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Lo mejor para mi // Por: Eidan&Sille (Original de Clom)

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Lo mejor para mi // Por: Eidan&Sille (Original de Clom) - Página 3 Empty Re: Lo mejor para mi // Por: Eidan&Sille (Original de Clom)

Mensaje por HaziTha Miér Mayo 27, 2015 5:52 pm

Capítulo 51: Tú. Tú eres LO MEJOR PARA MÍ.
 
No había temblado tanto en su vida. Ni cuando había aparecido por primera vez en la puerta de Yulia, ni la noche en la que había hecho el amor por primera vez. Ambas veces había estado hecha de gelatina, pero esto era nuevo para Lena, el terremoto humano. No dudó, tomó la carretera corriendo y condujo a una velocidad apenas legal. Maldijo los semáforos y a cualquiera que se pusiera en su camino; estaba más cerca de un ataque de rabia al volante que nunca. Nada iba a alejarla de Yulia, esta vez no.
 
Lena salió del coche con tanta rapidez que casi olvidó cerrar la puerta. Corriendo por el alquitrán lanzó una oración de gracias a quien estuviera escuchando por que no hubiera coches y subió las escaleras del porche delantero de Yulia. Parando unos segundos en el umbral de la puerta, tomó un profundo aliento y llamó a la puerta. Se había acabado el tiempo para la indecisión.
 
Por desgracia, el momento para que Yulia abriese la puerta no parecía ser ese. Volvió a llamar. Aún sin respuesta. Al cabo de un tiempo dejó de llamar, cuando sintió los nudillos ásperos. Si Yulia estaba en casa no iba a contestar la puerta. Tentativamente, Lena probó el pomo. Cerrado. Despertando por fin un poco de su cabeza revuelta y hacia su alrededor, Lena miró el exterior de la casa. Estaba cerrada a cal y canto y oscura. Yulia no estaba en casa. Oh, demonios... ¿y ahora qué?
 
Se había sentido tan envalentonada, tan preparada para entrar y luchar hasta que consiguiera a su chica. Y ahora la derrota se abría paso, porque no había nada por lo que luchar. Espera, eso no era cierto. ¡Simplemente no sabía dónde estaba!
 
Lena se dejó caer lentamente hasta sentarse en los escalones del porche. Se apoyó con debilidad contra el poste del pasamanos y suspiró. Cerrando los ojos, dejó que el suave aire de la noche pasara sobre ella.
 
Cuánto tiempo estuvo ahí sentada, no lo supo. Fue sólo cuando el crujido de la grava la sobresaltó que abrió los párpados llenos de lágrimas y tomó un respiro tembloroso. El crujido paró.
 
Yulia. Había vuelto; con aspecto radiante a la luz de la luna, sus mechones le caía en cascada por la frente y el cuerpo ceñido en unos pantalones y chaqueta negra. Lena sabía que Yulia le parecería sexy en un saco de esparto y con cenizas, pero que la maldijeran si la vista de su amor no la dejaba sin aliento cada vez.
 
“¿Qué estás haciendo aquí, Lena?” La voz de Yulia era áspera. Lena no podía verle la cara porque la caída de la luz de la luna desde atrás la cubría de sombras, pero sabía que no era buena. Poniéndose atropelladamente de pie, Lena se apoyó en el pasamanos, tragando. Yulia sacó sus llaves. “Vete a casa.” Añadió cansada. Subió las escaleras pasando por delante de Lena y abrió la puerta.
 
Para la sorpresa alucinada de Lena, la puerta se cerró tras la morena. ¿Acababa de hacer eso de verdad? ¿Había pasado por delante y había entrado? Lena se quedó aturdida por unos segundos, dando una gran impresión de ser un pez. Luego se despertó. No, así o era como iba a ir. Había venido hasta aquí para luchar, **** sea, e iba a luchar.
 
Aporreó la puerta. No hubo respuesta. Volvió a aporrearla. Y siguió haciéndolo. Cuando pensó que se le iba a romper el puño por el esfuerzo, la puerta se abrió bajo su mano.
 
“Lenar, ¿qué cojones?” Gruñó Yulia, “Vas a despertar al puto vecind...” Sus palabras quedaron cortadas cuando Lena empujó la puerta y atrapó sus mehones con ambas manos. Presionó sus labios contra los de Yulia, cálida y desesperada.
 
Durante un segundo la mujer a la que amaba cedió, devolviendo el beso de forma hambrienta, y se movieron de forma ardiente y fluida.
 
Y luego se rompió, cuando Yulia se separó bruscamente, con los ojos centelleando y la mandíbula temblorosa. Se pasó el reverso del puño por los labios, como si intentara borrar la misma presencia de Lena de ellos.
 
“Yulia” Susurró Lena, y su brazo se alargó hacia la chica. Pero Yulia dio un paso atrás.
 
“No, no, no” Gritó Yulia. “No puedes seguir haciendo esto. Por favor, Lena, sólo vete.” Hubo tal nota de ruego en su voz que Lena casi cedió sólo para hacerla feliz. Era muy difícil no acceder a una súplica tan obvia, cuando venía de alguien por la que haría cualquier cosa. Pero se mantuvo en el sitio, con el corazón latiéndole con tanta fuerza que pensó que iba a romperle el pecho y caer al suelo, latiendo sin control.
 
“Yulia, por favor, sólo...”
 
“No.” Las manos de Yulia se alzaron, poniéndose a cada lado de la cabeza, como en un súbito arranque de dolor de cabeza. Estaba llorando y eso rompía a Lena. Normalmente llevaría a la morena a sus brazos y la consolaría, pero ahora esa no era la respuesta.
 
“Yulia” Lena alzó la voz, tratando de imponerse de alguna manera. Tenía que hacer esto con palabras. Tenía que encontrar lo mejor que decir, era la única forma en la que esto funcionaría.
 
Para su sorpresa, Yulia alzó la mirada. Pero la ira centelleante en sus ojos no era reconfortante. Lena parpadeó de pura impresión cuando Yulia la cogió por el brazo y la sacó a rastras por la puerta principal. Seguía parpadeando cuando se dio cuenta de que Yulia le había cerrado la puerta en las narices.
 
Así o era como se suponía que iba a ir. Esto era un desastre. Lena dio un paso atrás. ¿Debería irse? ¿Cómo podía enfrentarse a esto? De ninguna manera Yulia iba a... Espera un segundo, maldición, ¡sí que iba! Estaba aquí para pelear, así que sabía Dios que iba a pelear.
 
Volvió a aporrear la puerta, sin parar hasta que volvió a abrirse. Yulia seguía llorando, pero se mezclaba en su rostro con evidente furia. “Lena, ¿no te das por aludida, joder?”
 
“No.” Replicó Lena secamente, entrando por la fuerza y cerrando la puerta. “¿Quieres escucharme un **** segundo?”
 
“No, no puedo.” Susurró Yulia, con lágrimas cayendo por sus mejillas. “Esto duele demasiado, Lena, por favor, no... ¿no podemos... ?”
 
Lena la cogió por los hombros con gentileza y tomó un profundo aliento. “Tres preguntas, Yul. Contesta mis tres preguntas y me iré, ¿de acuerdo? Si quieres que lo haga. Por favor.”
 
“Elena...”
 
“Por favor, te prometo que son cortas y fáciles; y por favor, Yulia, necesito que lo hagas.” Había súplica en su voz, baja y cálida. Rogó a los cielos que la morena escuchase, que lo sintiera y fuera incapaz de negarlo. Esto tenía que funcionar, era lo único que le quedaba.
 
“Vale” Dijo Yulia con voz ahogada. “Pregunta, pregunta y vete.”
 
Lena dejó caer las manos y subió la barbilla de Yulia, para que estuvieran mirándose a los ojos. Yulia cerró los ojos con fuerza y giró la cabeza. Lena volvió a darle la vuelta. No iba a abandonar. Yulia susurró: “Sólo pregunta.” Pero esta vez no rompió la mirada.
 
Lena tomó un aliento tembloroso y tragó. “¿La quieres?”
 
Hubo un silencio, y a Lena le llevó un momento darse cuenta de que Yulia estaba intentando descubrir a quién se refería la pelirroja. Luego cayó en ello y su hermosa cara con marcas de lágrimas cambió.
 
“No” Dijo de forma escueta.
 
Lena volvió a tragar. Vale. Ahora a por la importante.
 
“¿Me quieres a mí?”
 
“¡Lena!” Fue un llanto, suplicante y doloroso.
 
“Yulia Vólkova. ¿Me quieres?” Reiteró firmemente Lena. Sabía que estaba causando dolor. Sabía lo que estaba haciendo, pero tenía que hacerlo. Tenía que saberlo y tenía que oír a Yulia decirlo. Y también tenía que hacer que Yulia lo escuchara. Marcaba toda la diferencia del mundo.
 
“Sí” Fue el susurro lagrimoso que recibió. “Te quiero.”
 
Lena sonrió. Su cuerpo se relajó y sintió que todo se evaporaba. El escalofrío que recorrió sus venas, sus nervios, sus músculos, ante esas dos palabras sería una sensación que nunca olvidaría. Ahora tenía que funcionar. Tenía que ir bien. Porque era todo lo que realmente importaba. Cuando todas las estrellas se hubieran apagado, una a una, sabía que su amor por Yulia seguiría ardiendo con tanto brillo que podría iluminar el universo. Y eso, ese único resquicio de conocimiento, era lo que la iba a llevar adelante el resto de su vida.
 
“Yulia” Empezó la tercera pregunta con cautela. “¿Quieres ser mía?”
 
Pudo ver la confusión y desesperación que pasaron por el semblante de Yulia. Cedió, esta necesitaba más explicación.
 
“Te quiero muchísimo. Esto es ridículo. Estás sufriendo. Yo estoy rota sin ti. Nada más en mi vida importa si tú no estás en ella. Sea lo que sea lo que nos estuviera separando, ha desaparecido, Yulia. Nunca debió de estar ahí. Ahora tú eres lo que me importa. Eres mi familia, y no puedo hacer esto sin ti. Así que, ¿quieres ser mía? ¿Estarás conmigo, en cualquier forma que podamos? Por favor. Te quiero, te amo.”
 
El momento congelado en el tiempo fue suficiente como para causar chispa. La pura energía que chisporroteaba entre las dos mientras esperaron, con preguntas sin contestar, se movió. Lena no podía respirar mientras esperaba. Yulia no respiraba mientras dejaba que todo le llegara.
 
“¿De verdad?” La pregunta susurrada de la morena tembló entre ellas y rompió la oscuridad centelleante.
 
Lena asintió. “De verdad.”
 
“Dios, sí.” Replicó Yulia, y se lanzó a los brazos de Lena. “Dios, sí.” Sollozó.
 
Lena tuvo que dar un paso atrás para compensar la fuerza, pero una vez que Yulia estuvo en sus brazos apretó el abrazo y pensó que nunca volvería a soltarse. Permanecieron juntas, apretadas con fuerza contra la otra. Sus manos encontraron mechones de pelo, se aferraron a espaldas y se juntaron, hambrientas y finalmente completas. Lena sabía que le caían lágrimas por su propio rostro, pero sólo por el puro sentimiento de alivio y felicidad que la atravesaba. Por fin estaba bien. Por fin todo iba bien.
 
Movió la mejilla para que rozara contra la mejilla húmeda de Yulia. Se movieron y se encontraron, sus labios se fundieron con una pasión desenfrenada. Sus lenguas se enredaron y sus manos se acercaron entre ellas más de lo posiblemente imaginable. Lena saboreó a Yulia una y otra vez, sabiendo que era suya. Era estimulante, el sentimiento más asombroso del mundo. Nunca se cansaría de esto, nunca se hartaría de estar con esta mujer que amaba. Y por fin estaba con ella. Todo lo que era Lena era ahora de Yulia. Y viceversa. ¿Qué podía acabar con eso?
 
Entonces su espalda golpeó la pared del pasillo y el calor la recorrió de la cabeza a los pies; estaba ardiendo. Todo lo que había en su interior salía a trompicones y necesitaba que Yulia lo saciara. Por el súbito deslizamiento de las manos de Yulia por su cuerpo hacia abajo, hacia arriba, bajo su camiseta, pasando por sus costillas y por el gemido incandescente que salía por la boca de la morena, Lena sabía que no estaba sola en su ansia.
 
Ambas deseaban esto, tenían que tenerlo. Era ardiente y rápido, desesperado y cercano. Sintió que le quitaban la camiseta, y notó, más que saber, que ella había enviado la de Yulia en la misma dirección. Sus pieles se fundieron y gimió, y su voz resonó junto a la de Yulia en el fresco aire nocturno.
 
Nunca salieron del pasillo, cayendo en un enredo de extremidades en la moqueta del corredor. Las manos de Yulia se clavaron en los mechones de Yulia, volviendo a llevar esos labios a los suyos. Jadeando en la boca abierta de la morena. Pudo sentir que su centro se inundaba de humedad ante el mero roce de la lengua de Yulia por su labio inferior. Oyó el gemido susurrado de la morena “Dios, te amo, Lena” y les dio la vuelta para estar apoyada sobre su amante, y rizos rojos cayeron haciendo una cortina a su alrededor.
 
“Yo también te amo.” Murmuró, y luego no pudieron decir nada más coherente.
 
Se movieron juntas, preparadas mucho antes de que sus manos llegaran a esos lugares secretos que ambas deseaban. Los vaqueros de Lena fueron arrancados tan rápido que se le enredaron en los tobillos, y los de Yulia aterrizaron a varios metros de allí. Rieron brevemente y luego se volvieron a perder en la otra, enfocándose en la piel deslizándose contra la piel, las manos pasando por todas partes. El roce de un tenso seno, una lengua pasando por un pezón erecto. Todo estaba intensificado por un millón de veces, fuerte y húmedo, ardiente y dulce.
 
Lena bajó las manos, encontrando a Yulia húmeda y preparada, gimiendo ante la sensación mientras empujaba dos dedos directamente al centro de su chica. El grito resultante fue ronco, primitivo, y se clavó en Lena mientras se mecía, dejando que su propio centro ardiente se deslizara contra el muslo de Yulia.
 
No hubo tiempo para hacerlo lento, ya estaban en llamas. Lena se dejó llevar brevemente por el sentimiento de Yulia cerrándose con tanta fuerza y valor a su alrededor antes de descender, probando el sudor y la piel del abdomen de Yulia. Siguió bajando, dejando que su lengua hablara por su ansia, saboreando y lamiendo. De alguna manera de apoyó en las rodillas y dejó que su mano libre subiera para enlazar sus dedos con los de Yulia. Luego dobló sus esfuerzos hasta que finalmente sintió que los temblores tomaban el control. Su propio nombre resonó por la casa vacía y sus dedos fueron dolorosamente apretados; Lena casi llegó al clímax por la mera maravilla.
 
En lugar de eso cubrió lentamente de besos el camino hacia el cuerpo ligeramente tembloroso de Yulia para caer. Presionaron besos contra su frente, sus mejillas, sus labios. Las manos de Yulia se enredaron en rizos. Los roces suaves y post-orgásmicos se hicieron más urgentes. Lena sintió que su deseo volvía a encenderse inmediatamente. Se envolvió en Yulia y dejó que fluyera por ella, los dedos ligeros bailando por su piel, el áspero roce de una lengua en todas partes.
 
Se arqueó sobre la alfombra, sintiendo unos fuertes dedos que entraban en ella y la llenaban. Y su alma se llenó al mismo tiempo. Los intensos sentimientos sexuales sólo estaban unidos con fuerza a los increíbles sentimientos de amor en su interior. Y luego la dicha pasó por ella. Fue más vocal de lo que había sido en si vida, gritando todo y nada mientras la llevaban al lugar más apasionado y poderos que había conocido, sólo para venirse más fuerte y más rápido que nunca antes. Se rompió en miles de pedazos, sus ojos se inundaron de lágrimas ante la intensidad y su cuerpo tembló como si nunca fuera a parar.
 
Pero lo hizo, lenta y cálidamente; y Yulia estaba ahí, abrazando a Lena hasta que los temblores finalmente se detuvieron. Yacieron juntas mientras por fin se relajaban. Y Yulia rió. Lena sonrió ante el sonido.
 
“Supongo que deberíamos intentar llegar al dormitorio.”
 
Sintió que los brazos de Yulia se apretaban en torno a ella, llevándola más cerca, y un pequeño beso fue presionado contra su frente, en la línea del cabello. Mandó un placentero estremecimiento a través de Lena.
 
“Sí...”
 
Lena no pudo evitar sonreír por lo contenta que de pronto sonaba Yulia. Completa, repleta y feliz. Era perfecto. Quería hacer que siempre sonara así. Oh, sabía que tendrían sus momentos y sus discusiones. Lena era sobre todo una pragmática, pero en ese momento sólo quería entretenerse en el brillo de su amor. Vivir con la perfección un poquito más.
 
“¿Yulia?”
 
“¿Mmm?”
 
“Creo que la alfombra me está quemando.” Lena rió.
 
Yulia sonrió y las puso a ambas de pie. Volvió a arrastrar a Lena a sus brazos, sin querer abandonar la intimidad, y Lena no pudo haber estado más de acuerdo. Dejó que sus brazos se colocaran alrededor de la cintura de la otra chica y le sorprendió lo abierta y segura que se sentía. A pesar de que estaba completamente desnuda en el recibidor de Yulia. Le parecía correcto.
 
“¿Lena?”
 
“¿Mmm?” Replicó Lena enterrando la cara en la curva del hombro de Yulia e inhalando la esencia que amaba.
 
“¿Sabes lo que has dicho de que deberíamos ir al dormitorio?”
 
“Mmm” La mente de Lena barajó algunas de las posibilidades de lo que podría pasar allí y sonrió y le entraron escalofríos al mismo tiempo.
 
“¿Podemos...?” La pregunta sin acabar de Yulia se mantuvo suspendida lo bastante como para que Lena se separara y la mirase.
 
“¿Qué, nena?”
 
“¿Podemos irnos a casa?” La pregunta estaba llena de lágrimas sin derramar, pero de las buenas. Hizo que el corazón de Lena diera un vuelco, y el amor que sentía volvió a inundarla. “¿Podemos... ? Eh... ¿están aquí los niños?”
 
Lena sacudió la cabeza. “Están con mis padres.”
 
Yulia se ruborizó y descansó su frente contra la de Lena. “¿Podemos recogerlos y luego irnos a casa?”
 
La propia visión de Lena se emborronó por las lágrimas. Oh, Dios mío, ¿podía ser más dulce esta mujer?”
 
”¿Quieres irte a casa?”
 
“Sí.” Susurró Yulia. “Con mi familia.”
 
Lena sonrió y sus lágrimas bajaron por sus mejillas, aterrizando en sus cuerpos desnudos. Se agachó brevemente para recoger algo de su ropa, dando a Yulia la suya.
 
“Sí. Vamos a nuestra casa.”
 
Y lo hicieron.
_________________________
 
 
¡FIN!
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