo libre, lo pasas solo o con tus colegas, jugando al golf. ¿Es eso ser parte de una familia?” Estaba llena de sentimientos, y sus emociones bullían en un torbellino. No sabía si gritar o llorar.
 
“Estás siendo melodramática. Esto no es un problema para otras personas. Estás haciendo que sea un problema para nosotros. Me voy a la cama.” Caminó hacia el pasillo y ella no le detuvo, pero sí que le lanzó esto:
 
“Vale. Me voy.”
 
“¿Adónde?” Preguntó sin creérselo. “Son las dos de la puta madrugada.”
 
“Lo sé. Pero no puedo quedarme aquí.” Cogiendo sus llaves y su chaqueta se giró sobre los talones y salió por la puerta.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:18 pm

Capítulo 14: Lo que quiero.
 
Lena sabía que era una locura presentarse en casa de Yulia a las dos y cuarto de la madrugada, pero lo cierto era que no podía pensar en ningún otro sitio al que ir. No había manera de que fuera a aparecer en casa de sus padres a esa hora y todos sus otros amigos... ¿a quién estaba engañando? Tenía conocidos, no amigos.
 
Volvía a estar en la puerta, dubitativa. Parecía que siempre que iba allí tenía problemas para llamar a la puerta de Yulia Vólkova. Era como si su brazo se negara a levantarse y sus dedos no quisieran cerrarse en torno al aldabón. O tal vez sólo era que sabía que esto era peligroso. Especialmente ahora, cuando tenía las emociones a flor de piel. Especialmente ahora, cuando nada en su vida parecía ir bien y, por una vez, sólo quería entregarse a lo que deseaba. Ahora sería un mal momento para llamar a la puerta de Yulia. Especialmente viendo cómo iba a despertar a la chica y, probablemente, a fastidiarla.
 
De todas formas llamó. Se dijo que estaba ahí, y que si tenía que elegir entre llamar y volver a casa sabía adónde se iba a dirigir. Apretando los dientes ante lo inevitable, Lena esperó pacientemente y se sorprendió cuando su silenciosa llamada fue respondida con tanta rapidez. Y más sorprendida de que Yulia estuviera vestida y claramente despierta.
 
“Lena”, la morena sonaba tan sorprendida como se sentía la pelirroja, aunque estaba claro que por diferentes razones. “¿Estás bien? ¿Qué pasa?” Hizo pasar a la casa a Lena y cerró la puerta.
 
“Yo... Estoy bien.” Lena no estaba segura de si intentaba tranquilizar a Yulia o a sí misma. “De verdad... Yo...”
 
Yulia la cogió de la mano y la guió hasta al salón. Lena se encontró siendo sentada con gentileza en el sofá y miró a Yulia encogerse en el cojín a su lado. “Lena, háblame.”
 
“Lo siento” susurró Lena.
 
“¿Por qué?” rió Lena, levantando la barbilla de Lena con un dedo y sonriéndola. Lena sintió que su estómago daba un vuelco ante la sonrisa.
 
“Por despertarte.”
 
“No lo has hecho. Estaba despierta.” Hubo una mirada distante en los ojos de Yulia y Lena se preguntó en qué pensaba la morena. “Además no me importa.”
 
“Entonces siento aparecer a las dos,” discutió Lena.
 
“De verdad que no me importa,” protestó Yulia. “Háblame. Dime qué pasa.”
 
Lena enterró la cabeza en las manos y se frotó los ojos, que le picaban y parecían fuera de lugar en su cabeza. “He tenido una discusión con Vladimir.”
 
“¿Otra vez la misma?” Yulia asintió en entendimiento.
 
“Sí” Lena rió con sorna. “La misma discusión una, y otra, y otra, y otra vez. No le importa lo que quiera o desee.”
 
“Oh, Lena, estoy segura de que no es cierto.”
 
“Sí que lo es” protestó, estallando con ira y una profunda tristeza. “Ni siquiera cree que haya un problema y, si le importo, no lo está demostrando. Nunca lo demuestra. ¡Y esta empezando a no importarme!”
 
“Lena...”
 
Lena se sentía tan fuera de control que temía caerse del sofá. Se levantó hasta estar apoyada sobre las rodillas y miró desde arriba a Yulia, que tenía una ceja alzada en confusión.
 
“¿Por qué tienen que ser tan difíciles las cosas?” Explotó Lena con la voz ahogada por las lágrimas contenidas. “¿Por qué no puedo tener lo que quiero sólo por una vez?”
 
El rostro de Yulia se suavizó y levantó una mano para recorrer la mandíbula de Lena con un dedo. “¿Qué quieres?”
 
Lena tragó y se inclinó hacia abajo, acercándose poco a poco a Yulia. Su boca se quedó suspendida a unos pocos centímetros de los maravillosos labios enfrente de ella. “Esto,” susurró; y cerró la distancia. Apretando sus labios contra los de Yulia enterró sus manos en delgados y lustrosos mechones y acercó a la chica. Cuando el beso se solidificó, sintió que una lengua se asomaba y recorría su labio superior, y luego el inferior. Gimiendo con pasión abrió los labios y profundizó el beso. Pudo sentir las manos de Yulia deslizarse alrededor de su cintura, encontrando la piel expuesta en su baja espalda y haciendo que escalofríos se extendieran por la carne cuando la tocaba.
 
Incapaz de mantener el equilibrio sobre las rodillas durante más tiempo, Lena se lanzó hacia delante, aterrizando sobre la pelinegra, que cayó de espaldas en el sofá con un suave “ugh”, pero que asombrosamente consiguió hacerlo sin romper el beso. Lena sintió que la mano de Yulia subía a la parte trasera de su cuello y la acercaba, besándola una y otra vez en una letanía de éxtasis. Con sus cuerpos sensualmente pegados, Lena se encontró abrumada y dejó escapar un pequeño grito cuando Yulia cambió de postura, subiendo la rodilla hacia el rápidamente encendido centro de Lena y enviando sacudidas de sensaciones volando a través de ella.
 
“Dios, Yulia,” gimió Lena contra los labios de su compañera, hundiendo de pronto sus caderas contra la nueva invasión y jadeando. El ángulo era el equivocado y no podía conseguir el contacto por el que se moría con tanta desesperación. Su cuerpo estaba en llamas como nunca y deseaba más. “Por favor...” se quejó, apretando su cuerpo contra el de Yulia en un ruego que no fue ignorado. “¡Por favor, Yulia!”
 
Lena gimió en protesta cuando la pelinegra rompió el beso. Apretando sus dedos a través de sus mechones sedosos, Lena volvió a buscar la boca de Yulia con la suya, frenética por mantener el contacto. Tomando algo el control barrió su lengua contra su gemela, frotando con sensualidad y obteniendo gemidos de placer de la chica bajo ella. Esta vez, cuando Yulia rompió el beso no protestó, si no que jadeó cuando unos labios redondeados se deslizaron camino abajo por su mandíbula hacia la clavícula de Lena, encendiendo aún más a la pelirroja. Frustrada por su separación, Lena tiró del top de Yulia, incapaz de deshacer las muchas tiras y cierres en su actual estado ardiente y haciendo pequeños ruidos de protesta cuando no consiguió quitar la pieza de ropa. Volvió a gemir, esta vez apreciativamente y con placer, cuando Yulia levantó el dobladillo de la ropa y se la quitó en un movimiento. Sus cremosos senos estaban cubiertos por tela negra y Lena sintió sus regiones bajas inundarse de calor y humedad ante la vista de la mujer casi desnuda de cintura para arriba enfrente de ella. La boca de Yulia recorría el camino de vuelta por su cuello y sus manos estaba ocupadas en la espalda de Lena, bajo su top. Sin romper apenas en contacto de su boca contra la piel de Lena, Yulia se deshizo hábilmente del top de Lena, dejando a ambas mujeres en sujetador y jadeantes por el esfuerzo y el ansia.
 
Con la boca ahora rozando la oreja de Lena, Yulia susurró con voz urgente y baja: “A la habitación...” gimió cuando la mano de Lena recorrió sus costillas, justo por debajo de su sujetador de encaje. “Ahora.” Levantando a ambas de un salto, puso a Lena de pie y la pelirroja se quejó. Se sintió gratificada por la rápida recuperación de contacto cuando Yulia volvió a llevarla a un fuerte abrazo, piel contra piel y sus bocas fundidas. Lena fue consciente de estar siendo llevada por la casa, pero era irrelevante; todo lo que importaba era que Yulia no paraba y que los besos seguían y seguían. Llegaron al pasillo fuera de la habitación antes de que los besos se hicieran tan intensos que no pudieron seguir. Con sus manos enredadas en cabellos y sus cuerpos muy apretados, Lena jadeó cuando sintió la fría y dura pared en la espalda, con Yulia presionándola contra ella. El contraste entre le calidez del cuerpo enfrente de ella y la frialdad de la pared sólo maximizó sus sensaciones.
 
“¡Joder!” El epíteto se escapó de la boca de Lena cuando la rodilla de Yulia volvió a escurrirse entre sus piernas y encontró su marca. Hundiéndose contra ella lanzó la cabeza hacia atrás, y cortas respiraciones escaparon de su boca cuando la boca de Yulia volvió a encontrar su cuello, atacándolo con nuevo vigor y haciendo que a Lena le fallaran las rodillas. Si no hubiera sido por le mano de Yulia que envolvía su cintura y la rodilla que se deslizaba deliciosamente entre las suyas, probablemente Lena se hubiera derretido en un charco en el suelo. La mano alrededor de su cintura subió y Lena pensó que el tiempo iba a pararse mientras recorría el camino. Cuando finalmente llegó a un seno, dejando una delgada pieza de ropa entre ella y el calor de la mano, las rodillas de Lena acabaron por ceder.
 
“Dios santo” oyó respirar a Yulia mientras la morena las separaba de la pared y las llevaba al interior del cuarto. Golpearon el colchón con Lena de espaldas y Yulia sosteniéndose sobre ella en una mano extendida. La parte baja de sus cuerpos se movían con una urgencia y ritmo que era primario y autónomo.
 
La ropa desapareció y las manos se movieron. Bocas encontraron bocas y los besos se profundizaron, explorando y provocando, saboreando y hundiéndose. Lena se sentía inundada de sensaciones y sus terminaciones nerviosas estaban sensibles hasta el punto del dolor. Todo lo que había entre ella y el increíble cuerpo de Yulia Vólkova eran dos pares de ropa interior. Intentaba mantener la cabeza lo suficiente como para poder tocar a la morena, pero las talentosas manos de su compañera estaban echando al traste su capacidad para concentrarse y avivaban los fuegos en al punto de hacerlos explotar.
 
Cuando la mano de Yulia se escurrió por su abdomen y empezó a jugar con el borde de su ropa interior, Lena casi se volvió insensible. Sabía que su cuerpo estaba en llamas. Empujó sus caderas hacia arriba con urgencia, buscando algo que sofocara la sed incontrolada de su interior.
 
“Joder, Lena” oyó a Yulia gemir en su oído cuando la pelirroja raspó con las uñas su espalda, “necesito tocarte...”. Tiró de la ropa interior de Lena de modo significativo y Lena respondió arqueando las caderas, dejando que sus bragas fueran bajadas y lanzadas lejos. Le sobrepuso una sensación de necesidad, pero templada por una súbita timidez ante su desnudez. Yulia la miró desde arriba ensimismada y Lena se sintió mejor con las palabras susurradas que escaparon de los labios de la morena: “Eres preciosa pecosa.” Lena se ruborizó en respuesta.
 
Recorrió con sus manos los hombros de Yulia y tragó. La guitarrista estaba hermosísima a la luz de la lámpara que bañaba la habitación con un suave brillo. Su piel lanzaba destellos y sus mechones estaban deliciosamente despeinados. Lena enterró una mano en el pelo de Yulia y volvió a bajar su boca, besándola con una pasión que tomó a ambas por sorpresa y las volvió a enviar en una espiral. El beso se rompió cuando Lena jadeó, con la sensación de los dedos de Yulia deslizándose entre sus piernas haciendo que los ojos de la pelirroja se abrieran.
 
“Oh, Dios, Lena, estás tan húmeda...” gimió Yulia, y su boca descendió a la curva del cuello de Lena mientras sus dedos separaban con cuidado pliegues, encontrando la sensible aglomeración de nervios en el interior y acariciándolo.
 
“¡Yulia!” el grito llenó el aire mientras Lena arqueaba las caderas contra el contacto y sus manos bajaban rápidamente para agarrar las sábanas. Empujó hacia arriba intentando encontrar algo, sin saber de verdad qué buscaba pero desesperada por ello de todos modos. Yulia se apoyó sobre un delgado brazo, observando desde arriba la increíble visión de la pelirroja contorsionándose bajo ella. Cuando los ojos de un intenso verdi-gris de Lena finalmente miraban a los suyos, empujó lenta pero firmemente dos dedos muy dentro de la hermosa chica. Lena separó los labios ante la invasión, y su respiración se quedó en su garganta mientras se sentía siendo llenada con más placer del que nunca había conocido. Arqueándose contra los ahora gentiles empujones, sus pupilas se dilataron y clavó los talones en la cama. Sus manos retorcieron las sábanas mientras olas de placer crecían en su interior. La boca de Yulia encontró un tenso pezón, succionando y saboreando, llevando a Lena más y más alto. Lena sintió húmedos besos seguir un rastro hacia abajo, sobre sus costillas y abdomen. Un cálido aliento estaba en su muslo y luego una suave, pero fuerte lengua se clavó insistentemente contra su clítoris.
 
Insensible a cualquier cosa que no fuera Yulia y las deliciosas sensaciones que creaba en Lena, la pelirroja se encontró siendo arrastrada a una altura que no sabía que existía. Moviendo las caderas a la cadencia de las embestidas de Yulia, gritó una y otra vez mientras la tensión se incrementaba en su interior, hasta que se rompió, aturdiéndola y dejando los ecos del nombre de Yulia rebotando en la habitación. Débil y conmocionada, cayó de vuelta al colchón, con las sábanas retorcidas donde sus manos habían sido frenéticas. Sintió a Yulia subir por su cuerpo, besando el camino hacia el rostro de Lena, donde copó con cuidado una mandíbula y miró desde arriba a los ojos de un verdi-gris cristalino ahora oscuros con placer latente.
 
“Eres asombrosa” dijo en voz baja la morena. “Asombrosa.”
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:19 pm

Capítulo 15: Mejor que recibir una bala de un arma.
 
Las chicas estaban de pie en el recibidor de Yulia, y el aire de la mañana se colaba bajo la puerta principal y les refrescaba los tobillos mientras se enlazaban. Lena se apartó con reticencia de su beso y tocó una torneada mejilla con la mano, mirando fijamente a los cálidos ojos azules que aún ahora la dejaban sin aliento.
 
“Tengo que irme” murmuró, sintiendo los brazos de Yulia apretarse a su alrededor y una boca rozando ligeramente la suya. Respondió al beso a pesar de sus palabras.
 
“No te vayas...” respondió Yulia en un susurro, rompiendo el beso y frotando con su nariz el lado de la de Lena. “Quédate, y haré que tu tiempo merezca la pena.” Lena rió con suavidad pero se separó.
 
“No puedo. Tengo que ir a casa, Vlad se irá a trabajar pronto y Katya no puede quedarse sola.”
La mención de su marido cambió palpablemente el ambiente y Lena se distanció, consciente del cambio.
 
“Llámame” dijo Yulia arrugando el entrecejo. No era una pregunta.
 
“Por supuesto.” Contestó Lena con claridad. “Yo...” alargó una mano, metiendo un oscuro mechón de pelo tras la oreja de Yulia. “Te veré pronto.” También articuló una afirmación, no una pregunta.
 
Condujo hacia casa en la calma del amanecer, volviendo a tiempo para encontrar el coche de Vladimir en el arcén. Con cuidado de dejarle sitio, caminó en silencio hacia la puerta, rogando que estuviera dormido cuando ella llegara.
 
No hubo suerte, estaba en la mesa del comedor con una taza de café y aspecto exhausto. No se giró cuando abrió la puerta y Lena pensó que tal vez podría pasar a su lado sin decir nada. La detuvo en medio del recibidor:
 
“¿Dónde estabas?”
 
Paró, pero imitando los movimientos de él la noche anterior, no se dio la vuelta:
 
“En casa de una amiga.” Rogó no parecer demasiado desarreglada. Supuso que podía decir que había dormido en un sofá.
 
O que había hecho algo en un sofá.
 
“Te vas. ¿Así como así?” sonaba cabreado. Lena no estaba de humor.
 
“No he estado en casa cuatro horas, Vladimir. Creo que en comparación aún me queda mucho para llegar a tu altura.” Siguió caminando. Si el hombre contestó, ella lo ignoró y se metió en la ducha.
 
El agua fluyendo por su cuerpo formaba riachuelos al caer al suelo de la ducha. Lena cerró los ojos y apoyó la espalda en una pared, sintiendo el agua limpiándola. Aún podía seguir el rastro que las manos de Yulia habían dejado en su cuerpo como si lo tuviera grabado a fuego en la piel, y el agua no hacía nada para borrarlas. Y entonces le golpeó la culpa. Abrió de pronto los ojos cuando la magnitud de lo que había ocurrido se reveló en su interior. Apartándose precipitadamente de la pared cogió el jabón y frotó con furia, más y más fuerte, como si pudiera borrar la misma esencia de lo que había hecho macerando su carne. Salió de la ducha fría y entumecida.
 
Vlad había desaparecido cuando volvió al salón, frotándose el pelo con una toalla e intentando sacarse la última gota de agua del oído. Podía oír a Katya haciendo ruido en su cuarto, y al mirar por la ventana supo que Vladimir se había ido. Imaginó que se había ido al trabajo. Por muy enfadada que estuviera con él por despreciar sus opiniones y deseos, estaba más que alegre de no tener que oírle ese día. No estaba segura de que no hubiera entrado en combustión espontánea de la culpa si él hubiera estado.
 
Por tercera vez en pocas semanas fue Katya la que llegó a su rescate sin ni siquiera saberlo. La pequeña salió de un salto de la cama con tanta energía que Lena casi olvidó que no había dormido por lo contagiosa que era.
 
O que había pasado las últimas horas practicando el mejor sexo de su vida.
 
Katya corrió por la cocina e hizo el desayuno con la ayuda de Lena, y su naturaleza alegre mantuvo a flote el espíritu de Lena. Después de comer dijo con señas a su hija:
 
“¿Qué quieres hacer hoy?”
 
Katya parecía seria y pensativa. Luego una mirada de pura felicidad cruzó su rostro y señaló, mezclando las palabras de la emoción, “¿Podemos hacer lo que sea?”
 
Lena se echó a reír ente el repentino cambio en la conducta de Katya y asintió. “Lo que sea” contestó en señas, esperando que no se estuviera metiendo en aguas profundas. Y rezando para que no incluyera un viaje a casa de los queridos abuelos de Katya.
 
“¡EL ZOO!”
 
Lena sonrió ante la propuesta de su hija. El zoo sonaba perfecto. Les llevó poco tiempo prepararse y pronto estaban de camino. El día fue perfecto. Lena dejó que su mente se liberara de sus propios problemas y simplemente disfrutó del día con su preciosa hija. Sentía contraerse su corazón cada vez que su hija reía. Fue en el momento cuando estaba de pie, con Katya de pie en un mirado con los brazos de Lena a su alrededor, cuando Lena supo de pronto qué pasaba en su interior. Estaban viendo los elefantes mientras una hermosa madre elefanta bañaba a su bebé amorosamente con agua del lago superficial. Mientras las fuentes de agua de la elefanta salían disparadas al aire y bañaban al bebé, que trompeteaba con gusto, Lena vio la cara de su hija llenarse de asombro y belleza. En ese momento congelado, fue como si la mente de Lena se aclarara sólo lo suficiente en el espacio y el tiempo para saber, muy dentro de ella, lo que era importante y lo que no.
 
Caminaron de la mano mientras el sol se ponía con lentitud, saliendo del zoo, y Lena se sintió como si el sol también se estuviera poniendo en su vida. Ese día había sido tal torrente de emociones, desde la medianoche hasta ahora, que se sintió como si hubiera pasado por la lavadora. Y aún así, estaba extrañamente tranquila y su súbita claridad la mantenía despierta.
 
Callada durante el viaje de vuelta a casa, miró a Katya por el espejo retrovisor mientras la pequeña se dormía. Estaba hecha polvo de su día de diversión. Lena, a pesar de no haber dormido, esta de cualquier manera menos cansada.
 
Llevó a su hija en brazos dentro y la dejó en el sofá, tapándola con gentileza con una manta. Se sintió ridículamente tranquila mientras se movía por la casa, limpiando y haciendo la cena. Le sorprendió seguir calmada cuando oyó abrirse la puerta y Vladimir entró.
 
“Llegas pronto” comentó sin ninguna emoción en particular en su voz.
 
“Sí, pensé que podía pasar algo de tiempo fuera de la oficina” dijo él. A Lena no se le escapó la referencia. “¿Está Katya dormida?” Vladimir sonó confuso después de verla en el sofá.
 
“Si, hoy hemos pasado un gran día, así que está un poco cansada” Lena hizo una sonrisa y sintió una repentina punzada de deseo cuando imaginó a Yulia haciendo lo mismo. Borró la imagen de su mente al sentir que su calma se alteraba un poco. Controlándose, se mantuvo ocupada haciendo la cena. Vladimir desapareció y pronto el eco de la ducha resonó desde el fondo del pasillo. Su tranquilidad duró durante la cena y al meter a Katya en la cama. Sólo le duró lo suficiente para salir y ver a Vladimir en el sofá, cambiando de canal de cualquier manera y, aparentemente, sin encontrar nada que le gustara
 
”Vlad” dijo con suavidad, intentando llamar su atención. O no la escuchó o la ignoró, así que volvió a intentarlo. “Vlad” esta vez fue un poco más alto. Él giró la cabeza.
 
“¿Qué pasa?”
 
“Tenemos que hablar.”
 
Lena le observó gemir un poco y poner los ojos en blanco. “¿Otra vez, Lena? Jesús, ¿no puedo tener ni un día en paz? Esta noche no tengo ninguna gana de discutir contigo.”
 
“No va a ser así, Vlad” prometió en voz baja. “No quiero discutir contigo.”
 
“Bien.” Volvió a mirar la televisión. Esperó unos pocos momentos antes de rodear el lado del sofá y sentarse en el borde, observando a su marido. Pasaron unos minutos así para que él girara la cabeza y la mirara inquisidoramente. “¿Qué?”
 
“Vlad...” Lena le miró, bañada en el suave brillo de la televisión, con los colores parpadeando en su cara. “Te dejo.”
 
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:23 pm

Capítulo 16: Hay veces que en la vida uno toma decisiones.
 
Vladimir miró a Lena como si acabaran de salirle cuernos en la cabeza y hubiera empezado a correr por la habitación gritando ‘soy la reina lagarta’. Ella le devolvió la mirada, deseando estar tan tranquila en el interior como en el exterior.
 
“¿Qué?” Esta vez su voz era áspera y rota en esa simple sílaba.
 
“Te dejo.” Reiteró con suavidad. Lena se sintió como si su mundo se rompiera de fuera hacia dentro y ella estuviera en el centro, con las grietas acercándose como un tren acelerando. En cualquier segundo chocarían con ella y ella se rompería, cayendo en pequeños trozos en la moqueta de su salón. “Se acabó, Vlad.”
 
“¿¿De qué coño estás hablando??” Esta vez tenía su atención. Estaba de pie, furioso y con el rostro encendido. “¿Es una broma?”
 
Lena dio un paso atrás, alarmada por su repentina cólera. Se había convencido a sí misma de que no iba a importarle tanto. En realidad tenía que haberlo pensado mejor. “Vlad, esto no funciona y no creo que podamos hacer nada al respecto.”
 
“Me cago en la leche, Lena! ¿Esto es por la **** discusión? Porque esto es una manera asquerosa de ganar.” Vlad tenía los puños y la mandíbula apretados.
 
“¿Cómo puedes pensar eso?” Gritó ella, ahora tan furiosa como Vladimir. “Esto es mucho más que eso, Vlad. Ya no puedo estar casada contigo. Simplemente no puedo.”
 
“Esto no tiene gracia” parecía horrorizado.
 
“Lo sé” replico ella en voz baja. Colocándose un rizo suelto de pelo tras la oreja se mordió el labio. “Lo siento, Vladimir, pero es lo que tengo que hacer.”
 
Él se sentó, aturdido. El subconsciente de Lena la forzó a extender el brazo hacia él, en un gesto de súplica para que entendiera. La Lena consciente se apartó. No había nada que pudiera hacer para ayudarle. No había nada que pudiera decir que cambiara las cosas. Era muy consciente de su pequeña durmiendo en la habitación de al lado y de su propia ansia de huir. Le debía a Katya, y a Vlad, quedarse ya hablarlo. Nada iba a alterar su resolución o a hacerla cambiar de opinión, pero sabía que tenía que quedarse. Incluso aunque sintiera las náuseas que sentía.
 
“Así como así,” Dijo Vlad haciendo que Lena saltara.
 
“No, Vlad, no así como así” contestó Lena sin alterar la voz. “Ha sido desde hace mucho tiempo.”
 
“Es por mi trabajo, ¿verdad? Porque estoy tan ocupado. Maldición, Lena, sé que es duro para ti, pero irá mejor. Lo superaremos. No es motivo para romper un matrimonio.”
 
“¿Qué es un buen motivo, Vladimir? ¿Que no tengamos la misma visión de camino para la vida? ¿Qué nunca vayamos a estar de acuerdo en cuanto a lo que es mejor para Katya? ¿Qué no me quieres?” Dejó caer al aire el último comentario, sabiendo que era tan caliente que podía explotar.
 
“Eso no es cierto.” Sonaba vehemente, pero Lena sabía que discutía por discutir.
 
“Vlad, no vamos a funcionar. Esto no va a funcionar. Deseamos cosas diferentes en la vida. Tú quieres tu carrera. Yo quiero a alguien a mi lado.”
 
“Yo estoy a tu lado, **** sea. Sólo que no siempre estoy aquí. ¿Quieres que me despida? ¿Que me quede sin sueldo? ¿Es eso lo que quieres?” Ahora estaba lejos del sofá, de pie enfrente de ella con los dientes apretados. Lena pensó que parecía que iba a salirle espuma por la boca. Retrocedió un poco.
“Vlad, no...”
 
“¿Qué?”
 
“No te quiero. No como debería.” Ahí. La verdad había salido.
 
“Te casaste conmigo.”
 
“Vladimir, lo siento. No puedo hacer esto. No puedo estar contigo y amarte como lo necesitas. Quiero algo más en mi vida, no esto. Algo que nunca voy a encontrar en este matrimonio.” Dijo Lena con suavidad, cerrando los ojos y dejando que sus pensamientos fluyeran.
 
‘Deseo a alguien que no eres tú. Y quiero una vida mejor para Katya que un padre que no la quiere.’
 
Las dos cosas eran ciertas. Eran razones válidas para dejar a Vladimir. Pero de ninguna manera iba a decir eso en ese momento. No era tan descorazonada.
 
Vladimir la sorprendió saliendo a trompicones y cogiendo sus llaves y chaqueta.
 
“¿Adónde vas?” Preguntó ella confusa, frunciendo el ceño.
 
“Fuera. Lejos. Me voy. Si tú eres la que me deja, entonces soy yo el que se va. No puedo quedarme aquí.”
 
“¿Adónde irás?”
 
“¿Qué coño te importa?” Y con eso, Vladimir desapareció.
 
Lena cayó en el sofá tan agotada que pensó que podría hacerse un ovillo y morir. Lo había hecho. Había dejado a Vladimir de verdad.
 
En realidad él la había abandonado a ella pero estaba... bien. Eso esperaba. Toda su energía se esfumó. Había desaparecido. Sorprendida de siquiera poder hacer el movimiento, se arrastró a la cama y durmió más profundamente de lo que había dormido en años.
 
Cuando Lena despertó, el sol de domingo entraba a raudales por la ventana y supo al instante que Vladimir no había vuelto. Su lado de la cama estaba arreglado. Fue un sentimiento extraño. Se levantó y encontró a Katya en el suelo, viendo dibujos animados sin sonido y con subtítulos y con un bol de cereales en el regazo. Era la primera vez que Lena pudo recordar a su hija haciéndose el desayuno ella misma. Un poco asombrada entró en la cocina. La leche estaba abierta en la encimera y había copos de maíz esparcidos a su alrededor, con la caja puesta muy cerca. En realidad era la mitad de la zona desastrosa que Lena había esperado, y lo limpió sin una queja. Su cerebro estaba demasiado cansado para pensar y, definitivamente, demasiado cansado para quejarse. Su cerebro estaba ahí, pero aún sentía el cuerpo dado de sí. Los últimos días eran demasiado en lo que pensar.
 
Esperaba que Vladimir volviera en algún momento del día. A pesar de su determinación de no huir la noche anterior, ahora se sentía superada por ese deseo. Cuando Katya acabó sus cereales, Lena las preparó con rapidez.
 
“¿Adónde vamos?” Señaló Katya confusa.
 
“A casa de los abuelos,” contestó Lena en señas.
 
“Oh,” Katya parecía contenta, pero un poco perpleja. Lena ignoró las expresiones de su hija y entró al coche tan rápido como le fue posible.
 
El camino a casa de sus padres estaba limpio y llegaron rápidamente. Lena no tenía ni idea de qué iba a decirles. Sabía que decírselo a sus padres iba a ser casi tan difícil como decírselo a Vlad. Y aún no tenía ni idea de QUÉ decirle a Katya. Dejaba eso para después. Pero sus padres... Ahora que el terror por romper con Vladimir había acabado, el único miedo que tenía era a la reacción de su madre. Y sabía que quería pasar por ello lo más rápido que pudiera.
El padre de Lena abrió la puerta con una mirada sorprendida en el rostro.
 
“Lena, Katya, ¿a qué debemos esta visita?” Abrió la puerta, dejando pasar a su hija y su nieta.
 
Lena bajó a Katya de sus brazos, observó a Katya dar un enorme abrazo a Sergey y luego irse corriendo a encontrar a la abuela. Lena besó a su padre en la mejilla.
 
“Hola, papá”
 
Sergey le sonrió, con el pelo medio canoso rizándose en sus sienes y la cálida mirada sin dejar sus ojos. Sólo su presencia hizo que Lena se sintiera algo menos temblorosa. Dios, esto era casi peor que dejar a Vladimir.
 
Entró a la cocina con su padre, viendo a Katya en los brazos de su madre y la sonrisa en la cara de ambas. No importaba lo que pasase, al menos seguían queriéndola. Sin embargo, su madre se iba a morir por completo de la impresión.
 
“Hola, mamá” dijo en voz baja.
 
“Lena” replicó Inessa bajando a Katya, “¡Qué agradable sorpresa!”
 
Lena le dio un beso en la mejilla. Sin querer esperar mucho más, dijo a Katya que se fuera a jugar. Dirigiéndose al área de juego que su abuelo había montado para ella, Katya parecía encantada. Lena sonrió mientras se iba. Luego se sentó en la mesa de la cocina y aceptó agradecida la taza de té que su padre le puso enfrente sin una palabra.
 
“¿Qué pasa, Lena?” Preguntó él. Lena no cuestionó el hecho de que supiera que pasaba algo. Sabía que daba igual su expresión al abrir él la puerta, el hombre lo hubiera sabido de todas formas. Ella y su padre eran así.
 
“¿Pasa algo malo?” Inessa parecía sorprendida. Por mucho que Lena quisiera a su madre, ella y su madre NO eran así.
 
“Sí, supongo que sí. Y de alguna manera, no.” Dijo Lena sin especificar.
 
“¿De qué estás hablando, Lena?” Inessa alzó una ceja. Era un movimiento que Lena podía parodiar a la perfección.
 
“Yo... He dejado a Vlad.” Dejó el comentario en el aire.
 
“Oh, Lena...” exhaló su padre, al mismo tiempo que su madre exclamaba,
 
“¿¿Qué??”
 
“He dejado a Vladimir” reiteró Lena con algo más de firmeza.
 
“No” su madre aún estaba conmocionada. Sergey rodeó la mesa y se sentó junto a su hija, poniendo una mano sobre su hombro.
 
“¿Estás bien?” preguntó.
 
“Sí” contestó ella con simplicidad. “Era lo correcto.”
 
“¿Estás loca?” estalló su madre con aspereza, “Lena, estamos hablando de tu matrimonio. ¿Cómo puedes ser tan frívola?”
 
Lena suspiró y se giró para encarar a su madre. “Madre, no era adecuado para mí. Lo que es mejor para mí.”
 
“¿Cómo puede ser esto lo mejor para ti?” Su madre parecía gravemente confundida.
 
“Simplemente lo es, ahora lo sé. Ahora lo veo.” Lena estaba empezando a perder el control de la situación. Podía sentir las lágrimas crecer en su interior. La mano de Sergey se quedó quieta en su hombro y pudo sentir la fuerza que le transmitía. “Madre, no hay discusión sobre esto. He venido a decírtelo, no a discutir contigo sobre ello.”
 
Eso, por supuesto, no detuvo a Inessa de discutir. De hecho, durante el resto de la mañana. Lena acabó cansándose de la lucha y se marchó. Mientras lo hacía, con su madre enfadada y confusa en la cocina, su padre caminó con ella hasta la puerta. La abrazó con fuerza y le susurró,
 
“Llámanos si necesitas algo. Lo que sea.” Puso énfasis en la última palabra.
 
“Gracias, papá” contestó en un susurro.
 
Vladimir no fue a casa el domingo. No fue a casa el lunes. Para el martes por la mañana Lena empezó a entrar en pánico. Llamó a su trabajo, pero nadie contestaba. Cuando finalmente alguien contestó, la dejó colgada del teléfono. Supuso que se lo merecía. Fue a su trabajo sin sentirse particularmente inspirada y tuvo uno de los peores días de trabajo que había tenido en mucho tiempo. Su jefe la miró pensativamente y la envió pronto a casa. Cuando el teléfono sonó esa tarde, lo cogió a mitad del primer tono. Le asombró no estar decepcionada cuando no fue Vladimir.
 
“Hola... Qué rápido” bromeó la voz de Yulia al otro lado de la línea.
 
“Oh, Yulia” la sorpresa de Lena era evidente.
 
“¿Esperabas a alguien más?” ahora la voz de la guitarrista era seria.
 
“Lo siento, esperaba una llamada de Vlad.”
 
“Oh, lo siento, desocuparé la línea.” Lena apreció la oferta de la otra chica, pero después de dos días atrapada en su propia cabeza de pronto le apetecía hablar.
 
“No, no pasa nada. No creo que vaya a llamar” dijo.
 
“Oh. ¿Va todo bien?” La pregunta de Yulia era reservada y pronunciada con precaución.
 
“La verdad es que no...” admitió Lena.
 
“Ahora mismo voy.” Y todo con lo que Lena se quedó fue un tono de llamada.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:25 pm

Capítulo 17: Soy la llave del candado de tu casa, que mantiene tus juguetes en el sótano.
 
Lena jugueteó en el sofá esperando a que llegara Yulia. Se estaba cansando un poco de estas escenas en las que tenía que contar cosas a la gente. La hizo estremecer pensar qué le iba a decir a la pequeña en la habitación de al lado.
 
‘Papi ya no va a estar por aquí.’
 
Papi no estaba por ahí de todas formas.
 
‘Mami ya no quiere a papi.’
 
Porque el amor puede desaparecer así de fácil, Mejor espera que no te pase a ti.
 
Jesús, ¿qué demonios le iba a decir a Katya?
 
El timbre de la puerta sonó furiosamente, haciendo que Lena saliera de sus pensamientos de un bote y saltara del sofá antes de darse cuenta de que lo estaba haciendo. Estaba a medio camino de la puerta en su respuesta automática cuando se dio cuenta de que debía de ser Yulia. Su corazón aún se saltaba algunos latidos cuando abrió la puerta. Y ahí estaba, apoyada contra el marco de la puerta con las manos en los bolsillos, con las mejillas rojas por el frío del aire. Estaba tan bella que dejó a Lena sin aliento. Reteniéndolo en la garganta, la pelirroja dio un paso atrás, dejando que Yulia entrara en la casa.
 
Distrayéndose haciendo el café, Lena intentó no conectarse con los ojos de la guitarrista. La intensa mirada de la pelinegra se metía de alguna manera muy dentro de su piel y se manifestaba de maneras con las que Lena no estaba del todo cómoda. Deslizó el café de Yulia a través de la mesa y se sentó, acunando su propia taza caliente y rechazando encontrarse con esos ojos azules que tenían tanto efecto en ella.
 
“Lena... ¿Quieres hablar de esto?” La voz de Yulia era suave y preocupada, pero aún no hizo que Lena la mirara a los ojos.
 
“¿Sobre qué?” Lena jugó un tiempo más con la imprecisión.
 
“Vale” la simplicidad de la réplica consiguió que los ojos de un verdi-gris brillante se alzaran para encontrarse con los serios azules. “¿Cómo está Katya?”
 
Fue el repentino retorno del pensamiento de su idea lo que envió a Lena sobre el límite. Suaves, grandes y saladas lágrimas brotaron y cayeron, dejando un húmedo sendero en su mejilla y temblando en su barbilla. En un instante Yulia estaba a su lado, con un brazo en el respaldo de la silla de Lena y los dedos de la otra mano acercándose a los ahora temblorosos dígitos de Lena. Lena se soltó de la mano de Yulia y sorbió por la nariz mientras se secaba las lágrimas de las mejijas y se alejaba. Agarrando el brazo de Yulia, guió a la confusa pelinegra al sofá, la sentó y se apretó un cojín contra el pecho, abrazándolo con fuerza en busca de seguridad.
 
Inspirando con fuerza, Lena miró a Yulia a los ojos y habló con voz trémula. “He dejado a Vlad.”
 
Pasó un tiempo antes de que la impresión y el entendimiento cayeran sobre el rostro de Yulia. “Guau.” Respiró. “Joder.”
 
“Ajá” asintió Lena con una pequeña risa.
 
“¿Estás bien?”
 
“Supongo. Le he dejado. En realidad no tengo mucha opción sobre si estar bien. Y, además, lo ha hecho bastante fácil, no he hablado con él desde que salió por la puerta.”
 
“Espera. ¿Se fue? Pensé que le habías dejado tú.” El ceño de Yulia se arrugó con confusión.
 
“Lo hice. Y luego él se marchó. Supongo que hubo muchas maneras de dejarlo.” Lena se abrazó las rodillas contra el pecho, apoyando la barbilla en ellas y apretando los labios. “Se lo he dicho a mis padres.”
 
“Supongo que no fue demasiado bien.” Yulia sabía lo suficiente de la familia de Lena para apreciar eso con facilidad.
 
“Con papá no pasó nada. Con mamá... fue como un saco de piedras.” Lena esbozó otra sonrisa irónica. “Lo superará.”
 
”¿Y Katya?” Confía en Yulia para dar en el clavo, a veces era un poco demasiado astuta.
 
“Katya... sí, aún no he llegado a ese punto.”
 
“Lena, por Dios. Vladimir puede ser un capullo, pero es su padre.” Lena echó una mirada fulminante a la pelinegra en cuando salieron las palabras. “Vale, vale, lo siento, probablemente no necesitas eso ahora mismo.” Yulia extendió un brazo y acarició el reverso de la mano de la pelirroja tranquilizadoramente. “¿Era lo correcto?” Definitivamente, demasiado astuta.
 
“Sí” contestó Lena sin dudarlo. “Desde luego que sí.”
 
“Entonces irá bien.” Dijo Yulia con convicción. “Y no estás sola. Lo sabes.” El pulgar que acariciaba el reverso de su mano hacía estremecer a Lena. Alzó la vista hacia ojos azul mar y sintió que sus entrañas se derretían un poco.
 
“Gracias” susurró.
 
“Cuando quieras”, le sonrío Yulia de una manera adorable.
 
Y así la conversación se hizo más fluida. Yulia la desvió con habilidad de la actual preocupación de Lena. Ahora que la verdad había salido, Lena se alegró de tener la oportunidad de hablar y pensar en otra cosa. Sabía que al final volverían al tema y a otras cosas de las que TENÍAN que hablar, pero de momento disfrutaba de la comodidad de estar con Yulia. Amanecía cuando los bostezos de la morena alertaron de lo tarde que era.
 
“Estás cansada.” Susurró Lena con suavidad.
 
“Estoy bien.” Los ojos de Yulia apenas podían mantenerse abiertos.
 
“La habitación de invitados siempre está preparada. Quédate aquí.”
 
“No, está bien.” Protestó Yulia, pero Lena se negó a escucharla. Arrastrando a la otra chica pasillo y la dejó en la habitación con toallas limpias y todo lo necesario antes de que pudiera decir algo más. Yulia rió avergonzada. “Vale, supongo que me quedo.”
 
Lena deslizó las manos en los bolsillos traseros, con los codos sobresaliendo y jugando con una esquina de la moqueta con el dedo del pie. Sintió un nudillo deslizarse bajo su barbilla cuando Yulia le levantó la cara. De pronto la guitarrista estaba demasiado cerca para sentirse cómoda, y el cuerpo de Lena se desbocó de necesidad y deseo. Sería tan fácil avanzar, cerrar la puerta y dejar que Yulia aliviara toda la dureza de la pasada semana. Sería tan bueno, tan fácil sentir esos largos y delicados dedos recorrer esos lugares que dolían con el recuerdo...
 
Sus ojos debieron de haberla delatado, porque todo lo que Lena oyó fue a Yulia gemir, y luego la distancia entre ellas se cerró. Envolvió sus brazos alrededor de los hombros de la morena y abrió la boca bajo el asalto de unos labios suaves y maravillosos. La lengua de Yulia se deslizó al exterior para enredarse con la suya y el besó se intensificó gloriosamente. Se separaron en busca de oxígeno después de lo que pareció horas. Temblando, Lena se apartó del abrazo de Yulia y dio un paso atrás.
 
“Lo siento.” Susurró.
 
“No, no” Yulia levantó la manos en énfasis. “No tienes que sentir nada. Yo lo siento. No tendría que haberlo hecho.”
 
“No. No es eso. Me ha gustado que lo hicieras.” Yulia alzó una ceja, pero se quedó callada. “Es que...” Lena perdió las palabras.
 
“¿Qué...?” animó con gentileza la morena.
 
“Yo... No dejé a Vlad por ti, Yulia.”
 
“Ya lo sé.”
 
No, mira. No le dejé por ti. Le dejé por mí. Y lo siento mucho. Porque no puedo hacer esto. No puedo estar contigo.” La voz de Lena se rompió en la última palabra cuando, una vez más, el dolor se instalaba en su interior, y se reflejó en el rostro de Yulia.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:27 pm

Capítulo 18: Es un jurado sentimental y la formación de un plan.
 
Lena se dio la vuelta por tercera vez en pocos minutos y golpeó la almohada. Prácticamente había huido de Yulia. ¿como huía de todo en su vida? No, eso no era justo. Dejar a Vladimir había sido lo correcto. No huía de eso, intentaba poner en orden su vida. Tener una vida que le gustara vivir de verdad. Porque sabía que se debía a sí misma y a Katya dejar de vivir para los demás. Al final ambas serían más felices. El único problema era que sabía algunas cosas que tenía que hacer y otras que no debería. Y la mirada en el rostro de Yulia cuando la verdad había emergido no había alegrado exactamente el día de Lena.
 
Había sido completamente comprensiva, pero claro, cuando estás de pie en la habitación de invitados de alguien, con un par de mullidos pijamas en las manos y un discurso de rechazo aún flotando en el aire, ¿qué se supone que tienes que hacer? ¿Salir gritando de la habitación? ¿Tirar los pijamas con disgusto y destruir la lámpara? ¿Qué podías hacer? Lena sabía que no lo hacía menos doloroso para nada. Suspiró y volvió a darse la vuelta.
 
Esta noche no iba a dormir nada.
 
Fue bueno que estuviera despierta, porque eso significó que oyó a Yulia intentando escapar a hurtadillas en algún momento cercano a las siete. Envolviéndose en su bata entró en el salón. La morena estaba en el sofá, poniéndose en silencio los zapatos. Saltó cuando Lena habló,
 
“¿Podemos hablar?”
 
La guitarrista se giró y unos serios ojos azules miraron a Lena inalterablemente. “No estoy segura de querer, Lena.”
 
“Por favor.”
 
Suspirando, Yulia dejó de ponerse los zapatos y se giró para mirar a otro lado, juntando las manos. A Lena le llevó un momento darse cuenta de que la morena esperaba que se le uniera en el sofá. Tomando asiento a su lado, Lena imitó la posición de su compañera, inclinada hacia delante con los codos en las rodillas y las manos juntas.
 
“¿Qué querías decir?” Por el tono de voz de Yulia, Lena podía decir que estaba tensa. Probablemente una mezcla de dolor e ira, pero tensa de cualquier manera.
 
“Yul...” Lena pudo oír el ruego en su propia voz. No era deliberado, pero tampoco podía borrarlo. “Lo siento.”
 
“No pasa nada, Lena, de verdad que no tienes nada por lo que sentirlo.” Yulia sonrió con remordimientos.
 
“Sí. Te he hecho daño.”
 
“Eso es mi culpa. Y mi problema.”
 
Lena puso una mano en el brazo de Yulia. “Nunca quise hacerte daño.”
 
“Ya lo sé” Yulia agitó la cabeza y Lena la miró con una mirada distante.
 
“Me gustas.”
 
“Eso también lo sé” Yulia dejó escapar una risa amarga. “Pero es un momento asqueroso.”
 
“Sí” asintió la pelirroja. “Me encantaría estar contigo. Desearía poder hacerlo. Pero...”
 
“Lo sé, Lena” la cortó Yulia.
 
“No, por favor, deja que me explique.” Lena suspiró y se frotó el puente de la nariz. Apartando la vista de la chica sentada a su lado intentó encontrar las palabras adecuadas. “Es... Es así. No puedo estar con Vlad. No le quiero y probablemente nunca debí casarme con él. He pasado mucho años intentando hacer que esto funcionara y ahora veo, al final, que estoy loca. Esto nunca VA a funcionar. Y no está bien para mí, ni está nada bien para Katya. No puedo interrumpir su vida más que esto. No puedo interrumpir la mía. No puedo hacérnoslo a ninguna de las dos. Y definitivamente no tengo la fuerza para divorciarme, salir del armario y luchar con Vladimir por la custodia al mismo tiempo. Lo siento mucho.”
 
“Entiendo todo eso, Lena. Dios, de verdad que sí.” Yulia se frotó la parte trasero del cuello con una mano y suspiró. “Es... Es sólo que me gustas, y sabía que esto era una locura.”
 
“Es más que una locura, Yulia. Sigo casada y tú tienes a Liv.”
 
Yulia dejó escapar una risita avergonzada. “Sí, aunque no demasiado.”
 
“¿Eh?” Lena dejó que sus pensamientos parasen de agitarse con algo de confusión.
 
“Ya no estoy demasiado con Liv.”
 
“Oh” Lena no supo cómo responder. La verdad es que quería envolverse en Yulia. Sabía que no podía y que en realidad, no debería. Todo a la vez, había una enorme cantidad de cosas que mantenía en su cabeza para recordarla por qué ambas debían mantener las manos tras la frontera. Liv había sido una de ellas. Ya era bastante malo que ella estuviera engañando a Vladimir, como para encima añadir que ambas estaban engañando. Ahora parecía que no. Un pensamiento alarmante brotó de repente. “Oh, Yulia... ¿no por mí?”
 
Yulia apartó la mirada. Lena no necesitaba palabras. Tomó la barbilla de la morena y le giró la cara gentil pero firmemente, hasta que sus miradas se encontraron.
 
“Está bien, Lena.”
 
“No. No lo está.” De todas las cosas que habían pasado en la última noche, de toda la gente a la que había herido, era esta por la que se sentía más devastada. Dios, ¿hasta dónde había hecho llegar a Yulia? La chica había acabado con una relación por ella. La madre del cordero. (Nota: La mejor traducción que he encontrado para ‘Christ on a bicycle’ – Cristo en una bicicleta -. Esa expresión me mató cuando la vi. No puedo dejar de reír cuando la veo, pero creo que no tenemos un equivalente así en castellano.)
 
“Lena, no acabé con ello por ti.” Esto captó la atención de la pelirroja. “La acabé a causa de ti, pero no por ti.”
 
“Oh.” Lena no estaba segura de que eso lo mejorara.
 
“Me gustas. Me gustas mucho. Eso fue suficiente para decirme que Liv y yo no estábamos precisamente predestinadas. Y debió de notar algo, porque no le gustas nada.” Yulia rió un poco ante la idea. “Y estaba celosa. Me di cuenta de que tenía algo por lo que estarlo. No lo hice esperando que algo pasara entre tú y yo. Liv y yo simplemente salíamos. ¡Tú estás casada!”
 
“No demasiado” Lena sonrió un poco. “Aún así lo siento.”
 
“¿Qué puedes hacer tú?” Yulia se encogió de hombros. “Hemos escogido el peor momento.”
 
“Lo sé.”
 
“No voy a ir a ninguna parte, ¿lo sabes?”
 
“¿Entonces por qué te pones los zapatos?”
 
“Ahora no, tonta” Yulia dio un golpecito a Lena de lado y esbozó esa adorable sonrisa. “Quiero decir que no voy a marcharme y no volver a verte. Voy a quedarme por aquí.”
 
“Gracias”, un indescifrable sentimiento de alivio se disparó a través de la pelirroja. “Creo que ahora puedo usar todos los amigos que tengo.”
 
“Bueno, a riesgo de sonar como una mala canción, hay una amiga en mí.”
 
“Suenas como una canción terrible.” Eso le valió otro golpe.
 
“Aunque me tengo que ir de verdad. Tengo una cita pronto y tengo que ir a casa para cambiarme.” Yulia acabó de atarse los zapatos y se levantó. Lena se puso en pie con ella y siguió a la morena hasta la puerta. “Te llamaré, ¿vale?” Lena asintió. “Y quiero que me llames si me necesitas. Para lo que sea.” Otro asentimiento. Lena se sintió atragantada y no quiso intentar hablar. Dejó que el abrazo de Yulia la absorbiera y enterró la cabeza en el hombro de la chica un momento, aceptando el único confort que podía encontrar en ese momento. Luego Yulia se fue.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:28 pm

Capítulo 19: Si no me crees no te creo.
 
Lena sujetó el teléfono entre la oreja y el hombro e intentó que no se le cayera la carpeta que llevaba.
 
“Ojalá” murmuró al micrófono, frunciendo el ceño ante las páginas enfrente de ella. “Pero no, tengo que ir. Les he estado dando largas a cada invitación que me han hecho en las últimas semanas, de verdad que no podía decir que no a esta.”
 
“Vale, pero vete cuando quieras. No dejes que te afecten.” Advirtió la voz de Yulia desde el otro lado de la línea.
 
“Es inevitable. Son mis padres.” Suspiró Lena. “Irá bien. Eso espero. Papá es genial y mamá... Mamá lo acabará superando.” Volvió a fruncir el ceño. “Espero.”
 
“¿Sigues teniendo en mente lo de esta noche?”
 
“Sí.” Lena se mordió el labio. “Tengo que decírselo, Yul. Ya han pasado tres semanas. Ni siquiera me ha preguntado dónde está. Incluso para Katya, eso es raro. Sé que no son inseparables, pero nunca ha desaparecido durante tres semanas. Ya es hora.”
 
“Vale. Me pasaré a las nueve.”
 
“No tienes por qué. Irá bien.” Protestó Lena, pero no lo sentía de verdad. “De verdad.” No lo sentía para nada. Decírselo a Katya la aterrorizaba y se sentía agradecida por la posibilidad de una distracción después. Al menos su hija estaría dormida a las nueve.
 
“Voy a ir. No es una pregunta.”
 
“De acuerdo. Entonces te veré a las nueve. Tengo que irme, este papeleo me está sacando de quicio y creo que debería sacar tiempo para concentrarme en él.”
 
“Adiós, Lena. Buena suerte, ¿vale?” La voz aspirada de Yulia hizo que la cabeza de Lena diera vueltas. Una vez que hubo colgado el teléfono, no pudo evitar fijarse en lo buena amiga que había sido Yulia últimamente. Un apoyo en todos los momentos adecuados, manteniéndose a raya cuando era necesario; dando la cantidad justa de contacto físico para dar consuelo pero sin hacer nunca que Lena se sintiera como si estuviera presionando en busca de algo más.
 
Maldición, es la mujer perfecta. ¿Por qué, por qué no puedes tener algo de suerte por una vez?
 
Fruncía tanto el ceño en estos días que juraría que le iban a salir surcos permanentes en la frente. Y siguió haciéndolo mientras acababa el papeleo.
 
Lena decidió sacar el tema a su hija mientras cenaban. Era más fácil si tenía un público sin escapatoria y, además, si se enfadaba al menos tendría algo que lanzar. De alguna manera, Lena no creía que Katya fuera a tirar nada, pero supuso que tenía derecho a hacerlo si quería.
 
“Katya, cariño, tenemos que hablar de algo.” Sus dedos fueron cuidadosos y deliberados mientras gesticulaba la frase. No tenía ni idea de por dónde coger esto. Katya alzó la mirada y giró la cabeza a un lado. Pero no dijo nada en respuesta. Lena consideró su siguiente frase. “Papá ya no va a estar con nosotras. Seguirás viéndole, pero no va a vivir con nosotras.”
 
Katya masticó el contenido de su boca de manera pensativa antes de bajar el cuchillo y tenedor.
 
“¿Os vais a divorciar?”
 
¿Cómo demonios sabía su hija de cuatro años lo que era un divorcio?
 
“Sí, cielo. Eso haremos.” Lena no supo qué más decir.
 
“Vale.” Espera. ¿Eso era todo?
 
“¿Estás bien?” Preguntó Lena con cautela. Katya se encogió de hombros.
 
“¿Va a seguir jugando conmigo papá de vez en cuando?”
 
“¡Pues claro que sí!’ Exclamó Lena. ‘Puede verle tanto como quieras.”
 
La expresión en el rostro de Katya pasó de la reflexión al miedo en una mirada de movimientos, y el corazón de Lena dio un vuelco.
 
“¿Voy a seguir viviendo contigo?” Señaló con miedo la pequeña. “¡No quiero dejarte!” El labio inferior de Katya tembló y Lena pudo ver lágrimas formándose en sus ojos. Se levantó y rodeó la mesa apresuradamente, llevando a la pequeña a sus brazos. Separándose, señaló frenéticamente,
 
“No tienes que dejarme nunca. Te quedarás con mamá pase lo que pase, ¿de acuerdo?” Lena pasó el pulgar por una lágrima caída sobre la mejilla de su hija. Katya sorbió por la nariz.
 
“¿Prometido?”
 
“Te lo juro.” Y Lena se dibujó una cruz en el pecho con un fino dedo.
 
“Vale.” Eso pareció detener las lágrimas y volver a dejar a Katya con aspecto feliz. “¿Ahora puedo ir a ver los dibujos?”
 
Se había acabado las verduras, así que Lena la dejó ir. Lavando los platos pensó para sí que las cosas podían haber ido mucho peor. A veces su hija era muchísimo más madura de lo que esperaba. ¿Quién iba a saber que la niña ya sabía lo que era el divorcio? Y Vladimir pensaba que era retrasada porque no podía oír. Lena soltó un resoplido de burla al aire de la cocina, aunque no hubiera nadie para oírlo.
 
Para el alivio de Lena, Katya parecía estar bien de verdad. Fue igual de encantadora que siempre mientras la bañaba y la metía en la cama. Disfrutó del juego de cosquillas tanto como siempre, y si se quedó colgada de Lena sólo un poco más de tiempo durante su abrazo y besos de buenas noches, a la pelirroja no le importó en absoluto. Además pensó que probablemente no significaba nada. Suspirando mientras cerraba a medias la puerta tras de sí, dejando la luz del pasillo encendida como confort, fue hasta el salón y cayó de bruces en el sofá. Su reloj de muñeca le dijo que tenía media hora antes de que Yulia llegara. Cerró los ojos y gimió. Justo el tiempo suficiente para ponerse presentable.
 
Lena se sintió aún más agradecida por la presencia de Yulia al día siguiente, dado lo asqueroso que resultó ser. Yulia se había divertido con ella, mirando vídeos y haciendo bromas estúpidas hasta temprano por la mañana. Había sido perfecto. Cada momento que pasaba con Yul le recordaba lo horribles que podían ser otros momentos de su vida. Momentos como este, en el que estaba de pie en la entrada de casa de sus padres mirando a su ahora ex-marido.
 
“¿Qué haces aquí?”
 
“Tu madre me invitó.” Explicó Vladimir, alargando los brazos hacia Katya y envolviéndola en un abrazo. Besó a la pequeña en la mejilla y la bajó para que pudiera salir corriendo a encontrar a su abuelo. “Tenemos que hablar.”
 
“¿Aquí?” A Lena no le hacía nada de gracia la idea. “Vlad, es la casa de mis padres.”
 
“Supuse que eso lo haría terreno neutral.”
 
“Supusiste mal.” Lena se cruzó de brazos. “Lo hace un sitio donde voy a ver a mi familia y a evadirme.”
 
“Yo soy tu familia.” Vladimir metió las manos en los bolsillos y miró inmutable a Lena. “Lena, esto es de locos. Te he dado tiempo para que te clames, ¿podemos, por favor, hablar ahora las cosas?”
 
Lena estaba furiosa porque su madre la hubiera llevado a esto. Tendría que haberlo esperado. También sabía que estaba siendo deliberadamente obstinada. Fue su padre pasando en la distancia, lanzándole una sonrisa de ‘siento esto’, lo que la hizo calmarse.
 
 
“De acuerdo, Vladimir, hablaremos. Pero no aquí, en el patio trasero, ¿vale? Esto no es asunto de ninguno de mis padres.” Pasó por delante de él y le guió al patio trasero. Ignorando las sillas en la mesa recorrió el camino hasta el banco en la parte trasera del patio, sentándose en él y balanceando las piernas adelante y atrás, arrastrando las suelas sobre el cemento bajo él. Dejó que Vladimir se sentara junto a ella, con los codos en las rodillas y las manos juntas, sin mirarla.
 
“Vas en serio con esto, ¿no?” Dijo él con calma.
 
“Sip,” después de que saliera de su boca Lena se dio cuenta de que probablemente debía sonar menos frívola sobre el fin de su matrimonio. “Vladimir, sabes que esto es lo correcto para ambos.”
 
“¿Ah, sí?” Seguía sin mirarla.
 
“Sí”
 
“¿Por qué?”
 
“Porque ya no te quiero.” Le debía la verdad. Hizo que él la mirara.
 
“¿Cambia así de fácil?” Sonaba herido. Le había hecho daño. A Lena le sorprendió cuánto le molestaba en su interior.
 
“¿Cuándo cambió para ti?” Contraatacó. “Vlad, deja de fingir que lo que siente por mí ahora es lo que sentías cuando nos casamos. O incluso antes.”
 
“La gente cambia, Lena, los sentimientos cambian.”
 
“No tanto, Vlad. No tanto como para que no te importe no verme nunca.”
 
“No es así” protestó él, lanzando las manos al aire. “Es por el trabajo.”
 
“Sí, lo sé, y es importante para ti. Lo entiendo. Eso también está bien, Vladimir. Sólo que no es importante para mí. Y lo que es relevante para mí no lo es para ti.” Escarbó más en el cemento. “No estuviste a mi lado cuando te necesitaba.”
 
Se volvió a girar para mirarla. “¿Cuándo?”
 
“Katya” era una réplica simple, pero salió disparada como una bala.
 
“Eso no es cierto.”
 
“¡Sí que lo es!” Lena dejó que algo de su ira se colara de nuevo en su voz. “Vladimir, te fuiste. Poco a poco pero con seguridad, te fuiste. No estuviste ahí cuando te necesitaba. Sigues sin estar.”
 
“Puedo cambiar”
 
Ella resopló. “No, no puedes.”
 
“¡¿Cómo lo sabes?! ¡No puedes decir eso sin más!” Ahora él también estaba furioso.
 
“Puedo, Vladimir. No quieres cambiar. Tú lo sabes. Yo lo sé. Así que ¿por qué le damos tantísima importancia a esto? Nada va a cambiar. No estamos destinados a estar juntos.”
 
“Así que ya está.”
 
“Eso creo.”
 
“¿Qué pasa con Katya?” La pregunta de Vladimir la chocó un poco.
 
“¿Qué pasa con ella?”
 
“¿Crees que esto es justo para ella? No puedes pensarlo.”
 
“Está bien, Vladimir. Lidiará con ello. Llevó bien el enterarse.”
 
“Se lo has dicho.” Ahora sonaba aún más enfadado.
 
“No nos hemos visto en tres semanas, Vlad, tenía que decirle algo.”
 
“¡Eso era porque te estaba dejando espacio!”
 
“Y te lo agradezco.” Se inclinó y puso una mano en su brazo. “Vladimir, podemos llevar esto delante de forma amigable y lo sabes. Si de verdad estuvieras en contra estarías más enfadado. O lucharías más. Te conozco.”
 
“Sí, ¿no?” Dijo despectivamente.
 
“Sí, **** sea, sí.”
 
“Vale. ¿Y la custodia?”
 
“No puedes hablar en serio” rió ella. “Apenas sabes de la existencia de tu hija. ¿Por qué demonios querrías su custodia? Se queda conmigo, Vladimir; no seas idiota.”
 
Le vio desinflarse un poco. No había hablado en serio y ambos lo sabían.
 
“Sigo queriendo ser parte de su vida, Lena.” Lena se percató de que finalmente se rendía ante lo inevitable. Parte de ella sentía que lo estuviera haciendo tan fácil. Estaba herido, pero sabía que era lo mejor para ellos. Le dolió un poco que de verdad no la quisiera; había sabido la verdad durante algún tiempo, pero no lo hacía menos duro.
 
“Eres su padre, Vladimir. Nada va a cambiar eso. Nada.’ Enfatizó la última palabra.
 
“Vamos” dijo él, poniéndose en pie de pronto. “Vamos a decepcionar a tu madre con cuidado.”
 
Asombrada ante esta repentina explosión de energía, Lena siguió sus pasos, soltando aire por la boca. Por lo menos había, por fin y de verdad, acabado.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:30 pm

Capítulo 20: Cuando estoy muy, muy, muy deprimida, acabo en tus brazos.
 
Lena lanzó el trapo de cocina al cesto de la ropa sucia con vigor de más y se sintió satisfecha cuando la tapa se cerró de golpe en respuesta. Era un eco apropiado de las emociones que corrían por sus venas.
 
¿Qué demonios te pasa, Lena? Por fin has tomado el control de tu vida. Así contrólate un poco.
 
Lena suspiró de manera dramática y se dio cuenta de que no había nadie que lo oyera. En realidad no importaba, lo que importaba era el gesto. Miró el reloj. Las ocho. Genial. Lo que tenía gracia era que había dejado a Vladimir. Él se había ido, se había buscado un apartamento. Y de todas formas nunca había estado en casa. Pero ahora que Katya se había dormido, Lena encontró su vida inquietantemente vacía y desprovista de cualquier cosa. Al menos antes tenía peleas con Vladimir con las que podía contar. Tal vez no era la manera en que se sentía acerca de ellas en ese momento, pero las horas que pasaban entre la hora de acostar a Katya y la de Vladimir apareciendo por la puerta habían sido pasadas con angustia, poniéndose nerviosa de indignación hasta un punto febril. Ahora eso había acabado, así que ¿qué iba a hacer de su vida?
 
**** sea, necesitaba un hobby. O a Yulia.
 
Lena sacudió la cabeza, a pesar de la ausencia de alguien a quien ver aún latente. Y se retuvo de coger el teléfono y llamar a la sexy guitarrista. A lo largo de las últimas dos semanas, se había encontrado apoyándose más y más en la morena. No había recibido protestas de la otra chica, pero aún así sabía que no podía depender de ella para siempre. Yulia no estaba cerca para su entretenimiento. Tenía que vivir su propia vida. Seguro que ahora estaba fuera, un viernes por la noche. Pasándolo bien, viendo amigos... conociendo chicas.
 
Esa idea envió estremecimientos a Lena que no fueron bien recibidos. No tenía derecho a estar celosa. Demonios, ni siquiera debería estar interesada. **** sea. Ser buena nunca había sido tan difícil.
 
Cogiendo el teléfono, marcó un número antes de poder detenerse. El tono de llamada sonó al otro lado y durante unos momentos Lena pensó que quizá no había nadie, pero luego una voz familiar sonó en la línea.
 
“¿Diga?”
 
“Hola, papá,” Respiró Lena, contenta de que sí que estuviera en casa.
 
“Lena,” su voz era cálida, y la calidez viajó a través del teléfono hasta Lena, haciendo que se relajara un poco. “¿Cómo estás?”
 
“En realidad estoy bien, papá. Sólo quería oír tu voz, charlar. No hablamos lo suficiente.” Lena se sentó otra vez en el sofá y sonrió.
 
Hablaron tranquilos, y Lena sintió que su antigua yo, su yo más tranquila y estable, volver a aparecer. Estaba en mitad de una conversación cuando oyó el pitido en su teléfono.
 
“Espera, papá” dijo. “Tengo otra llamada, ahora mismo vuelvo.” Dejándolo en llamada en espera, contestó en la otra línea. “¿Diga?”
 
“Hola, Lena.” La voz de Yulia se coló directamente en sus entrañas, recogió su tranquilidad y estabilidad y las echó por la puerta. Luego se limpió las manos en un gesto de buen trabajo.
 
“Yulia,” aspiró Lena al teléfono. “Hola.” Vale. Muy afable.
 
“¿Interrumpo algo?” Si algo era Yulia, eso era astuta.
 
“Oh, lo siento, tengo a mi padre en la otra línea,” Lena se maldijo a sí misma, ahora la otra chica se iría.
 
“Oh, oh, lo siento, seré rápida. Escucha, tengo un concierto mañana, sólo algo pequeño... me preguntaba si te gustaría venir.”
 
“Me encantaría” Lena soltó un suspiro de alivio inconscientemente. Probablemente era exactamente lo que necesitaba, y no había salido de casa en dos semanas. No desde la última vez que había visitado a sus padres y había roto el corazón de su madre por dejar de verdad a Vladimir. “Pero tengo que preguntar a mis padres si pueden cuidar de Katya por mí, espera un momentito... oye, ¿a qué hora?”
 
“Las ocho.”
 
“Espera”, Lena cambió la línea telefónica. “Ey, ¿papá?”
 
“Sí, cielo.”
 
“¿Podéis cuidar de Katya mañana por la noche? Una amiga acaba de proponerme salir y me gustaría mucho ir.” Cruzó los dedos.
 
“Por supuesto, nos encantaría tenerla, y creo que necesitas algo de tiempo para distraerte.”
 
“¡Gracias, papá! Espera en segundo, voy a decírselo, ¿vale?”
 
Sintiéndose como si estuviera corriendo entre dos porterías, Lena sonrió y volvió a cambiar el teléfono a Yulia.
 
“Oye, no hay problema, estaré allí.”
 
“¡Genial! Mira, te dejo volver con tu padre. ¿Nos vemos allí sobre las siete y media?” Yulia sonreía, Lena podía decirlo. Eso templó su corazón, al menos hacía feliz a una amiga.
 
“Lo haré. ¡Ya tengo ganas de que llegue!” Lena esperó no sonar tan emocionada como estaba.
 
Volvió a cambiar el teléfono hacia su padre y pasó el resto de la conversación hablando con él en algún tipo de aturdimiento. No podía apartar su mente de Yulia, lo que últimamente había sido un problema creciente. En su defensa, ambas había estado realizando un minuciosos esfuerzo por ser buenas amigas. Yulia lo había conseguido, pero Lena no podía evitar reprenderse por los constantes pensamientos que la pasaban por la cabeza. Tenía que encontrar una nueva distracción.
 
Manteniéndose ocupada hasta la noche siguiente fue un trabajo arduo, pero de alguna manera Lena lo consiguió. Como siempre, su hija fue de gran ayuda y los sábados siempre eran divertidos. Conseguir que Katya hiciera algunas tareas normalmente era un trabajo difícil, pero juntas hicieron de ello un juego. Katya se movía nerviosa de la emoción cuando se acercaban las cuatro, el prospecto de pasar la noche con sus abuelos siempre era estimulante para la jovencita.
 
“¿Lo tienes todo?” Señaló Lena, sabiendo muy bien que sí, pero queriendo que su hija lo comprobara.
 
“Sip.” Sonrió Katya.
 
“¿Tienes a Mr. Ruffles?” Volvió a señalar Lena, sabiendo que la ausencia de un cierto elefante de peluche traería la catástrofe a todo el vecindario.
 
Katya levantó a Mr. Ruffles.
 
“Entonces vale, hora de irnos.” Lena sacó la mano y recogió la mochila de pasar la noche de Katya con la otra. Abrió la puerta del coche.
 
“Aquí van Mr. Ruffles... y Katya.” Añadió como idea de última hora, provocando las risas de su pequeña. Les puso el cinturón de seguridad, bueno, se lo puso a Katya, y arrancaron. Hubiera puesto el cinturón a Mr. Ruffles, pero él la echó una mirada tan severa que no se atrevió a tocarle. Podía ser un elefante peleón cuando quería.
 
Parando el coche en casa de sus padres se preguntó brevemente si su madre volvería a montar la misma escena, y si encontraría a Vladimir esperando dentro. Gracias a Dios no fue el caso, los únicos que las esperaban eran el padre y la madre de Lena. Dejó a Katya y Mr. Ruffles y abrazó a su padre.
 
“Que te lo pases bien, cariño” le oyó decir antes de volver a recorrer el camino de bajada.
 
‘Eso espero’ pensó.
 
El lugar era mucho más pequeño que el último en el que había estado. Era mucho más íntimo. La ausencia de Liv fulminándola con la mira constantemente también hizo que Lena se sintiera mucho más cómoda. Pudo quedarse por el escenario mientras Yulia se ponía a punto, y se sintió agradecida porque hubiera sillas en este concierto.
 
“Es más pequeño que la última vez” comentó despreocupadamente a la guitarrista.
 
“Sí, pero es un concierto de verdad, no sólo entretenimiento en cualquier bar.” Sonrió Yulia. “Estoy algo emocionada, no suelo tocar en cosas de este tipo. Me alegro de que estés aquí, ¡o me desmayaría de hiperventilación!”
 
Lena le devolvió la sonrisa. “No te preocupes, no dejaré que eso pase. Estarás genial, lo sabes.”
 
“Eso espero.”
 
“Eres... ¿No has pensado alguna vez en hacer esto siempre?” Sentía curiosidad; Yulia era una artista estupenda y Lena sabía que estaría en primera fila para comprar el álbum. De acuerdo, tenía motivos secundarios, pero reconocía el talento cuando lo oía.
 
“Naaah.” Yulia enchufó su guitarra al amplificador. “Me gusta esto, pero mi trabajo con los niños, eso es de verdad. La música puede cambiar vidas, ¿sabes?, Quiero hacer eso. No a esta distancia, sino de cerca. Además, me encantan los niños.”
 
“Eso es muy dulce.” Lena sintió que se le derretía el corazón.
 
“¿Y qué hay de ti? ¿Qué quieres hacer tú?” Yulia lo preguntó como si Lena fuera una chicha recién salida del instituto.
 
“Siempre quise ser escritora.” Admitió Lena, sonrojándose un poco. “Pero entonces me casé, tuve a Katya. No sé podría volver a ponerme con ello.”
 
“Tal vez deberías intentarlo” Yulia sonrió con complicidad.
 
Lena le lanzó una mirada sarcástica “Tal vez.”
 
El montaje de la banda las distrajo de su conversación, y Lena se apartó para mirar. Eligió un asiento al frente, pero a un lado. Desde ahí podía ver perfectamente a la guitarrista y no se sentía tanto en medio de todo. Mientras el establecimiento se llenaba se puso un poco nerviosa por su amiga, pero cuando Yulia salió al escenario, estaba tan hermosa y le echó a la pelirroja una sonrisa tan mona que se relajó de inmediato.
 
El concierto fue alucinante. En ningún momento Lena dejó de pensar que se encontraba en presencia de alguien verdaderamente increíble. Y sólo por un momento pensó en serio que su corazón podía dejar de latir.
 
“Esta canción es una que escribí hace unos días. Nadie la ha oído aún, así que supongo que todos deberíais sentiros privilegiados.” Yulia sonrió desde el escenario y algunas personas rieron. Rasgueó con suavidad y desde los mismos primeros acordes, Lena pudo sentir que su cuerpo se tensaba.
 
“How’s my luck
But somehow
I’m with you, let’s leave now,
Let’s leave them,
And their point of view,
My favorite place is me and you.

 
I wake up,
In darkest night,
Watch you breathe in shadow light,
A perfect world, lies next to me,
I don’t need to sleep to dream.

 
I just hope, I am good enough to keep you.

 
Morning sun, warms our skin
Distant sounds
The day begins
Soon the world will come calling for us
But this is space they cannot touch

 
I just hope, I am good enough to keep you.” (La traducción la encontrarás al final del capítulo *)
 
Mientras las últimas pulsaciones se desvanecían, Lena sintió que el aire se le escapaba en un lento raudal de dolor. Su cabeza se inundó de visiones de ella y Yulia lado a lado en el cuarto de Yulia. Los dedos de la morena trazando con gentileza una línea alrededor de los labios de Lena, sus tranquilos cuerpos enlazados. El corazón de Lena latía lentamente, pero con tanta fuerza que creía que se estaba oyendo por toda la habitación. Apenas fue consciente de que el concierto se acabase y de la gente saliendo. Sólo fue consciente cuando Yulia apareció a su lado, sonriendo y sudorosa. Lena se levantó.
 
“Ha sido increíble.” Dijo con voz ronca. La cabeza le daba vueltas y no estaba segura de si era por la densidad del aire o por la chica enfrente de ella. Se dio cuenta demasiado tarde de que no era sólo su interior, la cabeza le daba vueltas de verdad. Observó, demasiado tarde, cómo las espirales se abrían paso ante sus ojos.
 
“¿Lena?” Preguntaba Yulia, Lena pudo oír la preocupación en su voz, pero le llegaba como si la morena hablara bajo el agua.
 
“****.” Susurró, y se desmayó de golpe.
 
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:34 pm

Capítulo 21: Justo cuando crees que tienes el control.
 
“Sigo pensando que deberías ir al hospital,” gruñó Yulia. Su brazo estaba ceñido alrededor de la cintura de Lena mientras ayudaba a la pelirroja a pasar por la puerta principal. Lena podía caminar bien, pero Yulia se negaba a ir a ninguna parte. Su cara lo decía todo, estaba terriblemente preocupada y no iba a soltar a su amiga hasta que estuviera metida en la cama a salvo; preferiblemente después de ver a un doctor.
 
“Estoy BIEN, Yulia. Me encuentro bien. Hacía un poco de calor y me desmayé, eso es todo.” Lena protestó, intentando no dejar que la insistente voz en su cabeza sonara en su voz. No se había desmayado en la vida. Era algo muy impropio de Lena. Pero que la maldijeran y si iba a decírselo a Yulia.
 
“Vale, pero te voy a llevar a la cama y esta noche no me iré a casa. Puedo dormir en el sofá.” Eludió Yulia de manera desafiante.
 
“¡No tienes por qué quedarte!” Fue la réplica. “Pero si lo haces, no vas a quedarte en el **** sofá. Tengo una habitación de invitados.”
 
“Oh, sí” Yulia sonrió ante su propia tontería.
 
“A veces eres boba.” Lena se deshizo del brazo alrededor de su cintura y se sentó en el sofá. Había disfrutado de la cercanía, pero tenía que admitir que aún tenía la cabeza algo perdida y su disfrute había sido temperado por su verdadera necesidad de apoyo. “Pero no tienes que quedarte, de verdad que estaré bien. ¡Estoy genial!”
 
“Da igual. Quiero asegurarme de que no vuelvas a desmayarte por la mañana.”
 
“¿Por qué iba a hacerlo?” Lena sonrió ante la preocupación de su amiga. “Ha sido algo aislado, Yulia, te lo juro. Es que hacía calor con toda esa gente. Nunca me ha pasado antes, no volverá a pasar.”
 
Cuando la mirada de pánico cruzó el rostro de Yulia Lena se dio cuenta de que había abierto la caja de los truenos.
 
“¿Nunca antes te habías desmayado?”
 
“Eh... Más bien no.” Lena cogió un cojín y lo abrazó contra el pecho. Era un gesto inconsciente que repetía mucho. En momentos como este deseaba que Mr. Ruffles estuviera cerca, siempre era bueno para un abrazo. “No pasa nada, Yulia. De verdad. Me encuentro bien. Mucha gente se desmaya y no es nada del otro mundo.”
 
La pelinegra no pareció convencerse. “Me quedo.” Enfatizó cada sílaba y Lena no tuvo energías para discutir.
 
“Vale.” Miró su reloj. “Entonces creo que es hora de irse a la cama.” Ignoró la aceleración de su pulso ante la idea de Yulia y una cama, y buscó a la chica todo lo que podía necesitar. La guitarrista insistió en acompañarla hasta la habitación y asegurarse de que estaba dentro y segura. Lena se alegró de que no insistiera en meterla en la cama. Con la cabeza dispersa o no, si se hubiera quedado mucho más la pelirroja sabía que Yulia no hubiera estado en la habitación de invitados. Se sentía mareada y de ninguna manera fuerte en su resolución. Pero Yulia la dejó en la puerta y no pasó nada. A pesar de todo lo que había pasado, durmió tranquilamente. Tal vez eso debió preocuparla más.
 
Yulia estaba levantada cuando Lena salió de su escondite de sueño. Pasándose un cepillo por el pelo y otro por los dientes antes de entrar al salón, Lena se entretuvo en sus acciones. No había ni una sola posibilidad de que fuera a saludar a la sexy morena con aliento mañanero, a pesar de su estatus de ‘amiga’. Dicha morena estaba sentada a la mesa dando la espalda a la pelirroja, leyendo el periódico y bebiendo una taza de café. Para Lena, que acababa de escapar del ámbito doméstico en su peor forma, fue una escena tan bella que hizo que su estómago retumbara.
 
“Buenos días” Exhaló, fingiendo que no había estado mirando a Yulia de pie desde la puerta durante los últimos minutos.
 
“Hola” Yulia se giró con una sonrisa. “¿Cómo te sientes?”
 
“Al 100%” Mintió Lena sonriendo.
 
“Me alegro de oírlo.”
 
Lena se entretuvo haciendo café. “¿Quieres desayunar?”
 
“No, no importa.”
 
“No es molestia.” La tranquilizó Lena. “Me gusta cocinar. Además, es lo mínimo que puedo hacer por ti.”
 
“¿Te gusta cocinar?” Yulia se levantó y se apoyó en la barra de desayuno, sonriendo a Lena con ternura. “Estás loca.”
 
“Eso puede ser verdad” rió la pelirroja, “Pero no porque me guste cocinar. ¿A ti no te gusta?”
 
“Me la arreglo, pero no diría que me encanta. ¡Demasiado trabajo!”
 
“Bueno, siempre me da tiempo para pensar, ¿sabes?” Lena abrió el frigorífico y examinó su contenido. “Huevos revueltos y beicon, ¿de acuerdo?”
 
“Lena, ¡eso es mucho trabajo!”
 
“Naaah, la verdad es que no.” Sacó los huevos y empezó a cocinar.
 
A Lena le encantaba poder hacer esto. Que hubiera sencilla esta conversación matutina y que se sintiera completamente cómoda. Vale, quizás no completamente cómoda, pero sí en su mayoría. Si no fuera por las mariposas en su estómago hubiera estado más tranquila que una charca de molino. Yulia se estaba comiendo su desayuno y hablando cuando Lena llegó a la conclusión de que tal vez su estómago no sólo tenía ‘nervios de la guitarrista’, como le gustaba llamarlos. Dos cucharadas de los huevos y no se sentía tan fantástica.
 
“Eh, Yul, dame sólo un segundo, ¿vale?” Lena se retiró de la mesa en dirección al baño, moviéndose más rápido a cada paso. Lo consiguió justo a tiempo, aterrizando de rodillas enfrente del retrete y vaciando el contenido de su estómago en la taza. Apenas notó unas frescas manos apartando el pelo de sus sienes y alcanzándola papel de baño cuando hubo acabado. Cayó hacia a tras y sintió en reconfortante peso de Yulia tras ella. Con el estomago aún rigiéndole amenazadoramente, se permitió descansar, temblando y mareada.
 
Después de momentos de sostenerla, oyó un murmullo en su oído,
 
“Ajá, ya veo que estás estupenda.”
 
Lena sonrió de forma inestable. “Vale, no me siento del todo bien.”
 
“Sip. ¿Quieres volver a la cama?” Lena apreció la preocupación que teñía la voz de Yulia.
 
“No. Creo que ahora estoy bien.”
 
Una ceja perfectamente perfilada se elevó con incredulidad. “Creo que deberías ver a un médico.”
 
“Sólo es un virus de estómago.” Protestó Lena. “Y es domingo, mi médico no está abierto.”
 
“Entonces mañana.” Yulia parecía tan preocupada que su siguiente frase dejó a la pelirroja sin capacidad de luchar. “Por favor. Por mí.”
 
“De acuerdo, de acuerdo.” Alzó las manos en derrota.
 
“Bien. Y creo que deberías llamar a tus padres y pedirle que se queden con Katya. Hoy necesitas descansar.”
 
Lena tampoco pudo pensar en un buen argumento contra eso; y se preguntó brevemente adónde se habían ido todos sus pensamientos. Normalmente debatía muy bien; había estado en el club de debate de su colegio.
 
Pasaron el resto del día juntas. Yulia apenas dejaba levantarse a Lena del sofá para hacer nada, a pesar de que la pelirroja volvía a sentirse ella misma hacia el mediodía. A pesar de todo agradecía la compañía, y la presencia de Yulia había evitado que su padre llegara en coche por la preocupación. Si una amiga estaba cuidando de Lena estaba menos predispuesto a entrar en pánico. Lena sonrió, su padre a veces era un tipo estupendo. Sabía que era el máximo ejemplo de la niñita de papá, pero daba igual. Le encantaba. Además, Yulia estaba cuidando de ella mucho mejor que nadie antes. Especialmente Vladimir. Lo había hecho lo mejor que podía, pero dado que era un dejado y no muy bueno en este tipo de cosas, tendía a ser torpe y molesto. La mayoría de las veces Lena le echaba para que cuidara de Katya y cuidaba de sí misma. Estaba bien tener a alguien que cuidara de ella por una vez. Se aseguró de no disfrutar mucho de ello o de aprovecharse. Y se negó a tener a Yulia esperando a sus pies. Pero sí que disfrutó de la compañía.
 
Yulia se marchó con la disculpa por no volver para llevar a Lena al doctor al día siguiente. Tenía un trabajo al que tenía que ir y estaba dispuesta a aplazarlo, pero Lena no la dejó. La visita al médico fue breve y sencilla. Probablemente tenía un virus estomacal y le dijeron que se lo tomara con calma. Le sacaron algo de sangre para unos test rutinarios y la dejaron irse a casa. Recogió a Katya por el camino, y la pequeña se quedó fascinada por el pedazo de algodón pegado al codo de su madre.
 
Sosteniendo a Mr. Ruffles contra su pecho con fuerza, lo tocó un poco y se apartó, con miedo de hacer daño a su madre. Tenía una mirada terriblemente preocupada en su rostro y el corazón de Lena se derritió, como siempre hacía en presencia de su hija.
 
“No pasa nada, cielo; sólo ha sido un análisis de sangre,” Señaló de forma tranquilizadora.
 
“¿Te ha dolido?” Katya mantenía su mirada preocupada y abrazó a Mr. Ruffles con algo más de fuerza. El cerebro de Lena murmuró de pasada que era bueno que el elefante no respirara, porque probablemente ahora no le estaría llegando mucho aire.
 
“Un poco. Pero se acabó muy rápido y ya no me duele.” Lena sabía que era mejor no mentir. Katya había pasado bastantes análisis de sangre en su vida y sabía que dolían, no tenía sentido fingir. “Ya los has pasado antes, y fuiste muy valiente.”
 
Katya sonrió. Pero Lena notó que pasó el día un poco más pegada a su madre, como si inconscientemente deseare estar en contacto. Lena no puso objeciones.
 
El miércoles llegó enseguida. Yulia se había ofrecido para recoger a Katya y llevarla a la clase de arte. Lena tenía otra cita con el doctor e iba con el tiempo justo. Yulia había parecido preocupada ante esa idea, pero Lena la tranquilizó. Sólo era una cita rutinaria, concertaban una cada vez que le sacaban sangre. Si hubiera habido algo de lo que preocuparse, la hubieran llamado antes. La morena no pareció convencida.
 
El día pasó tan rápido como había llegado. Yulia llegó y cogió a Katya, dando a Lena un repentino beso en la mejilla que hizo que la pelirroja se olvidara del mundo y todo lo que pasaba a su alrededor, y dejó a Lena con las desconcertantes palabras de “Buena suerte, te veo pronto.”
 
La siguiente vez que vio a Yulia, caminaba a través de las aplastantes multitudes del centro comunitario. Por una vez no oyó las voces ni prestó atención en el estrépito. Apenas podía ver hacia dónde iba y, gracias a dios, iba en piloto automático a la sala de Yulia. Llegaba tarde, y muchos de los chicos se iban o ya lo habían hecho. Moviéndose a cámara lenta, llegó a la sala para encontrarla vacía excepto por Yulia y Katya, que estaban sentadas en el escritorio riendo juntas. Yulia alzó la vista cuando Lena entró a la habitación. Su expresión cambió como el rayo y bajó de un salto del escritorio, moviéndose hacia la pelirroja a toda velocidad.
 
“Lena, ¿qué pasa?”
 
La mirada en su rostro debía de haber sido un poema, pero no había ningún espejo, así que Lena no podía verlo. Sintió que la morena la agarraba por el hombro y la llevaba a un asiento. Sintió, más que vio a Yulia arrodillarse a su lado. Y abrió la boca para hablar.
 
“...” No emergió ningún sonido.
 
“Lena... ¿qué ocurre?” Yulia ahora sonaba horrorizada. Lena se giró y miró fijamente a esos líquidos ojos azules que brillaban con intensidad y miedo, y entonces volvió abrir la boca, encontrando esta vez las palabras.
 
“Estoy embarazada.”
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:41 pm

Capítulo 22 : Emociones
 
Yulia había tratado de insistir en llevarlas a casa en coche, pero Lena necesitaba el suyo y no quiso ni oírlo. En lugar de eso la pelinegra las siguió mientras Lena conducía a casa con mucho cuidado, consciente del torbellino en su interior. Llegó a casa y sacó a Katya y Mr. Ruffles del coche con movimientos lentos y meticulosos. Todo seguía moviéndose a cámara lenta y sentía la piel entumecida.
 
Apenas prestó atención a Yulia aparcando en el arcén tras ellos cuando metió a Katya en la casa. Dejando la puerta abierta empezó los movimientos de estar en casa, encendiendo los dibujos animados para Katya y moviéndose a la cocina para empezar a hacer la cena. No fue consciente de la puerta cerrándose ni de Yulia acercándose a la cocina. Sólo fue consciente de lo que la rodeaba cuando se dio cuenta de que no podía sujetar el cazo con la suficiente fuerza para llenarla de agua y de que la mano le temblaba tanto que el objeto bailaba como una plancha caliente. Sintió unas fuertes manos soltarlo de su agarre y luego el mundo se desplomó. Temblando, se dejó arrastrar al abrazo de Yulia, apretando con fuerza los brazos alrededor de la cintura de la morena y descansando la cabeza sobre el hombro de la chica. Sintió unas manos tranquilizadoras bailar arriba y abajo de su espalda, calmando sus temblores.
 
No hubo palabras. Lena supuso que había expuesto la mayoría de lo que tenía que decirse en esas dos palabras que había tartamudeado en la clase de Yulia. “Estoy embarazada.”
 
Jesucristo en una bicicleta, santa madre de Dios.
 
Lo que hubiera dicho su madre si hubiera oído la blasfemia en la mente de Lena. La idea de su madre oyendo sus pensamientos hizo a Lena reír, pero fue la calma antes de la tormenta; la pequeña risa se volvió en un torrente de lágrimas que no pudo retener. Los brazos de Yulia la sostuvieron y la tranquilizadora voz murmuró en su oído, nada que Lena pudiera discernir e concreto a través de la inundación de lágrimas, pero con tono reconfortante. Combinado con la gentil caricia de los brazos de la morena deslizándose arriba y abajo por su espalda, las lágrimas de Lena se acabaron casi tan pronto como habían empezado. Sorbiendo por la nariz penosamente se separó.
 
“Lo siento.” Susurró.
 
“No, no, no.” Yulia levantó la cabeza de la pelirroja por la barbilla y miró a los preciosos ojos verdi-grises de Lena. Lena sintió que el mundo cambiaba un poco para mejor bajo la atenta mirada de su amiga. “Puedes llorar tanto como quieras. Demonios, puedes saltar, maldecir y lanzar cosas si va a ser de ayuda. Creo que tienes derecho.”
 
Presionando los talones de la mano contra sus ojos y secando la humedad, Lena gimió. “No puedo creer que esté pasando esto.”
 
Sintió que Yulia le quitaba un rizo de pelo de la sien y lo ponía tras su oreja.
 
“Todo irá bien.” La morena sonó tan sincera que Lena deseó creerla. Deseaba dolorosamente creerla. Aunque su monólogo interior estuviera gritando lo contrario. “No estoy segura de cómo” Admitió.
 
“Lena, IRÁ bien.” La boca de Yulia se arrugó. “Ahora mismo yo tampoco estoy segura de cómo, pero no estas sola, y llevaremos esto adelante.”
 
Agradecida como se sintió por no estar sola, y brevemente consciente de la oferta de acompañamiento que se acababa de hacer, las noticias aún hacía que Lena se tambaleara y se apoyó contra la encimera en muda confusión, cruzando los brazos en una postura defensiva inconsciente. Oh, Dios, ¿qué demonios iba a hacer?
 
Katya era agradecidamente inconsciente de la turbación de su madre, viendo dibujos animados contenta. Por horrible que fuera, a veces Lena se sentía agradecida por la sordera de su hija. Le ahorraba oír muchas cosas que Lena no deseaba oír. Consiguió lavarse la cara y tener un aspecto mínimamente presentable antes de sentarse en la mesa del comedor con Yulia. Acunó su café, pero su corazón no se sentía dispuesto a bebérselo. También se sentía algo insegura acerca de si su estómago podría aceptar cualquier cosa, con las mariposas del fin de semana ahora multiplicadas por mil por las recientes noticias.
 
“¿Qué vas a decirle a Vladimir?” La cabeza de Lena se levantó de golpe ante la pregunta cuidadosamente formulada.
 
“Oh, Dios. No tengo ni idea” su mano voló a su boca y las lágrimas amenazaron con salir.
 
“Ey, ey, no pasa nada.” Yulia alargó una mano y acarició con sus dedos el reverso de la otra de Lena, rozando con gentileza y calmando. Hubo una pausa. “¿Es... ?”
 
Lena la miró a los ojos cuando la inherente pregunta cayó sobre ella. Su rostro se oscureció y retiró su mano con furia. “¿Qué cojones, Yulia? Por supuesto que es suyo, joder.” Se levantó de golpe de la mesa con tanta rabia que volcó la silla, haciendo que Yulia saltara y que Katya alzara la vista. Todo lo que vio fue la espalda de su madre retirándose y nada que la preocupara, y volvió a ver los dibujos. Yulia siguió con cuidado a Lena a la cocina.
 
“Lena” La morena alargó un brazo.
 
“¡No me toques!” Lena giró sobre el talón, con los ojos brillantes mientras miraba a la otra chica.
 
“Lo siento, no quería decir...”
 
“¿Qué? ¿Qué, Yulia? ¿Qué no querías decir? ¿No querías decir, Oye, Lena, te has tirado a alguien más últimamente?”
 
“No, Lena, no. Lo siento. Es que no estaba pensando. Lo siento. Por supuesto que no pensaría eso.” La cara de Yulia era un reflejo de agonía, con el labio atrapado con furia entre sus dientes y la frente arrugada. “Es... Yo... No tengo ni idea de dónde ha venido esa idea, porque no tenía base en mi mente, te lo juro.” Levantó las palmas en disculpa.
 
Lena dejó que su ira se escapara de ella. Estaba demasiado afectada por sus noticias como para seguir enfadada con su única amiga, y además la creía.
 
“Bien.” Se mordió el labio. “Para tu información, tú eres la única persona con la que me ha acostado además de mi marido en mucho, mucho tiempo.”
 
Yulia dejó caer la cabeza a un lado. “Nunca pensé nada diferente.” El silencio que siguió fue un poco incómodo. Era la primera vez que alguna de ellas sacaba a la luz lo que había pasado y ninguna supo muy bien qué decir. “Lo siento, Lena. ¿Quieres que me vaya?”
 
“No.” Lena se mordió el labio. “A no ser que tú quieras.”
 
“Demonios, no.”
 
“Aún sigo enfadada contigo, ¿sabes?” Siguió Lena, pero las esquinas de su boca estaban giradas. “No te libras así de fácil.”
 
“Y de forma tan razonable.” Sonrió Yulia. “Sólo tendré que pasarme horas recompensándotelo.” Las implicaciones sexuales hicieron que amabas chicas se estremecieran, y Lena eligió sabiamente ignorar el subtexto.
 
“Maldición.” El epíteto de Lena hizo que Yulia saltara. Estaba claro que no era en respuesta a su propio comentario.
 
“¿Qué?”
 
“Mis padres.”
 
“Oh, demonios.”
 
“Esa sería una manera de mirarlo. De hecho una manera muy adecuada.” Lena rió con amargura.
 
“Irá bien.”
 
“Ojalá tuviera tu entusiasmo.”
 
“No es entusiasmo, es una firme creencia.” Yulia dio un paso al frente y sostuvo con gentileza los antebrazos de la pelirroja, frotándolos de arriba abajo con cuidado. “Pase lo que pase, no estás sola, ¿vale?” Estoy aquí cuando sea que me necesites.”
 
Lena asintió. Se inclinó hacia adelante y envolvió sus brazos alrededor del cuello de la morena, llevándola a un nuevo abrazo.
 
“Gracias.” Susurró.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:44 pm

Capítulo 23: Eh, Tú, Sal de mi nube.
 
Lena sabía que no tenía demasiado tiempo que perder antes de decírselo a Vladimir. Según sus cálculos estaba embarazada de cerca de ocho semanas. Si el embarazo de Katya era algo por lo que guiarse, se le notaría en unas pocas semanas. Eso iba a parecer sospechoso, pero siempre podría despistar a la gente diciendo que había ganado peso. Vladimir, sin embargo, tenía el derecho de saberlo. Y probablemente más temprano antes que más tarde. Sus padres también necesitaban descubrirlo, pero podían esperar. Y también Katya. Ahora era Vladimir el que más le preocupaba.
 
Parte de ella se sentía molesta por tener que decírselo. Sólo habían pasado dos semanas desde que habían decidido separarse en casa de sus padres, y Vladimir aún tenía que llamar para ver a Katya. Lena supuso que no tendría que haberle sorprendido, pero aún así estaba irritada. Si bien Katya se lo tomaba con calma por el momento, a Lena le preocupaba que en algún punto la falta de atención de un padre fuera a tener efectos detractores. Bueno, ahora mismo eso no era algo de lo que preocuparse. La lista de cosas por las que preocuparse crecía a cada minuto, no tenía sentido buscar cosas que añadir.
 
Con estos pensamientos dando vueltas en su mente como muchas puertas de oficina, Lena cogió el teléfono y marcó un número familiar. Sólo sonó unas pocas veces antes de que una voz como el terciopelo contestara,
 
“Hola.”
 
“Hola, Yul.” Lena no pudo evitar sonreír sólo con oír la voz de la otra chica, lo que era un poco ridículo dado que ella la había llamado, así qué ¿a quién si no iba a oír?”
 
“¿Todo bien?”
 
“Sí. ¿ Siempre tiene que ir algo mal para que llame?” Lena se preocupó. “¿Estoy actuando como si te usara?” Oh, dioses.
 
“No, no, no.” Rió Yul. “No seas tonta. Sé que las cosas son difíciles en este momento, esos es todo, y me preocupo. Y haces de todo menos usarme. Me alimentas la mitad de las noches de la semana.”
 
“Sí, bueno, me preocupo por ti. No comes bien.” Respondió Lena con obstinación.
 
“Si me alimentaras mejor voy a necesitar tomar prestada tu ropa de maternidad.”
 
“No puedes. Yo las estaré usando. Y además cocino comida sana, por eso lo de ‘bien’.”
 
“Bueno, no voy a quejarme.” Hubo una nota sincera de diversión en su voz. “Oh, Lena, me tengo que ir, llego tarde. ¿Seguro que estás bien?”
 
“Sí, en realidad sólo quería saludar. ¿Me prometes que estarás en casa para cenar mañana?”Lena esperaba haber puesto la cantidad necesaria de necesidad en su voz. Quería que Yulia estuviera, pero no quería sonar desesperada.
 
“Por supuesto. ¿Estás segura de que estás bien?” Vale, así que Yulia no estaba convencida.
 
“¡SÍ! Ahora vete o llegarás tarde.”
 
Lena suspiró. Ahora la llamada telefónica que o quería hacer. Marcó el otro número familiar de memoria. Vladimir lo cogió, y Lena se preguntó si en general se sentía atraída por las voces bonitas. A pesar de todos sus fallos, Vlad sonaba bien al teléfono.
 
 
“Lena. Estoy un poco ocupado ahora mismo, ¿puedo llamarte luego?” Confía en Vladimir para ir al grano.
 
“En realidad no, seré rápida.”
 
“Mmm, por favor.”
 
Lena se retuvo de jurar en voz alta, e interiorizar la maldición no hizo nada para mejorar su humor. “Necesito verte.”
 
“¿Qué?”
 
Vale, probablemente eso había salido de manera muy equivocada. “Tenemos que hablar, Vladimir.”
 
“Bien, mira, te llamaré para organizar algo, me tengo que ir de verdad.”
 
“Espera” se apresuró, con miedo de que fuera a colgar. “Pronto, Vladimir, como esta noche o mañana.”
 
“No creo que pueda hacerlo, las cosas están muy liadas por aquí y...”
 
“Vlad.” Cortó Lena. “Esto es MUY importante.”
 
“De acuerdo, de acuerdo, ¿mañana por la noche?”
 
“Gracias. ¿Vienes a casa?”
 
“Vale, me tengo que ir.” Y lo hizo.
 
Bueno... no había sido muy malo, considerándolo todo. Ahora sólo tenía que decírselo.
 
Fue solo cuando la tarde siguiente llegó cuando Lena se dio cuenta de que Yulia y Vladimir irían a su casa a la misma hora. Por una parte eso sonaba a desastre. Por otra, probablemente podría ser su salvación. En realidad dependía de quién llegara primero. Gracias a Dios resultó ser Yulia. La verdad es que era de esperar, a Lena le hubiera sorprendido que Vladimir llegara antes de que Katya estuviera en la cama, pero aún así se lo agradeció a alguna deidad del cielo. Invitándola a pasar, a Yulia le llevó meros segundos cambiar su expresión facial del saludo a la preocupación,
 
“¿Qué pasa?”
 
“Vladimir va a venir. Se lo voy a decir.”
 
“Oh, Dios. Me iré.” A medio camino de quitarse la chaqueta, Yulia hizo amago de volver a ponérsela. Lena alargó el brazo para detenerla.
 
“Por favor, no. Creo que me desmayaré si lo haces.” Sonreía, intentando bromear, pero no estaba tan segura de que no hubiera un elemento de verdad. Lena se sentía horriblemente inestable en los pies.
 
“No lo hagas, entraré en pánico. Eso nunca tiene buena pinta. Y me deja el pelo hecho un asco.” Pero se quitó la chaqueta.
 
Lena rió. “No podemos dejar que eso pase. Lo cierto es que me encantaría que estuvieras cerca. Estoy asustadísima."
 
Yulia bajó la vista a los inquietos dedos de sus pies descalzos y alzó una ceja. Entonces ambas rieron. “Quieres que me escabulla cuando él llegue.”
 
Lena hizo una mueca, pero se sintió agradecida. “Es horrible, ¿verdad?”
 
“Demonios, no. No creo que necesites a una tercera persona estando TAN cerca. Si Katya está despierta cuando llegue podemos irnos juntas o algo. Si no, saldré a tomar algo de ‘aire fresco’.” Yulia no parecía molesta en lo más mínimo, pero Lena sabía que estaba pidiendo mucho. Debió de reflejar culpa en su rostro, porque Yulia rió y la dio unos golpecitos en el hombro. “Deja de parecer tan preocupada, no pasa NADA. De todas formas, como si no fuera a venir corriendo después de que se lo dijeras.”
 
Lena pareció alarmada. ¿De verdad llamaba a Yulia en un suspiro cada vez que algo iba mal? Probablemente. “Yul...”
 
“Lena, me preocupo por ti, ¿vale? Podrías decirme que te has raspado el dedo meñique y vendría corriendo. Tengo un problema de ansiedad, ¿de acuerdo?” Lena lo dudaba mucho.
 
Se entretuvo con la cena mientras Yulia jugaba con Katya en la sala. Lena se acercó para ver lo que hacían mientras la cacerola estaba en el horno. Estaban jugando con Mr. Ruffles y su amigo Humphrey en la moqueta. Katya reía mientras Yulia hacía caminar a Mr. Ruffles hacia una ‘piscina’ en el suelo. El interior de Lena se templó y hubo una increíble sensación de calma y perfección en ella. Se rompió por el timbre de la puerta. Vlad.
 
La cabeza de Yulia se levantó de golpe ante el sonido y Lena tragó con fuerza, caminando hacia la puerta. Su marido estaba de pie en el umbral, muy guapo en su traje gris marengo. Lena intentó una cálida sonrisa y le saludó.
 
“Hola, Vlad.”
 
“Lena.” Sonaba amistoso y ella se preguntó cuánto duraría eso. Le dejó pasar.
 
Katya estaba de pie con la mano de Yulia cogida suavemente en la suya. Katya se soltó y corrió hacia su padre con una sonrisa en la cara. Él la levantó, besándola en la frente y aceptando su abrazo con una cálida sonrisa que de alguna forma la intranquilizó. Quería de verdad a Katya, y probablemente también querría a este hijo. Y probablemente eso no lo haría para nada más fácil. De hecho, que quisiera separarse por completo de toda la familia haría esto MUCHO más fácil.
 
Vladimir miró a Yulia con confusión. Ella articuló un cuidadoso saludo y ofreció la mano a Katya. Desaparecieron con silenciosa rapidez y Lena se quedó de pronto a solas con Vladimir. Le sudaban las palmas.
 
“¿Puedo hacerte café?”
 
“Sería genial”. Caminó hacia la barra de desayuno y se sentó. Lena mantuvo las manos ocupadas haciendo café, intentando mantenerlas tan estables como era posible y fallando miserablemente. Vladimir dejó que estuviera en silencio durante un rato y luego hizo la pregunta inevitable. “¿Por qué me has pedido que venga?”
 
Por muy tentada que estuviese de encontrar una concisa observación sobre su falta de paternidad con Katya, pensó que no iba a ayudar en la conversación que iba a venir.
 
”He recibido algunas noticias esta semana.” Era un comienzo cauteloso.
 
“Vale.”
 
“Vlad...” No tenía ni idea de cómo decir esto. Qué demonios, sólo dilo. “Estoy embarazada.”
 
El silencio fue ensordecedor. Él la miró fijamente y ella le devolvió la mirada. De fondo, el hervidor de agua empezó a silbar y empezó a empañar la ventana de la cocina, completamente ignorado por las personas en la habitación. Finalmente abandonó el avisar de su disposición y se apagó solo. El silencio era interminable. El tic-tac del reloj del salón se hizo lo suficientemente alto como para ahogar toda una orquesta. Finalmente uno de los dos se movió, y Vladimir tosió.
 
“¿Hablas en serio?”
 
“No se me ocurre una buena razón para estar bromeando, Vlad.” Lena se asombró ante la calma de su voz.
 
“¿Es mío?”
 
Eso fue suficiente.
 
“¿Qué demonios pasa con la nueva idea ‘Lena es una fresca’ que hay por ahí?” Chilló. “Jesucristo, Vladimir, ¿de qué demonios hablas? Por supuesto que es tuyo. No puedo CREER que acabes de preguntar eso.” Sus nudillos aferraron el borde de la encimera y se pusieron blancos.
 
“Vale, lo siento, lo siento,” Alzó las manos en disculpa, “Sólo que me he quedado impresionado. Sé que es mío. Lo siento.”
 
“Joder, Gracias.” Seguía furiosa. Había perdonado a Yulia esa pregunta, pero empezaba a hartarse de ella. Y sobre todo viniendo de Vladimir.
 
“¿Cuándo?”
 
Rió con amargura. “Jesús, Vladimir, tuvimos sexo una vez en los últimos meses. ¿Cuándo narices crees?”
 
Él volvió a tragar.
 
“¿Vas a tenerlo?”
 
Eso dejó a Lena completamente perpleja. Le miró fijamente, absolutamente alucinada. Le llevó un Eón encontrar la voz, y salió ronca. “Oh. Dios. Mío.” Otro silencio. “Vete.”
 
“¿¿Qué??” Estaba sorprendido.
 
“Vete. Vete de casa, Vladimir. No puedes preguntar cosas así. Esto es inconcebible. Es increíble. Vete al infierno.” Ahora Lena chillaba. Al menos Katya no podía oír, y en su furia Lena había olvidado a Yulia en el cuarto.
 
“Lena, Lena.” Él estaba de pie, intentando calmar su monólogo; pero ella no lo aceptaba caminando a grandes zancadas hasta la puerta y abriéndola.
 
“Fuera. Ahora. Que te den por culo.”
 
“Lena...”
 
“No. Fuera, ahora, Vlad. Estuviste seis putos años casado conmigo, sabes de dónde vengo y quién soy y aún tienes las putas agallas de hacer esa pregunta. Además de la primera. Vete, Vlad, ahora mismo no puedo verte.” Abrió la puerta, fulminándole con la mirada y arrugando la boca.
 
“Lena, por favor.”
 
“Fuera.”
 
Debió de parecer seria, porque el hombre caminó delante de ella y salió al umbral, mirándola de forma derrotada con una mirada suplicante.
 
“Por favor. Desde luego tenemos que hablar d-...”
 
Le cerró la puerta en la cara. Por suerte no llamó y Lena se apoyó contra ella con cansancio. Seguramente podría alegar emociones de embarazada por eso. Probablemente él no se merecía que le echara, pero en ese momento las cosas estaban tan liadas que había perdido el control. Apoyada contra la puerta sintió que las lágrimas corrían por sus mejillas y rogó que Katya no saliera ahora. En lugar de eso sintió unas cálidas manos en los hombros y fue llevada a un fuerte abrazo.
 
“Está bien, nena, está bien.” La voz de Yulia era profunda y tranquilizadora. Después de un rato de calma, Lena se separó y sorbió por la nariz, una vez hubieron acabado las lágrimas. “Tomo eso como que no ha ido muy bien.”
 
“Podrías decir eso.” Lena se secó la nariz en una manga. “En realidad no tendría que haberle echado. Pero es que estaba... No sé. Oh, maldición."
 
“Está bien. Puedes volver a hablar con él. Se lo has dicho, ¿verdad?”
 
“Oh, sí.” Lena rió con amargura. “Se lo he dicho muy bien.” De más de una manera.
 
“Bien. Somos tú y yo contra el mundo, cielo; le pondremos de nuestro lado.” La sonrisa de Yulia era infecciosa y Lena no pudo evitar que se le pegara. Esto era arriesgado. Pudo sentir su interior derretirse y supo que empezaba a guardar sentimientos que no debía. Pero ahí, en ese momento, simplemente no le importaba.
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:46 pm

Capítulo 24: Corriendo por ahí y siguiéndome.
 
Fue Yulia la que convenció a Lena para que volviera a llamar a Vladimir. Lena estaba dispuesta a estar de mal humor durante semanas, pero la morena la hizo cambiar de opinión. En realidad no le costó tanto replanteárselo como calmarse. Lena sabía que en cierto modo se había pasado de la raya con Vladimir. No se había merecido que le echaran a patadas y Lena se había vuelto un poco loca. Lo que apreció fue que Yulia consiguiera convencerla de que volviera a llamar a Vladimir sin hacer que se sintiera mal por haberle echado en primer lugar. Para eso hacía falta habilidad.
 
La llamada telefónica en sí era algo menos indolora, y si Yulia no hubiera estado sentada junto a ella, cogiéndola literalmente la mano, Lena no estaba segura de si podría haberlo hecho. Había sido tan estricta con Vladimir últimamente que procesarlo y admitir que estaba equivocada era algo raro. De hecho, uno de sus bajones.
 
“Vladimir”
 
“Elena”, no le sorprendió que fuera tan cortante. Se lo merecía.
 
“Mira, lo que pasó fue injusto de mi parte. Lo siento.” Lena echó una mirada a Yulia, quien sonrió para darle ánimos y le apretó la mano. “No tenía derecho a soltarte eso y echarte. Nada de lo que preguntaste fue injusto. Lo siento de verdad. Es que ha sido una montaña rusa para mí y me volví un poco loca.”
 
“Lo creas o no, lo entiendo.” Vladimir podía ser bastante comprensivo, Lena lo había olvidado. Incluso si en el tono de voz era cauteloso. “Escucha, necesitamos hablar otra vez, pero no esta noche. Deja que al menos me organice la cabeza sobre esto.”
 
Lena le debía al menos eso. “Llámame, ¿vale? Cuando tengas tiempo.”
 
“Lo haré. Y Lena, por favor, cuídate.”
 
“Lo haré. Llama pronto, Vlad, tengo que decírselo a mamá y papá y...” dejó la frase en el aire.
 
“Te lo prometo. No lo dejaré para muy tarde. Espera a decírselo hasta que hayamos hablado, ¿vale?”
 
“Por supuesto.”
 
Al final había resultado ser relativamente indoloro. Lena sabía que subestimaba a Vladimir mucho tiempo. Era cualquier cosa menos una completa pérdida, sólo era una pena que ella no le quisiera. Mirando de reojo otra vez a la chica que sostenía su mano sintió su corazón dar un vuelco en su pecho, y se hizo alguna idea de por qué no quería a su ex-marido. Enterrando esos sentimientos en su interior apretó la mano de Yulia y soltó el agarre. Levantándose del sofá, buscó algo en lo que ocuparse.
 
“¿Estás bien?” Yulia estaba claramente preocupada.
 
“Sí,” Dijo Lena. “Sólo que es mucho con lo que lidiar.”
 
Yulia la llevó a un abrazo. “Sabes que no estás sola, ¿verdad?”
 
Lena la besó con suavidad en la mejilla y sonrió. “No podría olvidarlo.”
 
Yulia rió. “No solo yo. Tus padres, Vladimir. Nadie va a abandonarte.” Volvió a abrazar a Lena y se soltó. Lena no pudo evitar sonreír. ¿Cómo sabía siempre la guitarrista justo lo que tenía que decir? “Todos estaremos a tu lado, Lena. Pase lo que pase.”
 
“Gracias.” Lena sintió que las lágrimas se abrían paso. “Eres mi mejor amiga, ¿lo sabes?”
 
“Sí, bueno” sonrió Yulia, “Es mutuo.”
 
Vladimir fue fiel a su palabra, y Lena concertó una cita para tomar café el viernes. Ambos estuvieron de acuerdo en que verse fuera de casa sería bueno. Estuvo tentada de preguntad a sus padres si podían cuidar de Katya pero, para su sorpresa, Yulia se prestó voluntaria.
 
“No puedo pedirte que hagas eso” Dijo Lena algo impresionada.
 
“¿Quién lo esta pidiendo?” Sonrió Yulia. “Yo me ofrezco. Además, Katya es genial.”
 
“Sí, lo sé, pero aún así... ya haces muchísimo por mí.”
 
“Bueno, vale, piensa que esto es por mí.” Yulia alzó ambas cejas.
 
“Yo sólo...” Lena paró. “Estoy confusa sobre cómo va eso.”
 
“Hum. Me gustan los niños. Me gusta jugar con ellos y me gusta tu hija. Nos divertiremos juntas y estarás fuera por, ¿cuánto? ¿Una hora? Deja que me divierta una hora.” Yulia volvió a sonreír de manera adorable.
 
“Vale, si te presentas voluntaria no voy a quejarme.” Miró su reloj. “Maldición.”
 
“¿Qué?” Yulia alzó la vista de atarse el zapato, con preocupación en su rostro.
 
“Nada espectacular” sonrió Lena, “Es que tengo que ir al supermercado. Qué divertido, ¿eh?”
 
“No estoy ocupada, ¿quieres algo de compañía?”
 
“Claro.”
 
Lena no estaba del todo segura, pero de alguna manera la perspectiva de que Yulia hiciera cualquier cosa con ella, incluso comprar comida, hacía que todo el acontecimiento pareciera más emocionante. Y mucho más placentero. Solo el simple acto de vagar por el supermercado se hizo, bueno, algo apasionante a causa de la chica que iba de su codo. Eso, por supuesto, podía ser simplemente la proximidad física que tenía con Yulia. Producía cosas en ella.
 
“¿Estás segura de que Katya no va a causar una avalancha de café esta vez?” Parecía que eso le hubiera gustado a Yulia, y su pregunta sólo contenía preocupación a medias.
 
“No, no habrá esquí sobre café para ti.”
 
“Vaya.” Yulia hizo una mueca de broma. Lena rió. ¿Cuándo se había vuelto divertido ir de compras?
 
“Mr. Ruffles prometió cuidar de ella.” Confió Lena.
 
“¿Y confías en ese elefante?” Yulia fingió horror, “¡A mí me parece un poco sospechoso!”
 
“Oh, narices, no, es muy fiable. Para nada sospechoso. Aunque es peleón. Tiene un infierno de mirada.” Asintió Lena con seriedad.
 
“Vale. Es tu tumba. Si acabamos enterradas en café soluble, voy a echaros toda la culpa a ti y Ruffles.”
 
“Mr. Ruffles” Corrigió Lena.
 
“Lo siento, Mr. Ruffles.” Yulia parecía adecuadamente ****.
 
Katya escogió ese momento para aparecer con el susodicho elefante y señaló con esperanza a su madre. “¿Podemos coger leche chocolateada?”
 
“¿Nestle o cacao?” Señaló Yulia.
 
“¡Nestle rosa!” Contestó Katya en señas.
 
Lena asintió y Katya salió corriendo emocionada para coger la solución con sabor a fresa. Lena pensaba en lo asquerosa que era la bebida cuando paró en seco en el pasillo. Yulia dio unos pocos pasos más antes de darse cuenta de que Lena se había quedado estática. Se giró, mirando a la pelirroja inquisidoramente.
 
“Acabas de...” Lena miró a Yulia y luego a Katya.
 
“¿Qué?” La confusión se entrelazó en la voz y expresión de Yulia.
 
“Has hablado en señas. A Katya. Justo ahora.”
 
“¿Se supone que no debía hacerlo?”
 
“Sí, claro. Sólo que tú... ¿cuándo has aprendido a hablar en señas?” No se le había escapado que era deletreo con los dedos y lento, pero aún así era lenguaje de signos.
 
Yulia se ruborizó y se metió las manos en los bolsillos. Pasó la punta de su zapatilla por el linóleo del supermercado y bajó la vista.
 
“He estado tomando clases.”
 
“Yulia, ¿lo dices de verdad?”
 
“Sí” la cabeza de pelo mechones se alzó de pronto y una mirada de pánico cruzó su cara. “¿Por qué? ¿Pasa algo? Es que supongo que si voy a ser parte de vuestra vida, debería poder hablar con Katya, ¿no?”
 
Lena estaba sin habla. En un torbellino de emoción dio dos pasos al frente y llevó a Yulia a un cálido y sólido abrazo. Nadie había hecho algo así antes. Dios, Vladimir y su madre no sabían hablar en señas, no se molestaban en aprender, y Yulia simplemente lo había hecho; así como así. Sin preguntas, sin grandes anuncios. Sólo para poder ser parte de sus vidas de la manera más fácil. Era de lejos lo más dulce que nadie había hecho por Katya. Lena pensó que se le iba a romper el corazón. Separándose, sintió que la mano de Yulia subía y secaba una solitaria lágrima de su mejilla.
 
“Gracias” Susurró Lena. “Por ser la persona más maravillosa que he conocido.”
 
“No has conocido a la suficiente gente.”
 
“Te he conocido a ti. Creo que eso puede ser todo lo que necesite.”
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Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 4:47 pm

Capítulo 25: Nunca pagues al segador sólo con amor.
 
Pasaron las semanas. Lena se encontró tensándose más y más según pasaba el tiempo, y estaba sin una idea de cómo soltarle la noticia a sus padres. Sabía que sus noticias deberían ser motivo de alegría, pero el momento no era para nada el adecuado. Sabía que su padre estaría encantado, pero su madre lo usaría como otra manera de intentar manipular a Lena para que hiciera lo que Inessa quería. Y luego estarían las preguntas inevitables. ¿Por qué no iba a volver con Vladimir? ¿Cómo iba a apoyarles? ¿Qué pasaba con Katya? Al menos de momento estaba segura en el plano financiero. Hacía tiempo que la casa estaba pagada, y dado que los padres de Lena habían pagado el depósito en primer lugar, un buen regalo de bodas, no había dudas de que Lena conseguiría la casa en el divorcio. Vladimir había sido bastante solícito ayudándola con los niños, empezando con los pagos en cuanto se hubo ido. Sin que se lo pidiera. Confía en Vladimir para ser el chico perfecto DESPUÉS de haberle dejado.
 
Pero, claro, esto nunca había sido por Vladimir, ¿verdad? Vladimir nunca había sido el tío malo o el bueno. Simplemente el tío equivocado. Simplemente la persona equivocada, se corrigió Lena. En realidad era demasiado pronto para decirlo, pero por primera vez en su vida Lena sentía que se estaba enamorando. Nunca antes se había sentido así, esa maravillosa precipitación cada vez que veía a alguien. Esa increíble sensación en la boca del estómago. Esa dificultad para reprimir la urgencia de arrancarle la ropa a Yulia y llevarla a la habitación, o al baño, o al suelo del salón. Todas estas eran sensaciones muy nuevas para Lena. Se había casado con Vlad porque... porque había sido alto, guapo, y el tipo de chico adecuado a los ojos de su madre. Porque era el que se suponía que debía ser. Porque la llevaba a restaurantes románticos y decía todo lo correcto. La compraba flores, y joyería y se suponía que de eso iba la vida y el romance. No romperse por las costuras porque la chica de tus sueños ha aprendido el lenguaje de los signos por tu hija. O tal vez la vida iba de ESO, y tal vez era ahí donde Lena se había estado equivocando todo este tiempo.
 
Lena suspiró y bajó el trapo de cocina que había estado arrugando entre las manos. La cita para un café con Vladimir había ido sorpresivamente bien. Había sido atento y no había cuestionado el hecho de que aún se iba a separar. Había estado de acuerdo en el asunto de la pensión de los niños y, para el gran asombro de Lena, había sido bastante prolífico en su insistencia en ser parte de la vida de este niño. Dado su obvio falta de afecto hacia Katya, a Lena esto le pilló un poco por sorpresa. Oh, bueno. Aún tenía que decírselo a sus padres. Y pronto.
 
Al menos estaba Yulia para distraerla. Y, chico, sí que lo necesitaba en ese momento. Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Lena al pensar en la morena y, como si el universo se estuviera en sincronización con ella por un pequeño momento, sonó el timbre de la puerta. Lena la abrió para encontrar a una muy atractiva morena en el descansillo.
 
“Hola, ¿puedo ayudarte?” Preguntó en un tono amistoso.
 
“Cielos. Podría contestar eso de muchísimas formas,” Coqueteó con ligereza Yulia. Lena rió y la dejó pasar. “Aunque podría bastarme un vaso de agua.”
 
“¿Estás bien?” Lena pareció preocupada.
 
“Eh, sí,” Replicó Yulia con una mirada confusa. “Sólo tengo sed.” Se quedó mirando a Lena como si la pelirroja estuviera un poco loca. Lena agitó la cabeza antes su propia extrañeza y sirvió a la chica un vaso de agua. Cuando se lo entregaba, un pequeño tintineo sonó desde el bolsillo de Yulia. “Maldición el teléfono.” La morena sacó su móvil y lo abrió. “¿Diga...?”
 
Lena alzó una ceja ante la mirada en el rostro de la otra chica.
 
“Liv... hola” El tono de voz de Yulia cambió por completo, y de alguna manera no le sorprendió a Lena. Yulia tardó unos pocos momentos en hacer una mueca y señalar el teléfono. Cubriendo el micrófono susurró a Lena. “Ahora mismo vuelvo.”
 
Lena dejó que sus ojos siguieran el trasero respingón y tenso de la guitarrista, y entonces Yulia la pilló mirando mientras salía. Con un guiño se desvaneció, dejando a Lena ruborizándose con furia.
 
Alrededor de diez minutos después Lena se encontró acercándose hacia el frente de la casa. Llegó a la ventana del salón y con algo de sorpresa descubrió que podía oír a Yulia perfectamente.
 
“Liv... Por favor, no es para nada así.”
 
Lena tragó con fuerza. No debería escuchar a escondidas, eso estaría mal, mal, mal. Muy mal.
 
“No lo entiendes... Sí, siento eso... Y eso también... ¡Eso sí que no es justo!”
 
Lena se mordió el labio. Su chica buena interior le decía que esto era ridículo y que debería irse. El demonio en su hombro juraba junto a ella ante su incapacidad de oír AMBOS lados de la conversación.
 
“Liv, lo siento, no puedo evitar cómo me siento.” La voz de Yulia estaba ahogada con la emoción y Lena quiso envolver a la chica en sus brazos. “Liv, no importa lo que sienta ella, no puedo evitar lo que siento yo... . Sí, soy consciente de eso... . ¿No ves que no importa? No estoy a su lado por eso, me importa y esto es lo que significa preocuparse por alguien.” Los ojos de Lena se abrieron como platos. ¿Hablaba Yulia con Liv sobre ella? Eso era... raro. “Liv, si me hubiera sentido así por ti nunca hubiera roto... Lo siento, no puedo. No, no importa que ella no se sienta así... Bueno, siento si te llevaste esa impresión, pero de hecho esto es MUY propio de mí.” La voz de Yulia cada vez estaba más tensa por ira. Lena se dio cuenta de que sus propios puños estaban apretados, pero no sabía por qué. “Oye, eso no es justo, antes he sido amable... Sí, nunca nadie me ha importando tanto... Oh, joder, Liv, esto es por ti, no por ella. Lo siento, no dejo de decirlo, pero sabes que de todas formas no hubiéramos funcionado. Ahora voy a colgar. No, de verdad que voy a colgar.”
 
Lena se alejó disparada de la pared del salón hasta la cocina, intentando parecer indiferente cuando Yulia volvió. Estaba claro que la morena estaba un poco agitada y definitivamente incómoda.
 
Lena le alargó el vaso de agua después de ponerle dos cubitos de hielo. “¿Quieres hablar de ello?” Preguntó con cautela a la guitarrista.
 
“La verdad es que no” Suspiró Yulia. “Sólo digamos que estoy intentando ser mejor persona que antes y me están acusando de tener segundas intenciones.”
 
“Bueno, no puedo imaginarte siendo nada excepto maravillosa” Replicó Lena con lealtad. “Y, bueno.... No creo que tengas motivos secundarios.”
 
“No las tengo” Explotó Yulia. “Lo siento, esto no es culpa tuya. Es que ahora estoy un poco afectada.”
 
“Ya lo veo.” Lena alargó una mano para calmarla. “¿Cómo puedo ayudar?
 
Yulia alzó la vista y dejó escapar un suspiro irónico. “No estoy segura de que puedas.”
 
“Oh, venga, ¿ni siquiera con helados?” Eso le valió una sonrisa.
 
“Bueno, ahora que lo dices...”
 
Lena sonrió y Yulia le devolvió la sonrisa, y el corazón de Lena dio un familiar vuelco ante la pequeña sonrisa de la morena. Estaba a punto de inclinarse y encontrar los ingredientes de dichos helados cuando hubo un fuerte golpe en la habitación de Katya, seguido por un grito que halaba la sangre.
 
Lena se quedó mirando a Yulia con horror, antes de salir corriendo de la cocina en un sprint y dirigirse hacia la habitación de su hija.
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